Domingo, 15 de enero de 2006 | Hoy
EL EXTRANJERO
Christos Tsiolkas (australiano hijo de griegos) logró con Dead Europe una proeza literaria: una novela fantástica que, sin apartarse del rigor formal, retrata la decadencia europea.
Por Mariana Enriquez
En 1995, el escritor australiano –hijo de inmigrantes griegos– Christos Tsiolkas publicó su primera novela, Loaded, y consiguió un nicho muy conveniente: el de autor queer multicultural, preocupado por las políticas sexuales y el racismo. Pero había mucho más que un “programa” en Loaded, una novela de iniciación que puede inscribirse dentro del realismo sucio, una suerte de Menos que cero de la clase trabajadora. Ari, el protagonista de 19 años, es un personaje completo y complejo, lo suficientemente fresco como para que Loaded se convirtiera en una novela de culto (y después en una película, Head On de Anna Kokkinos, que fue muy bien recibida en los festivales independientes del mundo). Pero su historia también es una reflexión sobre las identidades, sobre qué es ser gay, desempleado, adicto, inmigrante y pobre en los suburbios de Melbourne, la ciudad con más población griega del mundo después de Atenas.
Pero no parecía que hubiera mucho más en Tsiolkas. Su segunda novela, The Jesus Man, resultó fallida, y parecía mucho más dedicado a la dramaturgia y la escritura de guiones. Pero a fines del 2005 publicó Dead Europe, una novela de género fantástico, y una de las mejores y más extrañas que se hayan editado en los últimos años.
Extraña, sobre todo, porque es una novela de horror y una novela política. Las dos narraciones que al principio se intercalan y luego confluyen en un verdadero ejercicio magistral de la forma, son muy distintas: por un lado está la historia de una familia griega que queda maldita –en el sentido sobrenatural del término– después de asesinar a un adolescente hebreo que escondían de los nazis. Estos tramos están narrados con un clima gótico, de tradicional cuento de fantasmas. Por otro lado, el viaje de Isaac, el protagonista, un fotógrafo gay australiano hijo de inmigrantes griegos que, mochila al hombro, recorre Europa en busca de los orígenes de su familia, y termina encontrando sus antiguos fantasmas que son, también, los del continente.
Dead Europe explora el antisemitismo, las consecuencias de la caída del comunismo, el problema de los hijos de inmigrantes; pero todo lo hace sin correrse un centímetro del género, con pistas y escenas siniestras; cuando Isaac revela las fotografías que toma durante el viaje, las personas que retrató parecen cadáveres; el fantasma/vampiro que siguió a su familia hasta el Nuevo Mundo lo persigue, y parece guiarlo hacia cada vez más profundos círculos infernales; el exorcismo de una niña se mezcla con burdeles de Praga donde los checos ex comunistas se prostituyen para los ricos de Occidente. Dead Europe es una novela sobre la decadencia, y algunos críticos vieron en ella cierta nostalgia del comunismo (Tsiolkas la dedica a su tío, un campesino que aprendió a leer y escribir gracias a los comunistas), pero más bien lo que existe es la crónica del derrumbe, el vacío del fracaso de un sistema de pensamiento y un modo de vida; y es una mirada nostálgica, pero no celebratoria, en algún sentido semejante a la sensación que impregna películas muy malentendidas como Goodbye Lenin! Pero Tsiolkas no da cátedra. Sin pomposidad alguna, con capítulos contemporáneos que también son retratos de noches perdidas y conversaciones tóxicas y exaltadas –son especialmente notables las escenas eróticas–, Tsiolkas visita el corazón del imperio (hay algo en Dead Europe de El corazón de las tinieblas) con añoranza y resentimiento, y no puede evitar verse sumergido en sus odios dormidos y sus terribles recuerdos de matanzas y sangre, los mismos que son fundacionales –y hasta hoy, todavía bastante silenciados– de Australia.
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