Paso, paso, paso, se viene el deleuzaso
Contrapoder
Una introducción
Ediciones de Mano en Mano
Buenos Aires, 2001
192 págs., $14
Por Joaquín Mirkin
Uno de los efectos tal vez menos esperados –pero sin dudas el más aglutinador– de los atentados del 11 de setiembre ha sido la neutralización momentánea de la protesta en contra del neoliberalismo y el orden internacional. Más allá de la invasión a Afganistán (uno de los países más pobres de la tierra), la conformación de un nuevo gobierno y el deseo de extender la guerra a otros Estados “parias”, el logro de Estados Unidos se desprende del hecho de haber dividido las aguas en dos, sin que (prácticamente) nadie pataleara: “o se está con nosotros o se está con los terroristas”. ¿Dónde entran, entonces, aquellas voces de protesta plasmadas en un sinnúmero de actores políticos y sociales que parecían estar agrietando lentamente el bloque de cemento construido por el orden internacional de los años noventa?
Seguro de sí mismo –luego de la implosión soviética y la capitulación socialdemócrata– y orgulloso de su preeminencia ideológica y mediática y de su “control” sobre las sucesivas crisis financieras internacionales (México, Rusia, países asiáticos), el orden internacional ha sido sordo y negligente frente a las voces –hasta hace poco escasas– que advertían sobre la persistencia de riesgos de todo tipo provocados por la globalización. Más aún en la actualidad cuando, luego de los atentados, cualquier protesta en contra del statu quo puede ser interpretada por los norteamericanos como “un serio peligro para el interés nacional”. De este modo se ha profundizado la unipolaridad estadounidense, al contrario de lo que se creyó en un comienzo, y poco ha cambiado el panorama estratégico internacional.
Más al sur, y muy lejos de los conflictos bélicos, el mejor alumno (durante casi una década) del FMI y el Banco Mundial está experimentado uno de los mayores levantamientos sociales de su historia, que llevó a la renuncia al Plenipotenciario Psicótico de Economía y al mismísimo Presidente de la Nación. Se trata de una insurrección de nuevo tipo, en la que participaron todos los argentinos, y que demuestra el enorme poder situacional de la acción política de la gente en las calles, en este caso sin un autor definido, sino protagonizado por una verdadera multitud. Esta acción popular mostró características novedosas que –junto a otras– requieren volver a pensar al hecho político de otra manera.
Contrapoder. Una introducción –editado por el Colectivo Situaciones (Verónica Gago, Diego Sztulwark, Edgardo y Natalia Fontana, Mario Santucho y Sebastián Scolnik) y con ensayos de Toni Negri, John Holloway, Luis Mattini, Miguel Benasayag, Horacio González y Ulrich Brand– es una lúcida y estimulante introducción de estos nuevos modos de acción de la política, que “ya no pasan más por los canales de la política tradicional”. El libro “no pretende dar cuenta de una teoría o de un conjunto de recetas, sino que busca producir lecturas internas de las luchas”; lo contrario de la “elaboración de un programa o un esquema que encasilla y satura las prácticas políticas”.
Las discusiones sobre la contraofensiva popular que se vienen desarrollando apenas comenzado el nuevo milenio “no reconocen fronteras, en todas partes surgen experiencias, ideas, encuentros, que van dando lugar a nuevas perspectivas para entender y acompañar estas luchas”. También es cierto que estas discusiones no han cobrado aún en nuestro país la visibilidad que merecen, al menos hasta el estallido social vividodurante las últimas semanas. Por este motivo Contrapoder. Una introducción es un exitoso intento para pensar la emergencia de este tipo de movimientos, y por ello posee una gran utilidad.
En la primera parte del libro se presentan cuatro trabajos inéditos: uno del Colectivo Situaciones (“Por una política más allá de la política”), otro del psiquiatra y filósofo franco-argentino Miguel Benasayag sobre los “Fundamentos para una meta economía”, más un ensayo del economista marxista y teórico del zapatismo John Holloway acerca de las “Doce tesis sobre el antipoder”. Asimismo, se incluye en la primera parte un trabajo del célebre filósofo italiano Toni Negri sobre el Contrapoder.
En el segundo apartado (Por una Filosofía de la Praxis), hay una excelente entrevista que el Colectivo Situaciones hizo a Toni Negri en su casa de Roma en Trastevere –donde vive bajo arresto domiciliario–, en la cual se analiza el recorrido teórico del pensador, además de la situación mundial, su historia personal, Gramsci, Marx, la Escuela de Frankfurt, la política y la historia italiana. También se incluyen un interesante comentario sobre la entrevista a Negri realizada por el ensayista Horacio González y un breve ensayo de Luis Mattini sobre las transformaciones “de las mismas formas productivas en el mismo modo de producción” (Sujeto y trabajo). Por último, el joven teórico alemán Ulrich Brand analiza y critica los libros Imperio de Negri-Hardt y No logo de Naomí Klein en “Las nociones de imperio y obrero social”.
Como puede observarse, hay aquí varias tradiciones políticas de izquierda y encuadres teóricos que se diferencian entre sí. Quizás lo más interesante sea la renovación de ideas que puede leerse en estas páginas, y que parecen poner las esperanzas en los zapatistas en México, en el Movimiento de los Sin Tierra en Brasil, en los piqueteros y desocupados de la Argentina y en la resistencia de los movimientos antiglobalización. En definitiva, en cada uno de esos lugares de resistencia situacional concreta de afirmación de las libertades visto probablemente como algo micro pero con una fuerte potencia de expansión hacia lo macropolítico.
De hecho, para estos autores, “el contrapoder es cada vez más visible. Las luchas políticas por la dignidad y la justicia no se han agotado: el mundo, todo, comienza a ser cuestionado y reinventado nuevamente”. No se trata de proponer un “modelo de sociedad alternativa”, o una guía para la unificación de las luchas, y en ello reside su gran originalidad: la política ya no pasa más por la política, es decir por la toma del poder estatal. El acto político de los actores reivindicados en el libro -.y ahora también con la movilización social argentina-. ya no pasa por “la liberación como un lugar al que deba que arribarse, sino que constituye la oposición a la tristeza, a la impotencia, y al estado de aburrimiento reinante en la sociedad”. Como decía, en definitiva, Gilles Deleuze: “La emancipación consiste en producir la resistencia como creación, el ejercicio de una producción contracultural, de una subjetividad alternativa, de nuevas imágenes del deseo y de la felicidad, en fin, de nuevos modos de vida”.
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