Domingo, 15 de julio de 2007 | Hoy
Son muy pocos los que se resisten a hablar de Philippe Sollers. Esta es una selección de los fragmentos de las críticas que recibieron algunas de sus novelas y un fragmento de la novela francesa más famosa que lo tomó como personaje.
“Acá tenemos entonces un joven de hoy; nacido en 1936. El autor de Le Défi (El desafío) se llama Philippe Sollers. Yo habré sido el primero en escribir su nombre. Siempre creí que aquel frágil barco que, de chico, hice con la corteza de un pino alcanzaría el mar. Y lo sigo creyendo todavía.”
(François Mauriac en L’Express, 1957.)
“Nosotros lo encontramos un poco prolijo pero no nos quejamos de eso. Porque Philippe Sollers es un escritor de verdad. A pesar de sus veinte años y frescura, nació clásico y ya está en la línea tan francesa de los espíritus que saben mirarse a sí mismos y describir con una sutileza –tal vez perversa– los rodeos de su pensamiento y los impulsos de su instinto.”
(Gerard d’Houville en La revue des Deux-Mondes, 1958.)
“Quisiera hablar de Philippe Sollers como si yo tuviera su edad. Se compara su libro con Barrés, Radiguet y Proust... Si yo fuera él, eso me irritaría. Es que si bien está ese amor adolescente propio de Diable au corps, también ese paisaje de Toledo algo barresiano y, en cuanto a Proust, casi no hay escritor a quien no se lo compare, ¿es necesario comparar? Si la respuesta fuera afirmativa, yo lo compararía con Lamartine. Lo que me encantó fue su transparencia.”
(Aragon en Les lettres françaises, 1958)
“Le Parc de Philippe Sollers me apasiona. No entendí nada pero me pareció formidable.”
(Françoise Hardy en Cinémonde,1961.)
“Un escritor no puede definirse más que por su trabajo. En vistas a ese trabajo, la revolución es esencialmente una forma. Sollers explota así aquel principio largamente censurado, según el cual la relación entre la revolución y la literatura no puede ser analógica sino únicamente homológica: para qué copiar lo real, incluso desde una perspectiva revolucionaria, si eso significará recurrir a la lengua burguesa por excelencia, que es precisamente la de la copia.”
(Roland Barthes en Le Nouvel-Observateur, 1968.)
“¿Entonces, qué hacemos?
–No lo sé, ¿usted podría publicar mi texto?
–Oh lá lá. El rompió a reír como si yo le hubiera hecho una broma.
¿Una publicación en L’Infini? Pero, mi querido amigo, usted no se da cuenta... No estamos más en tiempos de Céline, ¿sabe? Hoy no se escribe más que lo que se quiere sobre ciertos temas... un texto así podría realmente aburrirme. Y ¿usted cree que no me aburro lo suficiente? Porque trabajo en Gallimard ¿usted piensa que yo puedo hacer lo que quiera? Ellos me controlan, usted sabe. Buscan hasta el más mínimo defecto. No, no, esto va a ser muy difícil.
–¿Tiene alguna otra cosa?
Pareció sorprenderse de que yo no le diera otro texto. Yo lamentaba haberlo decepcionado, me habría gustado ser su marioneta y que me invitara a bailar.”
(Michel Houellebecq en Las partículas elementales.)
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