Domingo, 30 de diciembre de 2007 | Hoy
Una novela histórica sobre los comienzos del fascismo.
Por Ezequiel Acuña
Privado de título
Andrea Camilleri
Salamandra
275 páginas.
Privado de título es una de las tantas novelas de tinte histórico en las que Andrea Camilleri deja descansar a su comisario Montalbano sin abandonar por eso el género noir. Porque también aquí la atención se centra en torno de un crimen, aunque más que su esclarecimiento importa, en este caso, la forma en que la verdad de los hechos es alterada con fines políticos.
En los comienzos del movimiento fascista un obrero socialista es emboscado en una oscura calle de Sicilia por tres encarnizados jóvenes de la liga antibolchevique. Por error, uno de los jóvenes asesina a su compañero en el enfrentamiento con el comunista. Camilleri toma la historia del asesinato y algunos personajes de la crónica de sucesos, alternando la narración con cartas, artículos periodísticos, declaraciones y otros documentos policiales que hacen del libro una equilibrada mezcla entre novela y archivo judicial. Y sobre esa ambigüedad dada por la mezcla de géneros se sostienen las dos líneas narrativas que abren el juego de la historia. Por un lado, con pericia cinematográfica Privado de título encara la narración de los hechos y el tormentoso devenir del militante socialista acusado injustamente de ser el responsable del crimen. Por el otro, recrea la manipulación del asesinato y la maquinaria propagandística de los fascistas que convierten en mártir al joven asesinado.
Si la historia tiene sus personajes de ficción, creaciones espontáneas y utilitarias como el Fergus Kilpatrick de Borges en Tema del traidor y del héroe, hecho leyenda gracias a una magnífica puesta en escena llevada a cabo por sus asesinos. Andrea Camilleri, con su pasado de profesor de arte dramático a cuestas, conoce de cerca los mecanismos de la pantomima y se propone, en este caso, reconstruir y desmontar los modos en que la demagogia política opera sobre la realidad encubriendo la verdad que subyace en los hechos.
Los personajes fascistas sobresalen por sus rasgos caricaturescos. Camilleri mantiene un solo nombre real en la narración del asesinato, el de Gigino Gattuso, el mártir cuya creación le corresponde a la historia y no a la literatura. Los demás aparecen como fantoches carnavalescos, exagerados en su matiz ridículo que destaca los gestos grandilocuentes e hipócritas.
Dice Borges en su cuento que la acción transcurre en Irlanda por comodidad narrativa. De la misma forma Camilleri hace un mundo de su Sicilia rústica y pueblerina. Los regionalismos dan a la novela un matiz pintoresco y le sirven de decorado para el acto dramático que, sin embargo, parece trascender los límites del lugar. Porque la novela hace uso de esos dos o tres hechos verídicos que la disfrazan con el vestido de los libros de historia para luego ponerse a sí misma en evidencia y declararse culpable de ficción. Mientras se sigue de cerca el engrandecimiento del mártir y la consolidación de la parafernalia, de fondo repercute el avance del fascismo. La imagen del joven siciliano crece con la misma potencia mítica que la figura de Mussolini y el partido fascista, dando como resultado una sencilla pero eficaz alegoría de los avatares políticos de la historia italiana.
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