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Domingo, 9 de febrero de 2003

La vida es algo sagrado

En el momento en que concedía esta entrevista (el 25 abril de 2001), P. D. James se encontraba en vísperas de la gira de presentación de La muerte toma los hábitos en los Estados Unidos, ante un público de 1800 personas, presidente George Bush incluido. La “dama del crimen” inglesa es la autora de novelas de misterio más leída, descendiente en línea directa de Agatha Christie, Dorothy Sayers y Ngaio Marsh.

Por Jennifer conolly, desde Londres
P. D. James escribe disciplinadamente, cada mañana, entre las 6 y las 8, las novelas de misterio más vendidas del mundo. Formalmente se llama Lady Phyllis White desde que la Reina Isabel II le concedió el título de baronesa por su méritos literarios.
¿Cómo se le ocurrió la idea de escribir La muerte toma los hábitos?
–Pensaba que un seminario tenía que resultar un escenario interesante. Después de todo, he usado hospitales, una editorial, una central nuclear y las universidades han sido ya demasiado explotadas. Situado en una zona alejada, el seminario está a punto de ser cerrado, y la víctima obvia del homicidio es el archidiácono que decide su clausura. He hecho un largo trabajo de preparación, he leído algún que otro libro de teología.
La historia, situada en un ambiente cerrado, recuerda los libros de Agatha Christie...
–Es verdad. Sin embargo, en la escritura y en la profundización psicológica, espero haber superado a Christie. Sus historias parecen la solución teórica de un problema y tienen poco en cuenta la realidad.
¿Qué le atrae tanto de los homicidios?
–La escritura se describe a veces como una forma de terapia y creo que es verdad que la creatividad es la solución positiva de un conflicto interno. Escribir novelas policiales es uno de los modos con los que alejo miedos atávicos de muerte, e intento imponer orden y seguridad en un mundo muy desordenado. Trato de desinfectar el horror de la muerte.
¿Las novelas de detectives tienen una función moral?
–Estoy muy interesada en los aspectos religiosos y morales del delito, en cómo las personas llegan a matar. Trato de hacer ver los efectos del homicidio sobre el culpable, sobre la sociedad, sobre todos los personajes del libro. El homicidio es un crimen contagioso que infecta a todos aquellos que se encuentran implicados. Tiene este efecto porque afecta a la vida humana, la cosa más sagrada. Si perdemos a alguien que amamos por enfermedad o por un incidente, podemos repensar en su muerte, aunque sea con dolor. Pero si han sido asesinados, no podemos volver a ello sino con horror. El homicidio nos quita incluso la posibilidad de sufrir. Es por esto que es tan peligroso.
Una interpretación casi “religiosa”...
–Pienso que la novela policiaca, y en especial la religiosa, de la que G. K. Chesterton es un maestro, es de verdad la forma de literatura popular que afirma la santidad de la vida y trata seriamente sobre el horror del homicidio y de sus consecuencias.
Aceptando que las novelas policiales pueden ser buena literatura, me gustaría preguntarle cuáles lee.
–No muchas, actualmente. Leo las de mis amigos, y eso incluye lo que escribe Ruth Rendell. He leído, ciertamente, los grandes nombres y tengo un enorme respeto por Dashiell Hammett, Raymond Chandler y Ross McDonald. También me gusta Sue Grafton porque siento que su detective no sólo es querible, sino sobre todo un carácter verosímil. Pero no leo demasiada ficción contemporánea. A medida que fui envejeciendo –ya tengo más de ochenta años– creció mi interés por la biografía, la autobiografía y la historia. Lo último que tuve en mi mesa de luz fueron las Cartas de Nancy Mitford. Y siempre releo a mis favoritos: Jane Austen, Evelyn Waugh y Anthony Trollope. Y me he vuelto más admiradora de Henry James de lo que era.
¿Cómo resumiría La muerte toma los hábitos?
–Es una historia británica clásica de detectives. Tiene su crimen misterioso central, un círculo cerrado de sospechosos con motivos y oportunidades para cometerlo, un detective sagaz y una solución a la queel lector puede llegar por sí mismo a partir de la deducción lógica y el desciframiento de claves.
En el libro usted toca algunos problemas de la Iglesia en la Inglaterra de hoy.
–Sí, como anglicana practicante, conozco bien la situación de nuestra Iglesia. En el libro, hablo de la crisis de las vocaciones, de las tensiones entre la Alta Iglesia, la más cercana a la Iglesia católica, y la parte más evangélica, e indirectamente también del problema de la ordenación de las mujeres como sacerdotes. Pienso que las diferencias se deben acomodar, y que cada uno tiene el derecho a practicar según la forma que prefiere. Cada tradición debe ser respetada.

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