Domingo, 18 de noviembre de 2012 | Hoy
En las primeras páginas del Atlas portátil, Speranza sorprende ocupándose de Francis Alÿs (un artista belga que, nacido en 1959, reside en México desde 1986, es considerado uno de los más importantes “artistas mexicanos” en la actualidad). La obra de Alÿs es tan desconcertante hoy como lo fuera la de Duchamp hace más de setenta años. Basta con mencionar Watercolor (Acuarela, 2010): en un video de 1,19 min, el artista junta agua del Mar Negro (Trabisonda, Turquía) en un balde; ocho días más tarde, la arroja con el mismo balde en las aguas del Mar Rojo (Aqaba, Jordania): “Sólo deja que hablen los nombres del mapa, que el Mar Negro y el Mar Rojo compongan por él la acuarela imaginaria, con ecos imprecisables del confuso Medio Oriente”, escribe la autora. El libro se ocupa de otros tantos artistas visuales: Guillermo Kuitca, Gabriel Orozco, Doris Salcedo, Liliana Porter, son algunos de ellos. En algunos casos, la obra plástica aparece “chocando” con la literatura. Es el caso de Vik Muniz (San Pablo, 1961), cuya obra WWW (World Map) aparece junto a un fragmento de Bajo este sol tremendo, de Carlos Busqued (Chaco, 1970).
El ensayo se divide en cuatro partes: Mapas, Ciudades, Supervivencias y Esferas y redes. Supervivencias se abre con un comentario sobre Aby Warburg, seguido de “Roberto Bolaño y el surrealismo”. Speranza lee Putas asesinas, Los detectives salvajes y 2666, en sintonía con esa “especie de ira contra el estado actual de las cosas” que caracterizó al surrealismo según Bataille. Las artes visuales y la literatura desdibujan sus límites para dar cuenta de un fenómeno estético y político contemporáneo: la horadada ampliación de las fronteras latinoamericanas.
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