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Domingo, 23 de diciembre de 2012

> LA DECLARACIóN DE PRINCIPIOS CON QUE ABRE EL LIBRO

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 Por Viktor Shklovski

Hablo con la voz enroquecida por el silencio y los folletines. Comenzaré con un fragmento que hace tiempo está sobre la mesa.

Como en una película, cuando le pegan al comienzo un negativo velado o un pedazo de otra cinta.

Yo pego el fragmento de un trabajo teórico. Como un soldado que al vadear un río levanta su fusil.

Toda la obra estará seca. Como tos.

En el siglo XVIII y al comienzo del XIX, por la palabra anécdota se sobreentendía una noticia interesante sobre algo.

De esta manera, la noticia de que la fábrica Krupp está construyendo un motor diésel de dos mil caballos de fuerza en un solo cilindro sería una anécdota desde el punto de vista de esa época. La historia anecdótica, desde el punto de vista de esa época, es además una historia consistente de noticias separadas, débilmente unidas entre sí. Había hasta anécdotas filosóficas.

Incluso en la anécdota de esa época podía faltar lo gracioso de un de-senlace inesperado. En la actualidad, llamamos anécdota a un pequeño relato con un desenlace. Desde nuestro punto de vista, es absurdo preguntar después del relato de la anécdota “¿Y qué más pasó?”, pero es el punto de vista del día de hoy.

Antes, después de una noticia anecdótica podíamos esperar otra. De esta manera, en la anécdota contemporánea percibimos principalmente la construcción; en la anécdota antigua se percibía, ante todo, lo ameno de lo enunciado: el material.

Esta lucha, o más bien alternancia, de la percepción de dos aspectos de la obra, puede ser observada fácilmente.

No tengo ganas de ser agudo.

No tengo ganas de construir un argumento.

Voy a escribir sobre cosas e ideas.

Como una colección de citas.

Los tiempos han cambiado nuevamente, y pronto consideraremos que la anécdota no es una noticia graciosa, sino los hechos que publicamos en la sección de pequeñas notas de los periódicos. Cada momento separado de la pieza se transforma en un ejemplar independiente. La construcción del objeto o no se logra del todo o, si ya existe casualmente, se mata, con lo que el crimen pasa inadvertido para el público. Es un crimen sobre un objeto inservible, se mata a un muerto. El interés por la novela de aventuras que tenemos ahora no contradice la idea recién expresada.

La novela de aventuras es la novela del enhebrado sin una orientación hacia la línea del enlace.

Ahora aceptamos las memorias como literatura, percibiéndolas estéticamente.

Esto no lo puede explicar el interés por la revolución, porque también se leen con avidez las memorias que, por la época, no tienen ningún vínculo con la revolución.

Claro que ahora existe y seguirá existiendo la prosa temática, pero existe en el fondo de los viejos hábitos.

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