› Por Loreto Casado
Entendamos por fiesta la celebración de una sociedad que tiende a destruir a la persona, sosteniéndose en un sistema económico donde participa también nuestra cultura y detrás del cual muy pocos pueden tomar la palabra. Houellebecq lo hace, y es por eso que sus libros resultan polémicos. Acusado de depresivo y de reaccionario, las reacciones suscitadas por la actitud de Houellebecq permiten subrayar una serie de cuestiones que conciernen al rol de la literatura y en particular de la poesía en una época donde la novela es el género privilegiado de la lectura y de la edición.
Houellebecq es conocido, sobre todo, como novelista, pero también escribe poemas, algunos poemas bizarros que merecen ser escuchados. Su poesía está habitada por la presencia de un cuerpo marchito, por un corazón debilitado, por una serie de miembros hinchados y por una afirmación del mundo en su único reflejo posible: el iluminado mundo de las fiestas de primavera. El hombre, el lector parece excluido de eso. Participa, sí, de otra fiesta: de la danza existencial, simbolizada en lo bailes de salón de moda o de la disco, el baile cotidiano que rima con el pulso del engranaje social. En el universo esencialmente urbano, descarnado, funcional y tecnológico de las ficciones de Houellebecq, la posibilidad de escaparse del sistema constituye una misión muy difícil, si no imposible, al mismo tiempo que el deseo de que todo se detenga y nada funcione se pone de manifiesto.
Lo que sorprende en primera instancia en la poesía de Houellebecq es su recurrencia a la forma fija, sonetos perfectamente escandidos en que el ritmo marcado del verso expresa la angustia del sujeto como una trompada en el espacio imaginario y para agujerearlo no hace falta más que un instante, lo real.
¿Qué sentido se le puede dar al uso del alejandrino a fines del siglo veinte? Después de las vanguardias, la deconstrucción y declaración de la muerte de la literatura, ¿qué sentido se le puede dar a esa forma de lenguaje poético? ¿No parece una extravagancia? ¿Un lujo irrisorio?
La crítica literaria continúa etiquetando: Houellebecq es un escritor de ficción, y en tanto escritor de ficción interesan solo sus novelas. No se lo considera ni poeta ni ensayista. ¿Dónde se encuentra la fuerza poética de los poemas de Houellebecq? Es justamente en su rechazo al juego y la fiesta del lenguaje librado a sí mismo donde encuentra su mayor originalidad. Los versos medidos y rimados de su poesía no cultivan la versificación, pero apelan a la memoria. Su mundo es frío y sin deseo, un mundo que niega sobre todo la fiesta a lo Prévert: la poesía del cortejo, de las canciones, de las chicas lindas y de los juegos de palabras. El autor de El sentido de la lucha le reprocha al de Paroles su visión de mundo plana, superficial y falsa y la detesta sobre todo.
Dos principios de Rimbaud importantes conciernen a la poesía y, en general, a la literatura de Houellebecq: es necesario volverse vidente y hay que ser absolutamente moderno.
La ausencia de ilusión, de realismo mágico, de canto al mundo y de fiesta en las novelas y poemas de Houellebecq obedecen a una conciencia pesimista de nuestra realidad social y a la falta de perspectivas de la civilización occidental. Niega, en consecuencia, toda celebración, toda posibilidad de felicidad y afirma todas las formas de realidad tangible, material: el cuerpo, el espacio, el instante. Si una de las características de la diluida poesía del siglo veinte fue abandonar la pureza mallarmeana del lenguaje, dejando de reconocer a una cierta cantidad de palabras el valor poético, y mezclando el vino con el agua, lo que hace la poesía de Houellebecq no es, en definitiva, otra cosa que aguar la fiesta.
El surrealismo fue la última reivindicación colectiva dentro de la experiencia poética de nuestro siglo. Después de eso no hubo más que respuestas individuales. La poesía no ha modificado la vida como profetizaban los surrealistas. Las manifestaciones de hoy a favor de la poesía a duras penas logran sobrepasar la resignación o el pesimismo. El ensayo de Michel Maulpoix, La poesía a pesar de todo, es el mejor ejemplo de esa actitud resignada que afirma la poesía no como una forma de resistencia activa sino más bien como una forma de supervivencia en un mundo en ruinas, habitado por la ausencia y el desencantamiento. En ese tipo de manifiestos, la poesía alivia a los hombres de su pobre condición, es la compensación de una falta.
Houellebecq se desenvuelve libre en dos direcciones: cada vez más impiadoso y sórdido en la prosa, cada vez más luminoso y bizarro en la poesía.
Traducción del capítulo “La négation de la fête dans la poésie”, correspondiente a Ecrire, traduire et représenter la fête, Universitat de València, 2001.
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