HG: –Algo me hizo pensar en el peronismo como alguien que se adentraba en un terreno desconocido y fascinante, puesto que mi primera inclinación, nunca abandonada por otro lado, era el mundo de la izquierda y la lectura del marxismo. Pero el peronismo era la transfiguración de todo sin abandonar nada, y me gustó encontrarme con muchos sacerdotes ahí. He tenido grandes amistades, tenemos un amigo común, el padre Domingo Bresci. Y después mi cura modelo era el padre Jorge Galli, era en ese momento un cura armado, después tuvo serios dilemas con Montoneros. Y después participé bastante en la política argentina con Brunatti, que tiene un ámbito cristiano peronista, es una figura por la que tengo mucho cariño. Y Galli era un personaje de los curas obreros, discípulo del obispo Podestá. Y era albañil y todas sus metáforas religiosas eran de la albañilería, un cura popular peronista que en su capilla de Pergamino tocaba la campana cuando Boca hacía goles, y los de River iban a protestar y él respondía: “Bueno, si hay goles de River... La parroquia es de todos, vienen y tocan la campana. Yo soy de Boca y toco la campana...” Eso lo recuerdo con gran cariño. A mí me marcó mucho Galli como un cura conocedor de la vida popular, basado en lo picaresco que aparece en tantas novelas. Un cura hedónico digamos y al mismo tiempo con un peronismo popular con grandes metáforas de la albañilería como si fuera masón; era realmente un sacerdote, una sacralidad popular, pero previo a los del Tercer Mundo, previo a Mugica.
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