Lo primero es la familia
Según una investigación que recientemente dio a conocer la Cámara Argentina del Libro, los alumnos argentinos utilizan medio libro por año en promedio (menos que Brasil y menos que la Argentina hace una década) y cada vez sigue bajando más. La Feria, ¿puede hacer algo al respecto?
–Es un tema preocupante. Lo que nosotros hacemos es abrir nuestras puertas para que nos visiten unos 200 mil chicos, que vienen con sus maestros. Si la aprovechan o no ya es un tema que nosotros no podemos decir. Nosotros tratamos de relacionarlos con el libro. El mensaje es que el libro no debe ser impuesto sino que debe ser un placer que se debe descubrir y debemos ayudar a que cada chico lo descubra, sin obligarlos a leer como castigo. Esto es algo que corresponde no sólo a la Feria sino también a la familia, a la escuela. Los padres no leen, en la casa no hay bibliotecas, ¿qué puede sacar el chico en conclusión? Si además losdocentes dan libros horribles para que lean. Por otro lado, tenemos la satisfacción también de recibir cartas de gente joven que nos dice que vinieron a la Feria por primera vez con su colegio y se convirtieron en lectores. Si salen 2 chicos de cada 100 descubriendo el libro, vale la pena.
¿La familia sigue siendo la clave?
–Para mí sí, la familia en grado sumo.
Para Rogelio Fantasía, vicepresidente de la Cámara Argentina del Libro (ver contratapa), la Feria del Libro es sobre todo una vidriera gigantesca, independientemente de las ventas concretas que los expositores concreten, y una manera, también, de mostrar a los niños eso que no saben qué es: el libro.
La Feria del libro, ¿es pura pérdida para los editores?
–No, para nada. Sirve mucho. En principio para demostrar la producción editorial del país. Segundo, porque permite una concentración de la oferta en cuanto a títulos presentados, y quienes van pueden ver los libros y reciben atención personalizada. Y sirve para mostrar el país cultural que tenemos. Y por eso es una de las ferias con más visitantes del mundo.
¿Y económicamente?
–Económicamente hay dos maneras de evaluar a la feria. Una, si uno se dedica a vender, que es el caso de algunas editoriales que tienen puestos de venta importantes dedicados al público en general. Otro es el caso de las editoriales especializadas. Yo sé que mi editorial (Macchi) tiene un catálogo de libros especializados, principalmente de Economía, y el porcentaje de gente a la que le interesa eso es pequeño, pero me sirve para mostrar el contenido de la editorial, la producción, y recibir a visitantes del exterior. Es una inversión: si no se vende en la Feria, se vende al otro día. Y permite, por ejemplo, que los chicos se acerquen a los libros.