Domingo, 23 de noviembre de 2014 | Hoy
Por Enrique Foffani
Hacia el final de la charla, hablamos de otro libro que acaba de salir este último mes dedicado a su trayectoria. Se trata de María Teresa Gramuglio. La exigencia crítica. Quince ensayos y una entrevista, publicado por Beatriz Viterbo y editado por Judith Podlubne y Martín Prieto, una suerte de homenaje que reúne trabajos críticos de Beatriz Sarlo, Adrián Gorelik, Hilda Sábato, Nora Catelli, Mariano Siskind, Sergio Pastormerlo, Alejandra Laera, Nora Avaro, Sandra Contreras y Alberto Giordano.
En lucha con el pudor de no poder hablar de un libro cuyo centro es ella misma, apenas confía algunas reflexiones, de las que se infiere, con cierta timidez, un profundo agradecimiento, ya que cada uno de estos ensayos parece haberle mostrado las vías de lograr algo así como una autocomprensión de su obra crítica, como si hubiera podido darse cuenta de que lo que ha escrito durante décadas contenía en sí una conexión secreta. Sólo ante un libro escrito sobre sí pero por otros, Gramuglio puede descubrir que los cabos sueltos de su trabajo crítico respondían a una estructura, a un programa, a ese “libro imposible” como llamó al suyo propio para decir de algún modo lo que muchos no dicen: no tanto que uno escribe un libro como que es el libro el que lo escribe a uno. Sólo un libro así es un libro. Un poco por humildad intelectual, tan poco frecuente en una era narcisista donde todos son autores consumados, y otro poco porque –como muy bien advierte el subtítulo de este libro-homenaje– sólo se escribe movido por “una exigencia crítica”, la verdad es que estamos frente a una obra crítica sobre literatura argentina que hace historia. Y hace historia por muchas razones –entre muchas otras la conjunción de inteligencia y sensibilidad, por un lado, y una permanente confrontación con un método crítico sin el cual es imposible estudiar con seriedad, por el otro– pero sobre todo porque espejea su propio método crítico de lectura. Cuando Gramuglio piensa “la imagen de escritor”, intenta situar esa figura en el campo literario, ya que todo escritor se piensa a sí mismo ocupando un lugar en él. No sé si Gramuglio ha pensado alguna vez el lugar que ocupa en el campo de la crítica argentina (me atrevería a pensar que no), pero este libro no sólo la sitúa sino que le hace ocupar un lugar más allá de lo que ella misma estaría dispuesta a admitir. Adrián Gorelik vuelve sobre este aspecto no menor y define la de María Teresa como una “escritura partisana”, con cierto gesto rebelde, capaz de leer a contrapelo, como hizo con Sur y, en mayor o menor medida, con casi todos los temas y, también, de arrasar con todo lugar común. Antes y después de sus trabajos sobre el nacionalismo cultural en la literatura argentina y latinoamericana: descoloca las lógicas políticas que restan autonomía al campo de la literatura o se la inculcan y, al mismo tiempo, adjudica los efectos políticos que toda obra literaria suscita en la confrontación polémica –cierto belicismo consustancial permanece siempre en todo acto de lectura– con las otras esferas. Así como su crítica sobre el nacionalismo no es nunca nacionalista, el cosmopolitismo que alienta sus escritos no es vanamente cosmopolita: el dominio de la literatura europea lejos de provocar un apartamiento de la literatura latinoamericana, argentina, regional, santafesina, parece iluminarla y al revés: nuestras literaturas ya pueden dialogar mano a mano con las metrópolis o los meridianos intelectuales, sin complejo de inferioridad. Estos son los puentes que María Teresa Gramuglio ha contribuido a tender en la crítica argentina por los cuales –borgeanamente si se quiere– se puede cruzar para entrar y salir de la literatura nacional.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.