Casi la misma cosa *
POR UMBERTO ECO
Parece que no es fácil definir la traducción. En el Vocabolario della lingua italiana, editado por Treccani, leo: “La acción, la operación o la actividad de traducir de una lengua a otra un texto escrito u oral”, definición por demás tautológica que no se revela más perspicaz si paso a la voz traducir: “Volcar a otra lengua, diferente de la original, un texto escrito u oral”. Dado que en el lema “volcar” se registran todas las acepciones posibles menos aquella concerniente a la traducción, al final aprendo lo que ya sabía.
No me es de mayor ayuda el Diccionario Zingarelli, para el cual la traducción es la actividad de traducir y traducir es “transportar de una lengua a otra”, aun si a continuación propone como definición: “Dar el equivalente de un texto, una locución, una palabra”. El problema, no sólo del diccionario sino de este libro y de toda la traductología, es determinar qué significa dar el equivalente.
La desgracia de toda teoría de la traducción reside en que ésta debería partir de una noción comprensible (y férrea) de “equivalencia de significado”, mientras que a menudo sucede que en muchas páginas de semántica y filosofía del lenguaje se define el significado como aquello que permanece inmutable (o equivalente) en los procesos de traducción. Un círculo vicioso nada desdeñable.
Traducir significa siempre “recortar” algunas de las consecuencias que el término original implicaba. En este sentido, cuando se traduce no se dice nunca la misma cosa. La interpretación que precede a toda traducción debe establecer cuántas y cuáles de las posibles consecuencias ilativas que el término sugiere pueden ser eliminadas. A pesar de ello, nunca estaremos totalmente seguros de no haber perdido un resplandor ultravioleta, una alusión infrarroja.
Pero la negociación no es una tratativa que distribuye equitativamente pérdidas y ganancias entre las partes en juego. También puedo estimar satisfactoria una negociación en la que he concedido a la parte contraria más de lo que ésta me ha dado y aún así, teniendo en cuenta mi propósito inicial y sabiendo que partía en condiciones de neta desventaja, considerarme de igual modo satisfecho.
La celebrada “fidelidad” de las traducciones no es un criterio que suscite la única traducción aceptable (por lo que debe reverse también la soberbia o la condescendencia sexista con que a veces se juzga las traducciones “bellas pero infieles”). La fidelidad es más bien la tendencia a creer que la traducción es siempre posible si el texto fuente ha sido interpretado con apasionada complicidad, es el esfuerzo por identificar aquello que para nosotros es el sentido profundo del texto, y la capacidad de negociar a cada instante la solución que nos parece más justa.
Si consultan cualquier diccionario verán que entre los sinónimos de fidelidad no está la palabra exactitud. Más bien se mencionan lealtad, honestidad, respeto, piedad.
* Fragmentos tomados de Dire quasi la stessa cosa.
Esperienze di traduzione
(Milán, Bompiani, 2003, 396 páginas). Trad. de M.G.