Distancia
POR ROLAND BARTHES
El Vivir-Juntos, sobre todo idiorrítmico, entraña una ética (o una física) de la distancia entre los sujetos que cohabitan. Es un problema temible –sin duda el problema fundamental del Vivir-Juntos y, por ende, de este curso. Sólo aprehendemos este problema por destellos, temas parciales, indirectos. Planteo aquí, brevemente, una forma de este problema (pero no su solución): la distancia de los cuerpos (en el Vivir– Juntos).
El problema puede enunciarse bajo la forma de una aporía, y esta aporía es una cadena:
1. El cuerpo de los otros –del otro– me perturba. Deseo, experimento la energía y la falta de deseo, entro en la táctica agotadora del deseo.
2. De esa perturbación, puedo inducir, fantasmar un estado que la haga desaparecer: la hesychía (tranquilidad, paz): la paz del deseo, la vacancia no dolorosa, la ecuanimidad.
3. Decreto entonces reglas para llegar a la hesychía. Estas reglas son en general de distancia respecto de otros cuerpos, desencadenantes de deseo.
4. Pero al matar el deseo del otro, de los otros, mato el deseo de vivir. Si el cuerpo del otro no me perturba o si jamás puedo tocar al otro, ¿para qué vivir? La aporía está cerrada.
Evidentemente, en el sistema monástico cristiano, el sujeto se detiene en el Nº 3 (reglas de distancia). Rompe la cadena en el momento oportuno, mediante el Telos propiamente religioso: el deseo de perfección. Cambia de deseo, se conecta con otro deseo. Si no desvía su deseo, cae en acedia: es decir, muy exactamente, entre dos deseos. De allí, el rigor minucioso de las reglas monásticas referidas a la distancia de los cuerpos.