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Domingo, 28 de marzo de 2004

La Cruzada estética

El arte tiene, para Lugones, una función pedagógica: es el episodio fundamental de la educación moral. La identificación de estética y ética fue el núcleo –en las décadas del diez y del veinte– de un largo ataque periodístico contra las vanguardias artísticas. Si los grupos vanguardistas argentinos tomaron a Lugones como blanco de críticas no sólo fue porque ocupaba el centro del sistema literario y era ese centro uno de los objetos de disputa. También estaban compelidos a hacerlo porque el escritor defendía una concepción del arte que condenaba toda innovación como subversión. Para muestra valen algunos párrafos.

El triunfo de la antiestética
*

Por Leopoldo Lugones

Hace apenas cinco años, íbamos a reírnos de estas cosas,
en Cours-la-Reine, en el famoso Salón de los Independientes, que Rubén
Darío ha descripto para La Nación alguna vez. Toda esa trapería
desastrada, que aun para farsa de bohemios era excesiva, constituye ahora el
Salón de otoño del Grand Palais. Se aproxima al Louvre...

Lo más indigno es que no se trata de tocados verdaderos sino de gente
que enloquece a hora fija para crear cosas nuevas aunque sean estúpidas;
pues los mercadantes del ramo, a falta de belleza, que es cosa difícil
y escasa, piden novedad: así como los admiradores desean, en una verdadera
crisis masochista de degenerados impúdicos, la consabida flagelación.
Trátase de un negocio vil, pues lo cierto es que algunas de estas creaciones
obtienen buenos precios entre ciertos “rastas”, a quienes les da
por el arte, con el ardor peculiar a sus espíritus de negros. Y hasta
creo que lo encontrarán bello, inaugurando con esto un nuevo género
de estética, todavía más dinamitable que sus innobles personas...

Semejante moda de lo grotesco coincide con el triunfo de la vieja coqueta, o
sea la fealdad viviente que vemos circular pintarrajeada de un modo semejante,
por los balnearios y los tea-rooms lujosos, en la persona de esas ancianas locas
cuyo dominio sobre el gran mundo comporta uno delos más tristes espectáculos
de nuestra época. A tal sociedad, tal arte y tal hogar, diremos luego,
al visitar la exposición del mueble. Sin contar con que ese recuerdo
de la casa y de las viejas descocadas inspira otra reflexión. Nunca fue
tan grande el número de mujeres expositoras; más de un treinta,
casi un cuarenta por ciento sobre el total. Y por cierto que si ha de calcularse
con semejante dato su influencia sobre el arte, ella no puede ser más
desastrosa. Así lo creo, en efecto. La corrupción femenina es
particularmente inclinada al colorinche y al escándalo que este modernísimo
arte manifiesta. Y tratándose de un evidente caso de prostitución,
el feminismo está en su papel.


* Publicado originalmente en La Nación,
28/11/1911.





De la antiestética
*


Por Leopoldo Lugones

Ahora, bien: esta
antigualla lamentable y antiestética es el descubrimiento instrumental
más importante de la actual vanguardia poética o nueva sensibilidad
o ultraísmo, como se denomina el grupo de prosistas jóvenes y
no, para quienes resulta verso todo párrafo de prosa dispuesto en renglones
verticales separados: mientras su invención psicológica, dominante
hasta lo exclusivo, es la metáfora, de no menos venerable historia. Amontonar
imágenes inconexas en parrafitos tropezados como la tos, y desde luego
sin rima: he ahí toda la poesía y todo el arte...

Nada más fácil, en consecuencia, que el hallazgo de tres o cuatro
poetas, por hora y a la vuelta de cada esquina. Expresarse por comparación
es la cosa más fácil que existe; y he aquí por qué
el lenguaje popular es también el más metafórico. Entretanto,
ha desaparecido la emoción, que es el elemento esencial de la poesía
y, sobre todo, la emoción del amor: indicio seguro de egoísmo
y de infecundidad. Porque todo eso es retórica: vale decir, preceptiva
en acción, exactamente como la de aquellos académicos de antaño.
Efectivamente, en el nuevo arte de la referencia, la teoría es mucho
más importante que la creación. El poeta es, ante todo, un psicólogo
y el pintor, un especialista en óptica. Casado según la sencilla
y buena verdad, un poeta debe ser ante todo un poeta, y un pintor un pintor.

Como todo desarreglo social de nuestra época, eso es un resultado de
la bajeza socialista: la misma debilidad moral del odio al trabajo, la aversión
a la fuerza, la noción fraccionaria del hombre, conducentes al nihilismo,
que es su expresión sintética. De ahí también su
rigor antitético y primitivo, en cuya virtud las cosas cambian, pero
empeoran, conforme lo está mostrando el antizarismo de los soviets.


* Publicado originalmente
en La Nación, 26/12/1926.

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