Ya se sabe que el Cedodal parece que anda queriendo crear solito la bibliografía que en otras latitudes son producto de muchos instituciones. El Centro de Documentación de Arte y Arquitectura Latinoamericana que dirigen Ramón Gutiérrez y Graciela Viñuales abrió esta semana una exposición sobre el muy vasto tema de la presencia española en la arquitectura rioplatense. Tan grande es el asunto que no alcanzó con el habitual libro que corona las exposiciones del Centro, y esta vez fueron dos: uno dedicado a la muestra en sí, Españoles en la Arquitectura Rioplatense, Siglos XIX y XX, y el otro un diccionario biográfico que cubre la región entre 1527 y 1825. La muestra además sirvió para presentar el libro de los arquitectos Lousteau y Chebarataroff que cubre el mismo campo en Uruguay.

Hacer la lista de los aportes españoles a nuestra cultura constructiva, a la misma realidad física de nuestro país, sería tan interminable como hacer la de los italianos (tarea que igual tocó el Cedodal en muestras anteriores). El diccionario, con más de mil nombres, da una idea de la enormidad de esa influencia, con sus pocos arquitectos y sus infinitos maestros de obra, albañiles, canteros, herreros, carpinteros e “inteligentes en arquitectura”, etiqueta que cubría personas de cualquier profesión que se encontraban al frente de obras en las lejanas colonias. A estos funcionarios, militares y religiosos se le agregaba el Real Cuerpo de Ingenieros, que con los siglos fue haciendo infraestructura militar y civil, y creando ciudades enteras. Hacer la lista fue un trabajo de años en varios países de Viñuales, Gutiérrez y Alberto de Paula.

La muestra sobre la influencia en el período independiente arranca con el primerísimo y único arquitecto académico que alcanzó a llegar a este lejano sur, Tomás Toribio, cuyos edificios sobreviven en Uruguay –como la conocida iglesia vieja de Colonia– y que murió en Montevideo en junio de 1810, cargado de negros presagios sobre el futuro del Imperio. El libro que acompaña la expo hace lo de siempre con el Cedodal: poner todo en contexto histórico, lo que en el caso de Toribio lleva a una bien tratada explicación del fracaso del proyecto de la Ilustración española. El carozo de la colección curada por Patricia Méndez es –no sorprende– el Modernismo catalán, traído por españoles emigrantes y por argentinos formados por allá como García Núñez, un profesional muy querido por el Cedodal.

La muestra permite ver un tesoro de planos, alzadas y dibujos originales, con fotos de terminación de obra de hospitales rurales en zonas hoy abrumadas por los suburbios y edificios céntricos sobre calles apenas recorridas por algún auto. Como siempre, es notablemente refrescante ver las obras modernistas, tan decoradas, brillando a nuevo, prístinas y en foco. También hay diseños de un estilo que no prosperó, el neoindigenismo, curiosamente popular entre españoles como Angel Pascual, que propusieron la idea del neoazteca. Por supuesto, hay hispanismos y neohispanismos, coloniales y neocoloniales, y se llega al período moderno con nombres como Bonet, Urgell, Calatrava y Bohigas, como para recordar que no toda la influencia española es en sepia.

El 7 de diciembre cierra esta muestra en el Museo del Bapro, y cierra de un modo muy peculiar. Sucede que el edificio de Sarmiento al 300 fue declarado monumento histórico nacional, una de las raras piezas modernas en la lista. Ese día, el Cedodal hace un homenaje a sus autores, con José Antonio Urgell presente, para recibir el diploma de la Comisión de Monumentos Históricos, y un panel entre el catalán y tres arquitectos jóvenes que, como él, nacieron allá y se formaron aquí. El 13 de diciembre se inaugura la nueva muestra del Cedodal, dedicada a los arquitectos rechazados por la SCA.