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Sábado, 7 de marzo de 2009

Esto no es un banco

Pablo Reinoso, diseñador y artista argentino radicado hace más de treinta años en Francia, presenta esta semana en el Malba Enredamaderas, pieza con la que trata de incomodar un poco al diseño.

 Por Luján Cambariere

Asentado como está en su doble rol de diseñador y artista, Pablo Reinoso objeta que, si bien el arte es siempre revisado, el diseño nunca es cuestionado. Postura que adopta Enredamaderas, pieza de su serie de bancos espaguetis que presenta el jueves próximo en el marco del sexto proyecto del programa Intervención del Museo Malba. En principio, un asiento –ubicado en la galería del segundo piso– que invade con sus ramificaciones el edificio. La pieza baja colgando del vacío y vuelve a enredarse nuevamente dando origen a otro banco, ahora en el primer piso del museo.

“Hace unos años decidí incorporar en mi trabajo las sillas y los bancos directamente como materia prima. Mi intención es ‘comentarlos’ plásticamente desde el territorio del arte para ‘sacudirlos’ como objeto de diseño”, dispara. Y parece que Reinoso tiene con qué y definitivamente un porqué. Si bien sus comienzos fueron en el arte (más precisamente en la escultura), con abuelo fanático de la carpintería, una madre que a los tres años le regalara un banco de carpintero y un paso por la carrera de Arquitectura, no resultó extraño que a los pocos años de radicado en París se dedicara en paralelo al diseño en importantes empresas. Desde Givenchy, la emblemática firma de cosmética francesa del grupo LVMH, hasta el fútbol y la Fórmula Uno. Amplio y contrapuesto espectro de pasiones femeninas y masculinas. Parece que, durante esos años, Reinoso lo vio y escuchó todo, sobre todo del feroz marketing que acompaña (o aplasta) a la disciplina y hoy, este espacio en el museo le da el pie justo para reflexionarlo.

“En la tarea del arte, del artista, curadores o teóricos se pasan electrocutando la creación artística para ver qué es lo que queda de verdad. Cuál es el que abrió un campo semántico y cuál no. O sea que de algún modo, pese a que la gente piense lo contrario, es uno de los terrenos donde hay más investigación y más seriedad en cuanto a la clasificación de los valores. En cambio, en el diseño, todo el mundo puede sentarse en una silla porque para eso tiene el culo. Y como cualquiera puede producir una silla y cualquier industria puede reivindicar hacerla, hay un punto donde no se cuestiona nada. La exigencia intelectual es mucho menos fuerte en el diseño que en el arte. Edificios horrorosos u objetos que nunca son reflexionados lo prueban. Por eso, trabajar a partir de un objeto de diseño en un territorio artístico me parece que abre una cadena de significantes muy grande que cuestiona otros objetos de diseño. Hoy por hoy es diseñador quien decide diseñar. Pero es tal la ignorancia y la presión del marketing que todo vale. El estatuto entre marketing y creación en diseño es muy confuso. Es tan nefasta la actividad del marketing que si uno no cuestiona los paradigmas del diseño ganan ellos, y en esa batalla pierde su esencia el diseño”, detalla ahora ya en Buenos Aires mientras ultima los detalles de la puesta.

Pueblo verde

Como en los poemas de Emily Dickinson, las ramas del banco de Reinoso también hacen de las suyas imponiendo su particular ritmo nada menos que en la arquitectura del museo. Suben, bajan, se esconden, se revelan, caen, trepan. Reinoso lo apoda “estrategia vegetal”, que consiste “en imaginar la madera con vida propia, creciendo, buscando la luz o echando raíces por donde quiera y necesite”, afirma. Además, cada banco de perfecta factura tiene un nudo en su respaldo antes de devenir en rama, tal vez advirtiéndonos que no todo es lo que parece o anticipándonos lo que viene.

“Los bancos espaguetis son objetos que, mientras mantienen su forma y su función, respetan el objetivo de diseño para el que fueron creados: bancos públicos. Pero una vez que sus maderas pasan el límite del ‘diseño’, recuperan su capacidad de crecimiento vegetal y comienzan a colonizar y crecer, según su propio programa de vida”, remata.

–¿Revancha de la naturaleza? ¿Un banco que vuelve a ser rama?

–Sin dudas. Una experiencia de hace unos años en una carretera me hizo descubrir el tremendo impacto y poder de la naturaleza. Cómo ella puede cargarse con todo. Y eso al mismo tiempo también me alegró. Saber de su inmenso y sutil poder. Un día hice la conexión de lo que yo llamo la estrategia vegetal (la estrategia de crecimiento de los vegetales). Lo que quiero decir es que el mundo vegetal tiene una estrategia de crecimiento y de vida como todos la tenemos que finalmente es muy sencilla: pasar, buscar luz, agua. Y así, donde te descuidás te aparece una planta que está buscando vida. Y que va a crear un territorio, su territorio. Para un diseñador como yo trabajar a partir de un pattern de crecimiento tan fino como el vegetal es muy interesante. Porque además, de nuevo, lo que a veces no tiene el diseño justamente es peso específico, porque crean boludeces sin cuestionárselas. La naturaleza nunca crea una boludez. Puede crear un horror, pero no una boludez. Por eso yo lo cuestiono. Y ahí nacen estos bancos. Cuando lo asocio con la metáfora de la autopista es que me digo: “Si es así, voy a tratar de colonizar grandes espacios, que es lo que haría una planta”.

–¿Un mensaje ecologista?

–Antes se producía sin medir las consecuencias. Y eso plafonó, aunque ahora no se puede reconvertir todo de golpe. Por eso, volviendo al “sacudir”, durante diez años las tonterías que escuché, la cantidad de plata al pedo que se gasta, que se licua en el aire porque la gente es inculta y lo que son los horrores de los abusos de marketing, en un momento te hace pensar de devolverlo de algún modo.

–Y el trabajar con madera... ¿una vuelta al origen?

–Fue un placer porque yo la había sacado de mi vida, pero volvió más fuerte que nunca. Ahora los estoy haciendo también en aluminio, acero y probando en cemento, pero cada material te pide o permite vibraciones distintas. Este fue concebido para este museo.

* Pablo Reinoso, Enredamaderas. Del viernes 13 de marzo hasta noviembre en el Museo Malba.

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