En Bahía Blanca marcaron a fin de año un doble aniversario. El primer lado del aniversario fue el centenario de los elevadores de granos del puerto de Ingeniero White, dos muy bellos edificios industriales que eran a la vez los prefabricados más grandes de la Argentina. El segundo aniversario es el de la demolición idiota de los elevadores, que fueron vendidos como chatarra en 1978. El administrador de puertos de la dictadura, puesto a dedo y ya olvidado, destruyó los dos edificios prometiendo una “mejora” que nunca llegó. El espigón sigue vacío en el puerto y lo único que tiene encima son las marcas de donde se alzaron los elevadores.

Los dos elevadores de granos fueron comprados llave en mano en Inglaterra en 1907 y se montaron entre 1908 y 1909. Eran grandes estructuras de perfilería de hierro, planchas de hierro y algo de ladrillería, que llegaron desarmadas desde Gran Bretaña en cientos de cajones. Aquí se montaron y se revistieron con chapas, la gran novedad de la construcción rápida en seco de la época. Los elevadores eran enormes, de nueve pisos de gran altura, más sus diez torrecitas. Por abajo, eran una verdadera estación de trenes con seis rieles que permitían descargar otros tantos convoyes ferroviarios al mismo tiempo. A pleno, los silos absorbían 1250 toneladas de granos por hora y podían guardarlos o volcarlos a los buques que anclaban directamente a sus lados.

Para la década del setenta esta tecnología había quedado obsoleta por completo y las promesas eran de instalar nuevas en edificios nuevos. La demolición tomó algunas semanas de fines de 1978 y los edificios se vendieron como chatarra a la empresa del boxeador Horacio Accavallo. A nadie le importó que los elevadores ya figuraran en guías internacionales de patrimonio industrial, y el silencio de la dictadura impidió que alguien se opusiera al negocio.