Sábado, 9 de mayo de 2009 | Hoy
Por Marcelo L. Magadan*
Miércoles 15 de abril, 20.15. Suena el teléfono. Una encuesta del Gobierno de la Ciudad. No es la primera vez que una máquina intenta interpelar a un humano en mi casa, sin mayor éxito. No suele haber humanos a esa hora y mi contestador telefónico no les tiene paciencia a los interrogatorios. Al minuto les corta.
Suena el teléfono y atiendo. Estoy ocupado con otras cosas. Me tienta cortar, pero me gana la curiosidad. Enfrento, sin saberlo, una comunicación que durará unos quince minutos. La voz grabada del locutor me consulta sobre calles, baches, veredas, basura, limpieza, cartoneros... Que si estoy muy de acuerdo apriete acá, si estoy poco de acuerdo, apriete más allá, etc., etc.
Dejando de lado la calidad y pertinencia de los arreglos realizados, la encuesta avanza hacia las propuestas del futuro. Entonces la máquina interpela acerca de los problemas del arbolado público de mi cuadra y remata con las preguntas: a) qué opino sobre la contratación de empresas privadas que solucionen los problemas del arbolado y b) si estoy de acuerdo en que el costo de dichas tareas las paguemos los vecinos en forma directa a las empresas (sic).
Se viene otro kiosquito, pienso yo, y me viene a la mente la imagen de un ministro de la actual gestión que debutó (en la prensa) talando un tótem. Pero no me puedo detener por mucho tiempo en ese pensamiento porque, tan pronto como aprieto el botón que le corresponde a la opción “no estoy de acuerdo”, me asalta con otra pregunta.
Hago un paréntesis: les cuento que esperé por la opción “atender el arbolado público de mi cuadra es función del Estado al que le pagamos nuestros impuestos”, pero la taimada maquinita, que por entonces había consumido diez minutos de mi tiempo, me dejó con las ganas.
Me asalta con otra pregunta, decía. Ahora la amable voz del locutor me indaga por el Parque 3 de Febrero: que si lo visito, a qué voy, si eventos sí o eventos no. Y pensando en el próximo verano, me anticipa las mejoras que nuestros funcionarios piensan implementar: un “gimnasio al aire libre” y la “playa de arena junto a los lagos” (sic).
Tan pronto como escucho esto comienzo, cual energúmeno, a apretar todos los botones del teléfono tratando de recordarle a la maquinita de la encuesta que el parque es Area de Protección Histórica (APH) y que nada de todo eso puede hacerse y qué pensará el CAAP y que ni siquiera habría que perder tiempo y energía en pensarlo...
Para entonces asumo que a la maquinita no le importan nuestros jardines históricos, Thays, la variable patrimonial. No se enteró de que los parques son para el goce y la contemplación de los ciudadanos y que se puede tomar sol acostados en el césped sin necesidad de matar el pasto tapándolo con arena. Pienso que habría que pedirle la renuncia por irresponsable e ignorante. Está jugando con cosas que, como supo decir Joan M. Serrat, no tienen repuesto. El dinero de su contrato podríamos destinarlo a mejorar la salud o la educación. Quizá también a mejor conservar y restaurar nuestros parques públicos.
* Experto en conservación arquitectónica.
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