Plastic Dreams, del matrimonio Fiell, viene a destacar los mejores diseños en este material que aún tiene mucho para dar. Iconos del diseño que marcaron historia.
› Por Luján Cambariere
nEdson Matsuo, el absolutamente genial director creativo de Melissa, firma que sofisticó el plástico al extremo y lo posicionó en el mundo a través de piezas que representan mucho más que calzado, dice que aun ellos (que lo hicieron casi todo) le sacaron sólo un 5 por ciento de provecho. Será por eso que decidió apoyar, diseñando un envoltorio especial, a Plastic Dreams, la primera publicación de la nueva editorial del matrimonio Fiell. El par se hizo archiconocido como editores de la alemana Taschen, hasta que recientemente decidieran abrirse camino solos con Fiell Publishing Limited. Este primer tomo reúne algunos de los mejores diseños en este material. Piezas que dan fe de sus virtudes y versatilidad.
Un repaso que además de ser una joyita para los amantes de la disciplina por la cantidad de íconos que registra, se presenta como una preciada fuente de referencia sobre este material que con más de cien años sigue sorprendiendo y dando que hablar.
Es que cuando se creó –la baquelita fue la primera sustancia plástica inventada en 1907 por Leo Baekeland, de ahí su nombre– el mundo sucumbió ante sus encantos. Por un lado estaban sus múltiples cualidades: maleable, barato, resistente a la corrosión, electricidad, calor e intemperie. Y por el otro, este primer material totalmente sintético del mundo tuvo la osadía de imitar a otros –carey, marfil, vidrio, mármol, madera– y de meterse en absolutamente todas las áreas de la vida humana. Desde la salud, pasando por la alimentación, el transporte y las comunicaciones, dando vida a absolutamente todo tipo de objetos y envases. Basta hojear las páginas de este precioso tomo, que registra creaciones de 1925 hasta nuestros días.
Es lo que hace, didáctico, el ejemplar en su introducción. Destacando sobre todo las etapas doradas. Los comienzos de baquelita. Los años ’30 con la llegada del nailon. Y enseguida otros nuevos tipos de plásticos –el rayón, el celofán, el PVC o cloruro de polivinilo– que se le unieron en la revolución del plástico. Una lista que sigue su camino de éxitos con el acrílico, un plástico termorrígido de enorme proyección por su dureza y transparencia. La década del ’40 que se abre con el poliéster y el plástico de mayor uso en la actualidad, el polietileno. En 1943 se crean los clorofluorocarbonados (CFC) –que logran una serie de éxitos tecnológicos en la refrigeración y los aerosoles– y las siliconas. Botellas de plástico, tazas de aislante térmico de poliestireno, sartenes cubiertas de teflón, contenedores, mostradores de fórmica y tela plástica para cubrir alimentos invadieron la cocina. Con la Segunda Guerra Mundial, el libro señala que se le encontraron nuevas funciones al material, en innumerables aplicaciones militares –máscaras, equipos de radio, tanques–. Finalizada esta etapa, fabricantes y diseñadores comenzaron a pensar en aplicaciones pacíficas. Un ícono de esas búsquedas, festejadas al día de hoy, fueron las del matrimonio de Charles y Ray Eames, quienes usaron una fibra de plástico reforzado creada originalmente para la fabricación de radares y cascos para la creación de su original familia de sillas Plastic Shell Group (1948-1950), para Herman Miller.
También en los ’50 se produce una expansión formidable, en parte por el valor económico del petróleo, a la industria de los caños y tubos, recipientes del más diverso tipo, objetos de uso doméstico como baldes, palas o peines, la industria automotriz (carrocerías, tableros, engranajes), expansión hacia la industria de la construcción e ingreso arrollador en la industria del envase.
Otro hito son los psicodélicos ’70. Cuentan que empresas italianas como Artemide, Kartell y Zanotta les dieron vía libre a los diseñadores para experimentar, en una época en la que el vinilo y el polipropileno ganaban adeptos, con nombres y creaciones admiradas hasta hoy. ¿A saber? El trolley de Joe Colombo, la Taraxacum Light de Achille y Pier Giacomo Castiglioni, la máquina de escribir Valentine de Ettore Sottsass, sumados a las creaciones del danés Verter Panton como las Panton Chair o las emblemáticas de Eero Aarnio.
Fue la crisis del petróleo de 1973 la que puso un alto de algún modo a este camino ascendente. La que se reafirma con la crisis energética global. Vino el tiempo en que el plástico comenzó a ser tildado de kitsch y a tener conciencia de sus implicancias en el ambiente.
Aunque a mediados de los ’80 y hasta finales de los ’90 comienza una segunda época dorada que llega de la mano de creaciones emblemáticas como la de los relojes Swatch (1983) y las sillas inflables Air Chair de Jasper Morrison (1999). Entran en escena los tecnopolímeros empleados entre otros por Philippe Starck, Ron Arad y Antonio Citterio y por supuesto Alessi con Stefano Giovannoni a la cabeza, con una historia que continúa hasta hoy.
La calificación de “hits” también les cabe a los más de cien productos que registra con minucioso detalle el libro. Y al que les vale un comentario en sí mismo.
Desde los primeros modelos en baquelita de teléfonos o máquinas de fotos de comienzos de los ’30, a innumerables utilitarios y objetos que siguen acompañándonos. Las lapiceras Bic, los exprimidores manuales, los tuppers y los absolutamente fabulosos Legos del danés Godfred Kirk Christiansen (lego viene de leg godt, que significa “jugar bien”). Dos veces elegido el juguete del siglo, amados ladrillitos que continúan en producción desde hace más de cincuenta años.
Los asientos más emblemáticos: desde las ya clásicas Polychair en polipropileno y estructura de tubos de metal de Robin Day, un éxito de ventas por su bajo costo. Así cuentan que en Inglaterra, de donde es su creador, no hay escuela, hospital y hasta iglesias que no cuenten con ellas. También la de otro de los pioneros de mobiliario en plástico, las sinuosas Panton, de Verter Panton, y algunas piezas del más increíble diseñador de todos los tiempos, Gaetano Pesce, la Dalila II, producida por Cassina. Los sistemas de contenedores de Antonio Citterio para Kartell y, por supuesto, los objetos para la casa como su cepillo para baño o contenedores como el Mary Biscuit copiados hasta el hartazgo en todo el mundo de Stefano Giovannoni para Alessi. Creados para “dar un efecto sorpresa y traer un poco de alegría al cotidiano”, como detallaran en su catálogo. Algo que sin dudas no puede negárseles a los objetos plásticos. Por supuesto, el libro cita ya al final, y en orden cronológico, los modelos diseñados por Karim Rashid, los hermanos Campaba y el más reciente de Zaha Hadid para Melissa. Maravillosas propuestas en plástico de diseño, que en este caso y como siempre resaltamos, tenemos al alcance.
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