› Por Jorge Tartarini
En las huellas alabeadas de la vieja escalera de mármol de una fábrica, desgastadas por millones de pisadas de trabajadores durante años. En las manivelas de los tranvías y los volantes de los colectivos, deformados en interminables jornadas de trabajo. En las formas redondeadas del mango de la escofina, del cincel, del cepillo de acero... En la caja de herramientas de madera con bordes astillados y ennegrecidos. En los cascos de latón y los huesos tullidos de los mineros. En las manos entintadas del tipógrafo. En los pechos acorazados por el calor de la fragua del herrero. En las espaldas encorvadas de cientos de miles de indígenas que acarrearon la plata del Potosí y el oro mexicano para la metrópoli. En los archivos de los hospitales obreros y sus secretos a voces. En las fotos familiares de las colonias obreras: la candidez del niño, la mirada desafiante del joven y el semblante diezmado del viejo, al final de su paso por la fundición, el aserradero, la usina, el frigorífico, la curtiembre, la fábrica... Qué sencillo capturar testimonios del trabajo, del esfuerzo y de la producción en estas escenas. Qué complejo encontrar reconocimientos a la fuerza del trabajo colectivo, anónimo y trascendental. Cierto es que se ha avanzado y hoy más que ayer encontramos monumentos sobre los valores del pasado fabril. Pero falta tanto por hacer. Y también preguntas por responder. El magnífico poema de Bertolt Brecht “Preguntas de un obrero ante un libro” coloca la cuestión en su verdadero espesor histórico:
Tebas, la de las Siete Puertas, ¿quién la construyó?
En los libros figuran los nombres de los reyes.
¿Arrastraron los reyes los grandes bloques de piedra?
Y Babilonia, destruida tantas veces,
¿quién la volvió a construir otras tantas?
¿En qué casas de la dorada Lima vivían
los obreros que la construyeron?
la noche en que fue terminada la Muralla china,
¿adónde fueron los albañiles?
Roma la Grande está llena de arcos de triunfo.
¿Quién los erigió? ¿Sobre quiénes triunfaron los Césares?
Bizancio, tan cantada,
¿tenía sólo palacios para sus habitantes?
Hasta la fabulosa Atlántida,
la noche en que el mar se la tragaba, los habitantes clamaban
pidiendo ayuda a sus esclavos.
El joven Alejandro conquistó la India.
¿El solo?
César venció a los galos.
¿No llevaba consigo ni siquiera un cocinero?
Felipe II lloró al hundirse su flota.
¿No lloró nadie más?
Federico II ganó la Guerra de los Siete Años.
¿Quién la ganó además?
Una victoria en cada página.
¿Quién cocinaba los banquetes de la victoria?
Un gran hombre cada diez años.
¿Quién paga sus gastos?
Una pregunta para cada historia.
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