Sábado, 18 de diciembre de 2010 | Hoy
Todo a último momento, pero a tiempo: la Legislatura renovó la 3056, creó el APH City, reformó el Código y catalogó varios edificios y obras de arte. Y, con gran velocidad, detuvo la demolición de La Cuadra y La Imprenta.
Por Sergio Kiernan
Le costó las uñas comidas hasta la raíz a más de uno, pero el lunes a la tarde finalmente ocurrió y la Legislatura porteña cerró el año con una catarata de proyectos patrimoniales aprobados. Se renovó la 3056, se votó en primera lectura la formidable APH City, se protegieron murales y pinturas, se catalogaron edificios y conjuntos, y por fin se votó la ley que exime a los edificios históricos de tener que cumplir todas y cada una de las medidas de seguridad que ordena el actual código. Y en una muestra de energía elogiable, se votó en primera lectura la protección de La Cuadra y de La Imprenta, fruto directo de la movilización de los vecinos. Realmente, feliz Navidad.
Pese a que el CAAP es casi, casi, una farsa en la que hasta Cultura vota sistemáticamente por las demoliciones, es lo que hay y no había que perderlo. La ley 3056 rige por un año, que se vencía el último día de este mes y dejaba en un desagradable limbo a cientos de edificios “estimados” por el Consejo. Como los expedientes se apilan, la mayoría no tiene todavía estado parlamentario –no llegaron a la Legislatura– y no disfrutan de la protección frente a la piqueta que les da el simple hecho de entrar por ventanilla. Con lo que se veía venir un primero de enero de demoliciones de urgencia, para aprovechar el aparente vacío legal. El voto del lunes evita este peligro.
Otro proyecto de fuste que se votó en primera lectura es la creación de un APH en la city porteña, oficialmente llamada Catedral al Norte. La idea de Patricio Di Stefano, que preside la Comisión de Patrimonio, es ambiciosa y busca crear una amplia zona protegida que va del APH1 y el entorno de Plaza de Mayo hasta Plaza San Martín. El sector abarca el microcentro, la zona bancaria y ese despunte de Barrio Norte pasando Córdoba, con muchos edificios de primerísima. El hermoso proyecto cataloga masivamente estos predios e introduce reglamentos únicos, como que la obra nueva no reciba excepciones de ningún tipo, que el entorno sea obligatorio y manden los vecinos más viejos en cosas como basamentos y texturas, y que no se puedan hacer más torres exentas. Para mejor, al pasar a ser APH el centro tendrá que limpiarse de carteles y carteleras.
Los vecinos de La Imprenta y La Cuadra hicieron este martes una asamblea alegre para festejar la buena nueva de que los dos edificios históricos se salvaron de la piqueta inminente. Resulta que el 31 de diciembre se vencía el contrato del restaurante que ocupa La Cuadra, que sólo tiene otros tres locales ocupados y muestra en un cuarto, ya cerrado, los cateos de suelos para la futura torre. Esa noche estaban representantes de la Defensoría del Pueblo, que ayudó y mucho, y Mónica Capano, titular de la Comisión de Preservación del Patrimonio porteño. Los vecinos estaban encantados con que la situación hubiera cambiado tan rápido, y algo asombrados porque el voto fue de 53 a favor, tres abstenciones y tres ausentes, con ningún diputado votando por la piqueta.
Capano encarriló el festejo explicando la larga lista de trucos que tienen los especuladores para dar vuelta una situación así. Como el más sabido es el del deterioro terminal que concluye con la situación de derrumbe de facto y luego demolición, Capano alertó a los vecinos para que se organicen. Ni se molestó en explicarles que la punición a este tipo de avivadas sigue en el limbo y fue directo a una clase de armado de ONG: roles claros, ayuda externa, vigilancia, comunicación. Luego de explicar que lo que se votó fue la primera lectura, les contó cómo anotarse para las audiencias públicas que vienen y les pidió que identificaran entre ellos quiénes podían explicar sus posiciones. Los vecinos se entusiasmaron y empezaron a recorrer ese camino.
Queda por ver quién se hará cargo del papelonazo que hizo el CAAP, que autorizó como si nada la demolición con uno de sus “desestimados”. Ahora tienen la oportunidad de revisarlo, ya que quedó en evidencia el “valor social” de estos dos edificios.
Hay arte en el paquete del lunes. Di Stefano vio la primera lectura de su idea de declarar como Bienes Integrales del Patrimonio a las pinturas de Augusto Juan Fusilier en la iglesia de Barracas. Teresa de Anchorena, fundadora de la Comisión de Patrimonio, ya no es diputada pero dejó en marcha varios proyectos, entre ellos el que acaba de pasar la segunda lectura y consagra como patrimonio los murales del Grupo Espartaco.
También se catalogaron varios edificios individuales, como el de Virrey del Pino 2446, Independencia 3051/65 y Monroe 5114. Y se preserva la chimenea de Larrazábal 728, un gesto peculiar, y el Cine Gran Rivadavia. La plaza Coronel Martín Pringles, en Larrazábal y Caaguazú, pasó a ser Sitio Histórico, lo que impide –se avisa aquí– que algún genio del urbanismo la remodele por completo.
Pero las dos leyes que más afectan a edificios patrimoniales individuales son las que cambian las reglas de refaccionamiento y protegen conjuntos. Di Stefano logró que se aprobara, finalmente, con segunda lectura, la protección de un conjunto muy representativo de edificios Art Déco que incluye a los famosos de Virasoro en la calle Agüero. Y Silvina Pedreira también logró la aprobación final de su ley que incorpora el capítulo de recuperación urbana al Código de Planeamiento Urbano en lo que hace a excepciones para edificios anteriores a 1977. Resulta que esto era un arrecife muy grave para reciclar y reutilizar edificios patrimoniales, ya que si se los pasaba a usar comercialmente, con público, había que destruirlos para adaptarlos a las nuevas normas de seguridad. Es el caso de la belleza de Corrientes entre Alem y 25 de Mayo, que perdió su elegante escalinata por la orden de hacer una escalera de presión, un acto de vandalismo ineludible si se quería habilitar el lugar.
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