Basta de Demoler logró un amparo para frenar las obras en la plaza Intendente Alvear, pero siguieron cavando sin tocar los árboles. Esta semana se amplió el pedido y crecieron las preguntas: ¿por qué ahí?
› Por Sergio Kiernan
En la semana en que hubo una tragedia tan grave, tan evitable como la del tren en la estación Once, es difícil concentrarse en otros temas. Como se explica en la columna de Facundo de Almeida, esa línea debería haber recibido hace rato inversiones mayúsculas dentro del plan del Corredor Oeste, que enterraría las vías en trinchera techada, creando un gran parque lineal y revolucionando el tránsito porteño. Esto implicaría, naturalmente, cambiar todas las vías y equipamientos desde por lo menos Liniers, una inversión también necesaria.
Es que todo el esquema de transporte urbano de la ciudad se cae, literalmente, de viejo. Quien tenga la máquina del tiempo y pueda volver a los años de la Corporación del Transporte, hace setenta años, encontrará una Buenos Aires muy distinta. Pero podrá recorrer esa urbe sin problemas porque los colectivos serán los mismos, con los mismos números y en los mismos recorridos. Es que, desde que el mundo es mundo, el 84 corre de Constitución a Villa del Parque, el 134 pasa por Flores y el 86 cruza la ciudad por Rivadavia.
Esta rigidez es notable, ya que los cambios son menores –alguna avenida cambia de mano, alguna calle se hace peatonal– y los barrios que hace más de medio siglo estaban aislados, siguen ahí, casi sin servicio de transporte, como pueden atestiguar los habitantes de Devoto, por ejemplo. No hay, claro, ningún plan, ninguna idea de “relanzar” áreas urbanas para descomprimir la densidad del lado norte, lo que implicaría una mejora del transporte público como señal de intención.
Lo que sí hay es un subte en construcción y eso despierta la pregunta: ¿por qué un subte? La respuesta es justamente que esté “en construcción”: el macrismo es una colección de constructores, de arquitectos-empresarios, de profesionales al servicio de esa actividad, de gente que ve el tejido urbano como una colección de oportunidades de negocio. Los colectivos no necesitan que les construyan nada, los subtes son contratos de gran magnitud.
La línea H, que cruza la ciudad de sur a norte, es una buena idea que está mostrando la hilacha al llegar a Recoleta. Quien recorra Pueyrredón-Jujuy verá cómo fueron surgiendo las estaciones como fosas en las veredas, la habitual forma física que indica ese lugar urbano. Se podrá comparar la berretez contemporánea de herrerías con las estaciones anteriores, se podrá compadecer a los vecinos que tendrán que ver todos los días la señalética exagerada, fea, de los accesos. Pero no habrá mucho que decir sobre la obra en sí: una trinchera, una escalera que baja.
Pero esta idea cambia al cruzar la avenida Córdoba hacia el norte. Aquí se entra en una zona comercial superior en valores y movimiento, se cruza una barrera invisible donde termina el Once y arranca Barrio Norte rumbo a Recoleta. Los alquileres trepan la escala, el metro cuadrado vale y el gobierno porteño empieza a hacer cosas raras. Como expropiar locales y más locales para hacer, supuestamente, accesos al subte integrados al volumen de edificación.
Esto es raro y llamativo, aunque no único. Cerca de Plaza San Martín hay accesos así al subte, metidos hasta en un arranque de galería comercial, ya que las veredas coloniales no dejan lugar para otra cosa. Es una solución poco común porque la 9 de Julio y las Diagonales absorben buena parte de los accesos en el Centro, pero no es ninguna aberración. Sólo que no es tan explicable sobre la avenida Pueyrredón, que no tiene veredas coloniales, sobre todo pensando en los valores que implica esta opción.
Al llegar a Las Heras, los problemas se ponen todavía más pintorescos. La plaza Emilio Mitre ya fue devastada frívolamente para hacer un estacionamiento de la manera más barata posible. Al contrario que en otros casos, no se cavó bajo la añosa arboleda sino que se trabajó a cielo abierto. Los árboles fueron asesinados y lo que fue una plaza es ahora un espacio de cemento con canteros y arbolitos de especies estrábicas, que algún día crecerán. Para mejor, el mal gusto del macrismo mezcló las farolas originales, de hierro fundido, con los farolitos chinos que tanto parecen gustarle.
Y esto es la primera etapa de la obra, porque todavía falta hacer la estación, con lo que lo que quedó de la plaza corre un riesgo real de desaparecer. Como se sabe, el lugar será grande porque incluye locales bajo tierra y nada indica que será construido por tunelera, como las demás estaciones, algo que parece resultarle demasiado costoso y molesto al gobierno porteño.
Con lo que los eventos en la plaza Intendente Alvear no deben sorprender. La semana pasada, Basta de Demoler logró un fulminante amparo para que no tocaran los árboles que quedan en el obrador, piezas plantadas en la década de 1890 por Carlos Thays. La ilegalidad de la obra es tan clara, que el juez decretó la paralización en cosa de horas: el lugar es un Area de Protección Histórica, que implica legislación especial y protege los parques de manera particular. Es alucinante que un juez tenga que impedir que se destruya un corredor verde iniciado en la década de 1880 como continuación hacia el Centro del flamante Parque Tres de Febrero.
Tampoco se entiende para qué quiere poner el gobierno porteño la entrada de la estación precisamente en ese lugar, tan alejado de todo. Como se sabe, la esquina de Pueyrredón y Libertador se compone exclusivamente de parques, con el Design Center a un lado y edificios sólo a partir de la esquina en diagonal de Azcuénaga y en ángulo recto de Levene, a casi una cuadra de distancia. Los pasajeros tendrán que caminar un buen trecho...
Lo que seguramente ocurre es que, nuevamente, es más barato destruir unos cuantos árboles, que igual crecen de nuevo, para hacer una obra más barata a cielo abierto. Que esto equivale a ver las plazas como lotes disponibles ni siquiera mella la psiquis macrista, que ve la ciudad entera en esos términos. Que esto permita eventualmente conectar directamente la estación con un shopping es un atractor, una ecuación de lo más oficialista. ¿Habrá locales previstos también aquí?
Mientras, los abogados de Techint deben haber leído con esmero el amparo del juez Scheibler, porque los trabajos siguieron todo el fin de semana largo, pero sin tocar los árboles. Como se ve en la tapa, en imágenes de un video realizado este fin de semana, los paraísos quedaron como al borde de un precipicio. El miércoles, primer día laborable, la letrada de Basta de Demoler, María Carmen Usandivaras, amplió su escrito pidiendo que se paralicen todos los trabajos de cualquier tipo y caletre en la plaza. El objetivo es enterarse de qué anda planeando el gobierno porteño, muy chuzo a la hora de mostrar planos y proyectos.
Lo mismo buscó la Defensoría del Pueblo porteño este jueves, con un escrito exigiendo informes. El defensor adjunto Gerardo Gómez Coronado le envió sendos escritos a Subterráneos de Buenos Aires y a la Dirección General de Interpretación Urbanística. A la empresa mixta le preguntó si había pedido permiso a la DGIUR para andar moviendo árboles, a la dirección general si estaba al tanto del proyecto y sus consecuencias.
Una recomendación para el entretanto: que dejen de decir que van a trasladar “los árboles”. Primero porque no vale ponerlos en otro lugar sino dejarlos donde los plantó Thays, en un parque tan equilibrado. Segundo porque en todo caso lo que estarán trasladando son las palmeras, especie trasplantable en su madurez. El resto de los ejemplares no sobrevive semejante violencia.
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