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Ale Bara (Alejandra Barahona) es una auténtica ciudadana del mundo con múltiples intereses, lo que genera un cóctel explosivo de creatividad que comparte y comunica desde todo tipo de redes sociales. Nació en Guatemala y desde hace unos años se pasea por donde las oportunidades la lleven. En sitios tan opuestos como atrayentes: Noruega, Nueva York, Mombasa y Beijing.

Estudió diseño industrial, aunque se gana la vida desarrollando también sus otras grandes pasiones, la ilustración, la pintura, la fotografía y el diseño editorial, con exposiciones en Guatemala, Oslo, Londres, Ontario, California, Nueva York, Brooklyn, Long Island y Baja California. La conocimos por su blog, El Chiltepe, una revista de diseño on line que realiza junto a un grupo de guatemaltecos dedicados a la búsqueda de todo lo relacionado con el diseño y arte en general, desde tendencias, materiales, tecnologías, novedades del medio, eventos y concursos, sobre todo latinos. Un medio bautizado así en honor, según cuentan, a un “chilito guatemalteco, pequeño pero muy picón que siempre te deja con ganas de más”. Inquieta, a falta de movida propia en su país, Bara pone la brújula donde el trabajo la requiera y donde el lugar la invite a vivir nuevas experiencias, por eso sus proyectos son de lo más versátiles. Ahora, momentáneamente desde Costa Rica, adonde fue a participar de un congreso de diseño y una muestra de ilustración, lo cuenta.

De Centroamérica a Asia

“Estudié diseño en mi país, en la Universidad Rafael Landívar, pero como allí todavía está todo muy verde en cuanto a la disciplina, en cuanto pude viajé a Noruega para seguir formándome en diseño de producto y packaging en la Norwegian University or Science and Technology de Trondheim en el 2005. Obviamente, en paralelo siempre seguí desarrollando mi otra gran pasión, que es la ilustración”, cuenta. Todo es motivo de interés para Bara a la hora de dibujar, desde personajes que se topa en la calle, colegas, amistades, a temas que la desvelan como la polución, la tecnología, el amor, el futuro u otros para los que la convocan conociendo su talento. Los que siempre mixtura con sus otros trabajos proyectuales.

De Noruega, un país sinónimo de diseño, aplicó a un trabajo en Nueva York. El puesto era para desarrollarse en mobiliario y marketing en un megaestudio de interiorismo, el Diane Paparo Associates, donde estuvo desde el 2006 al 2010. Pero, como les pasa a muchos, si bien en lo laboral significó jugar en las grandes ligas, donde pasa aparentemente toooooodo, el mismo vértigo la saturó y decidió, aventurera, irse a los antípodas: aplicando a un voluntariado en Kenia como consultora de diseño y marketing.

“Me tomaron para una empresa, una fábrica de muebles donde el setenta por ciento del personal de la carpintería son personas con alguna discapacidad motriz o sensorial, la Likoni Quality Furniture de Mombasa. Allí les ayudé con el marketing y el diseño de las tiendas, y dejé tres colecciones de muebles diseñadas. Obviamente la experiencia fue increíble y lo opuesto a la americana. Adaptarse a otros tiempos, realidades, necesidades. Todo un aprendizaje que disparó, entre otras cosas, aún más mis ganas de pintar y que devino en la colección de pinturas porque obviamente esa cultura tan distinta y llena de colores y paisajes fue una inspiración total”, relata. “Otro trabajo muy lindo que hice allá fue colaborar con los manuales de uso y algunas imágenes para el branding de una silla de ruedas para niños que desarrollaron en la empresa. Ese trabajo tuvo mucha repercusión, y estando allá también recibimos un premio por la mejor decoración en la Mombasa Home Expo, cuestiones que fueron muy importantes para el desarrollo del emprendimiento”, suma.

“Terminada la experiencia en Africa –continúa– partimos con una amiga, también diseñadora –Chinitas Yon Mendizábal– a Asia. Fueron seis meses de viajar por China, Vietnam, Camboya, Malasia, Tailandia y Myanmar, con momentos de relax, estrés, sustos, risas, aprietos, hacer amigos, comer cosas nuevas, medicina china y muchas más cosas que nunca olvidaré.” Y que nuevamente sirvieron de fuente de inspiración, ya que Bara ahora piensa comenzar justamente una serie de ilustraciones sobre medicina oriental.

“La verdad, tenía una dolencia en un brazo, en los tendones, algo muy doloroso y grave para alguien que pinta y dibuja, y se curó con la increíble medicina china. Yo creo mucho en su modo de entender el cuerpo y el espíritu. En el poder de la energía. Y ni hablar de los hallazgos en técnicas y materiales en pos del diseño y la artesanía. En Vietnam, por ejemplo, quedé enloquecida con una técnica para pintar con cáscara de huevo. En Beijing, además, nos quedamos tres meses trabajando, remodelando un café.”

¿A seguir viajando? “La verdad es que soy joven y, por ahora, voy donde la vida y el diseño me lleven. Cada viaje aporta lo suyo en imaginarios y su gente. De Noruega me encantó que todos fueran tan educados, la tecnología, esos megamateriales. Todo tan ordenado, opuesto a Guatemala. Nueva York es adrenalina y ese hambre que tienen todos de salir adelante, encontrar su lugar y obviamente un diseño alucinante. Kenia fue, por resumirlo de algún modo, aprender a ejercitar la paciencia, el trato con la gente. Pero también llenarme de esos colores, tierras, técnicas que ya se empiezan a reflejar en mi diseño. Abrió una puerta enorme para aprender otra perspectiva de la vida que no es poco. Fue vivir en otro país del Tercer Mundo como el mío, pero tan distinto. Y qué puedo decir de Asia, quiero volver!”