Patrimonio en hierro
La Ciudad realizó un seminario sobre preservación de piezas de arte público y mobiliario urbano de origen francés realizados en hierro. Un paso más en el trabajo de preservar ese patrimonio.
Hace ya tres años que la Subsecretaría de Patrimonio Cultural de la Ciudad viene catalogando el mobiliario urbano y las obras de arte en hierro de origen francés que ornamentan Buenos Aires. Esta semana, Cultura realizó un seminario abierto a los especialistas y al público sobre Revitalización y Restauración de Obras de Arte y Mobiliario Urbano de Procedencia Francesa del siglo XIX. Como el reciente que trató sobre cerámicas y mayólicas italianas, el curso es de primera A.
Los temas del curso incluyeron las fuentes francesas, los problemas y usos del catalogamiento y relevamiento, la recuperación de piezas, las esculturas y, como una constante de toda la actividad, el constante intercambio de experiencias, técnicas y políticas entre los participantes. El curso fue realmente multinacional: participaron Elizabeth RobertDehault, presidenta de la Asociación para la Salvaguarda del Patrimonio Metalúrgico, Francia; los argentinos Gladys Pérez Ferrando, Teresa Espantoso, Carlos María Toto, Ricardo González, Carlos Alberto Estévez y Sebastián Katz; José Bernardo Salazar, de Brasil; el arquitecto Miguel Saavedra, director de Obras Municipales de Santiago de Chile; el uruguayo Mario Páez Moreira y los brasileros Jobson Figueiredo y Genevieve Remy.
Elizabeth Robert-Dehault, que desde hace 13 años estudia el patrimonio industrial de la región francesa de donde proviene la casi totalidad de las piezas de hierro en cuestión, aporta un dato sorprendente: el principal patrimonio se encuentra en América latina. “Se exportaba a 60 países, pero de lejos la mayor cantidad se compró en este continente,” explica. La experta concibe este patrimonio como “una colección global que hay que preservar en el mundo entero”, formada por piezas “que ya tienen doble nacionalidad: son francesas y también son ciudadanas simbólicas de sus países compradores.”
Robert-Dehault agrega otro dato llamativo, el del buen estado en que suele encontrar las piezas sudamericanas. “El clima es más favorable aquí que en Europa para esa tecnología,” explica. Los problemas más graves son el vandalismo y “el desplazamiento de las piezas, que perdieron su función de organizar y decorar el espacio.” Este es un fenómeno que el brasileño Jobson Figueiredo, escultor y dueño de una empresa dedicada a la restauración de este tipo de piezas, resume en una frase lapidaria: “El hombre rompe más que el tiempo. La falta de respeto al patrimonio es el peor problema”. Junto con Genevieve Remy, una francesa con muchos años de brasileña, Figueiredo trabaja en relevamientos, educación, estudios de las piezas en sí y en lograr un marco legal que las proteja.
Todos estos especialistas están formando una red de contactos entre sí y con Robert-Dehault, que recibe identificaciones de piezas y fotos para ubicarlas en los vastos catálogos de las fundiciones francesas, como el que ilustra esta nota. Como muchas piezas no tienen ninguna marca de origen o época, los catálogos son la única forma de identificarlas. La arquitecta María de las Nieves Arias Incollá, directora de Patrimonio de la Ciudad, es una de sus “clientas”. “Aceitar estos contactos es uno de los objetivos de este seminario,” explica Silvia Fajre, subsecretaria de Patrimonio Cultural de la Ciudad. “Tenemos muchas piezas de alto valor y los pasos siguientes son entrenar profesionales para su cuidado. Interconectarnos con otros países es esencial.”