CON NOMBRE PROPIO
La case de cousin Paul es un emprendimiento francés que crece de forma exponencial de la mano de una idea simple y artesanal.
› Por Luján Cambariere
Tal vez por ser la primera forma, la más perfecta, la universal, todos amamos la esfera. Si encima se ofrece en la más amplia paleta de colores y con luz dentro, un precioso pack para regalar y un buen sistema de venta: ¡bingo!
Todas estas cuestiones, aunque sin dudas algunas más, seguramente han influido para que una franquicia se empiece a diseminar por las principales capitales del mundo con un emprendimiento absolutamente simple pero encantador: se trata de La case de cousin Paul con tiendas primero en París (más precisamente en el bello barrio de Montmartre) y ahora también en Barcelona y corners en cientos de ciudades más, para la venta de pelotitas de los más increíbles colores en versión guirnaldas o grandes luminarias. Siempre artesanales, siempre con una luz cálida.
En 2003, Sophie Daspremont-Cognault conoce a Stephan. Viajando por Tailandia, la pareja descubre a Atthakrit, un artesano que confeccionaba pequeñas pelotas coloridas que vendía ya en un packaging especial. Ellos, y como se ocupan de aclarar, su historia de amor, enseguida le dieron otra dimensión mayor al negocio, multiplicando los colores y dándole la posibilidad a cualquiera de que creara con ellas sus propias luces de fantasía (fancy lights) que se convirtieron enseguida en objetos de decoración. No sólo bellas guirnaldas, sino grandes luminarias y hasta esculturas de luz. Así, las luces que nacieron de 7 cm, ampliaron su rango (ahora vienen en una variedad de tamaños (25, 31, 36 y 42 cm), pero la dupla sigue manteniendo el respeto por el trabajo artesanal. Un proceso que ahora ofrece más de 50 colores en un objeto que todos podríamos hacer, a todos nos resulta familiar, pero que ellos lograron perfeccionar en los talleres que tienen en Bangkok y Chiang Mai. Hilo de poliéster, explican, y las manos mágicas de excelentes artesanos que mediante un movimiento circular regular logran estas bolas perfectas. Luego las dejan secar al sol o en hornos especiales para que luego partan a las diferentes metrópolis donde hoy hacen furor. En tonos brillantes o más naturales, y en kits que parten de 20 en adelante y que son armados en un taller para personas con capacidades especiales.
¿Cuál creés que es el secreto del éxito del emprendimiento? Los colores, el pack, la puesta de los locales...
Sophie Daspremont–Cognault –Creo que lo más importante es lo simple que es. Son sólo pelotas. Siempre pensamos en hacer nuestro concepto y nuestras tiendas más y más hermosas e interesantes, pero sin dejar de lado la simpleza. Por supuesto que ser sencillo a veces es lo más difícil. Luego creo que el secreto del éxito está en la sumatoria: la manera en que creamos nuestro merchandising, nuestras pantallas, pero siempre con las pelotitas como el centro de todo. El éxito se debe también al color y la luz que generan, que es super agradable y es casi una terapia. Nos parece que nuestros clientes deben divertirse y disfrutar de ellas tanto como nosotros. Y que cuando vuelvan a casa (suelen ser un excelente souvenir de viaje), se acuerden de París, la Torre Eiffel, el Moulin Rouge, la Sacré Coeur y La case de cousin Paul (La caja de primo Paul)... sin ser pretenciosos ... estoy bromeando.
¿Fue difícil mixturar el negocio con lo artesanal?
–No realmente. Sobre todo porque fue algo que fue creciendo paso a paso. Desde el principio tuvimos que ir comprobando todo, refrendándolo de forma muy personal, por lo que no fue un crecimiento tan rápido y pudimos controlarlo. Lo más lindo es que estén hechas a mano y eso no lo vamos a cambiar. Porque hace cada producto único y eso es lo mejor de nuestras luces. Lo hacemos todo de una manera muy sincera y creo que por eso a todo el mundo le gustan. Es una historia de amor muy simple. Cuando abrimos nuestra primera tienda, que era extremadamente pequeña (siete metros cuadrados) lo hicimos sin saber que luego el negocio sería tan grande. Por supuesto que creíamos en él, pero el éxito estaba a la vuelta de la esquina. Y una cosa divertida de contar es que teníamos 6000 bolas de stock para comenzar y las vendimos todas en la primera semana, por lo que tuvimos que cerrar la tienda y esperar para que otras pelotas llegaran, que tardaron dos semanas. Para nosotros fue una idea genial y por suerte a muchas otras personas les parece así.
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