Un último papelón hace que Juan Martín Repetto renuncie a la Comisión Nacional de Monumentos Históricos, mientras los enemigos del casco histórico de Goya preparan nuevas movidas.
› Por Sergio Kiernan
El martes de la semana pasada ocurrió algo positivo: Juan Martín Repetto, el echado ex secretario de Obras Públicas bonaerense, renunció a la presidencia de la Comisión Nacional de Monumentos, Museos y Lugares Históricos. Avisando que no sentía “apoyo político” a su gestión, Repetto y su vocal más cercano se fueron de la entidad. Para hacer una profecía facilonga, no será extrañado porque no se notará, excepto tal vez por alguna mejora, su falta al frente de la comisión.
Más que falta de apoyo político, lo de Repetto fue una curva descendente de creciente velocidad de impacto. Primero perdió su puesto bonaerense cuando se le cayó en una tormenta la capilla platense donde se casaron Perón y Evita, papelón indefendible bajo gobierno peronista y a un año de tener los fondos y realizar “estudios”. Luego fue quedando cada vez más en claro todo lo que la comisión no hacía, en particular su completa anomia frente a las grandes batallas vecinales por el patrimonio y su altanera negativa a “bajar” a hablar con ONG.
Lo que tal vez fue el golpe final fue otro papelón, éste especialmente doloroso. Resulta que el 14 de marzo, el gobierno porteño se dio el lujo de clausurar una obra que Repetto había autorizado en uno de los lugares más simbólicos del país, el Cabildo de Buenos Aires. Fue increíble, porque la denuncia la hizo un verdadero enemigo del patrimonio, el diputado PRO y vicepresidente primero de la Legislatura, el poquísimo sutil Cristian Ritondo. Para dar una idea de lo que significa que Ritondo te acierte en una, baste decir que esta semana propuso un proyecto de ley para que la plaza de Flores pasara a llamarse Papa Francisco, sin saber siquiera que la ley indica que tienen que pasar diez años desde la muerte del homenajeado para que se pueda hacer eso.
¿Qué estaban construyendo en el Cabildo? Como se ve en la tapa, el ladrillerío era un naciente restaurante que iba a ocupar buena parte del patio del Cabildo, que es tal vez el Monumento Histórico número uno de la lista (lo es desde 1933). La excusa es que el bar y restaurante iba a ser de la Fundación Fondo para el Patrimonio Argentino, que ya opera desde 2003 el bar existente en la parte delantera del patio. Resulta que este bar es una estructura liviana, semipermanente, más que nada un techo con paredes vidriadas, visualmente menos oneroso y materialmente más fácil de desaparecer cuando fuera necesario.
Por razones desconocidas, los concesionarios decidieron mudarse al otro extremo del patio, contra la medianera, y construir algo menos liviano y más permanente. Según parece, el tema se trató en la comisión en el verano de 2012 y Repetto lo giró a la Secretaría de Cultura en marzo de ese año.
El papelón es particularmente grave porque nadie se encargó de vigilar que mínimamente hubiera un cartel de obra, un número de permiso. Para peor, resulta que el lote donde se alzan el Cabildo y sus edificios anexos es, legalmente, cuatro parcelas, tres de propiedad de la misma Ciudad. Y para peor de peores, los edificios anexos –esos neocoloniales atrás del Cabildo– alojan justamente las oficinas de la comisión.
En fin: Ritondo presentó un proyecto de repudio que fue aprobado por 34 votos, reuniendo a toda la oposición. Un último regalo de Juan Martín Repetto, el renunciao.
Mientras la Comisión Nacional entraba en crisis, los opositores a la protección del Casco Histórico de Goya preparan sus próximos pasos. Como se sabe, la ciudad correntina recibió del Senado de la Nación un voto unánime para que su centro añejo pasara a ser un casco histórico y monumento protegido a nivel federal. Esto es verdaderamente excepcional, ya que la protección por áreas y la creación de cascos históricos suele ser hecha a nivel local. Pero la actual intendencia de Goya –a cargo del radicalismo cercano al macrismo– es de las que creen que “progreso” es desfigurar los tesoros históricos con departamentos de nueve pisos.
Con apoyo de la Casa Rosada, el proyecto de ley pasó airoso por la Cámara alta, pero en Diputados la cosa se está espesando. El 13 de marzo se descubrió la estrategia: cajonear el tema enredándolo en innecesarios debates, informes y estudios. Esto lo comentaba abiertamente una asesora en el pasillo de la reunión, tal vez creída de que nadie va a esas reuniones ni escucha lo que se dice allí. La movida la hicieron las diputadas Margarita Ferra de Bartol y María Elena Petrona Chieno, ambas kirchneristas, con paraguas del correntino Fabián Ríos –presidente del PJ de su provincia– y acuerdo del presidente del bloque.
El problema es que el proyecto ya pasó por los senadores y tiene el apoyo explícito del presidente de la Cámara, Julián Domínguez, autor de una verdadera política de restauración del patrimonio que arrancó cuando era ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca, y que continúa ahora en la Cámara. Con lo que la idea es ganar tiempo para hacer algunas obras bien rentables. Como se ve en las fotos que acompañan esta nota, ya aparece la losa de un edificio en pleno casco histórico, justo enfrente de la plaza, pronto a competir con la catedral. El lote costó la destrucción de una escuela donde enseñó Camila O’Gorman. Hay otros proyectos en marcha, lo que va a costar demoliciones y pérdidas de patrimonio de todos los argentinos.
Para ganarse este tiempo, se hablará y hablará. El 14 de abril es la próxima reunión de Cultura de Diputados y dos concejalas de Goya –una radical y otra kirchnerista– están preparando una ponencia para demostrar que en su ciudad nada vale la pena. Es una situación curiosa esta de ningunear lo propio, desvalorizar el pago chico para que algunos especuladores hagan dinero. Es más raro todavía en el caso de la kirchnerista, que el año pasado presentó un proyecto para que la municipalidad local creara el casco histórico por la suyas.
Y si alguien duda de que demoler edificios italianizantes de la primera mitad del siglo 19 para construir edificios de nueve pisos de hormigón pueda no ser progreso, basta ver lo que le hicieron al teatro local, el Solari. Como se ve en la foto, el teatro más viejo en actividad de nuestro país tuvo su patio delantero cubierto con locales de ínfima calidad, pese a que el conjunto es monumento histórico nacional. El autor del diseño y la obra es el mismo que ahora está a cargo del edificio frente a la plaza...
Puede resultar útil, en este debate, leer la muy lúcida carta que le envió el embajador de Italia, Guido La Tella, a los diputados Domínguez y Rossi, La Tella remarca que el Solari no es sólo el teatro en uso más antiguo de Argentina, sino que es también el teatro italiano más antiguo de esta nación. Fue diseñado en 1861 por Francesco Pinaroli, el mismo que hizo en Goya la Sociedad Italiana y otros edificios. La Tella también remarca la presencia histórica de Garibaldi en Goya (“un héroe de dos mundos”, lo define). El bombazo del embajador viene al final, cuando “apelo a su sensibilidad” para preservar Goya de “operaciones especulativas”. Claro y lúcido de más.
Esta semana, hubo dos paquetazos porteños respecto del patrimonio. El primero fue presentado el lunes y es un proyecto de los diputados porteños Pablo Bergel y Julio Raffo, de Proyecto Sur, para proteger 2798 edificios que perviven en ese limbo llamado “catálogo preventivo”. La idea es catalogarlos en serio, por ley, y sacarlos de un peligro inminente. Resulta que este número, 2798, surge de 162 resoluciones administrativas firmadas por los subsecretarios de Desarrollo Urbano desde enero de 2007 hasta enero de este año. La mayoría las firmó el inefable secretario –-ascendido y único en todo el gobierno porteño– Héctor Lostri, que también tiene el hábito de firmar las “desafectaciones”. Según su lógica, si él firma la resolución para poner algo en el catálogo preventivo, también tiene la firma para sacarlo.
Esto no es cierto en absoluto, porque la mayoría de esta lista está compuesta por edificios a los que se le pidió la demolición, pero fueron protegidos por el CAAP, o por piezas que figuran en proyectos de ley en tratamiento. Que se hayan juntado casi 3000 habla de la fiaca prodigiosa del Ejecutivo porteño y de la baja prioridad del tema en la Legislatura, que nunca parece tener tiempo para votar los proyectos.
Para presentar la movida se organizó un coloquio en el que hablaron el defensor del pueblo Adjunto Gerardo Gómez Coronado, la jueza porteña Andrea Danas, la presidenta de Basta de Demoler María Carmen Usandivaras y el referente de la Protocomuna Caballito y asesor de Proyecto Sur Gustavo Desplats. El tema central fue la desprotección que se busca solucionar con una ley “útil y necesaria para suplir las carencias normativas”, como resumió Gómez Coronado.
Al día siguiente, con la pompa del salón dorado del edificio de La Prensa, se presentó la contracara de todo eso. La Ciudad se permitió afirmar que hay 17.347 edificios protegidos en Buenos Aires, número que nos pone sextos en el ranking mundial. Ambas cuestiones son falsas, porque muchas ciudades tienen muchos más edificios protegidos por entorno, ya que no usan en sistema de catalogación uno por uno, como nosotros, y porque el gobierno porteño infló la cifra poniendo adentro todo lo que haya en un Area de Protección Histórica.
La cosa se desarma al desagregar los números. En esta capital hay 70 edificios con protección integral, 804 con estructural y 5066 con cautelar, lo que protege apenas la fachada. El resto del número se infla con 7450 “especiales”, lo que simplemente no es cierto. La categoría especial se aplica a edificios sin valor intrínseco, pero que tienen un valor histórico particular, como por ejemplo el Olimpo, chupadero atroz pero simple galponcito de barrio.
Que Daniel Chaín, el proceloso ministro de Desarrollo Urbano porteño, haya presentado con orgullo este trabajo de la FADU/UBA ya da una idea de a dónde termina todo esto.
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