La Comisión de Patrimonio de la Legislatura porteña acaba de aprobar un fuerte proyecto que protege edificios notables del sur porteño. Ahora le toca a la de Planeamiento abrirle el camino.
› Por Sergio Kiernan
En las noches más tristes, un fantasma recorre esta ciudad: ¿qué sería de Buenos Aires sin Barracas? Es que esa zona del sur porteño guarda su mayor colección de edificios patrimoniales, sus últimas casas chorizo, las galerías finales y las ladrillerías criollas e inmigrantes que nos hicieron lo que somos. Perder Barracas sería final, algo sin retorno.
Con lo que cada buena nueva sobre este barrio lo es para todos los porteños, que se alegraron de la baja de alturas y apoyaron sus combates por salvar edificios individuales. La noticia de este mayo es que la Comisión de Patrimonio de la Legislatura porteña aprobó un fuerte proyecto para incluir 40 catalogaciones de edificios notables de San Telmo y Barracas. El voto del lunes 13 deja a la ley impulsada por Proteger Barracas y una gran cantidad de vecinos y ONG de Barracas casi a punto del voto. Sólo falta la siempre más difícil Comisión de Planeamiento.
La mayoría de los edificios a catalogar son viviendas multifamiliares, la tipología más difundida entre no-sotros. Pero la lista incluye a la Cervecería Quilmes, el Club Deportivo Paraguayo, la Escuela Normal 5, el edificio BGH, la Escuela Técnica República del Líbano, un Banco Provincia, un Nación, la Escuela de Música de la avenida Montes de Oca, un hotel en la calle Olavarría y el muy noble y valioso mercado de la avenida Patricios.
Como en toda lista porteña, hay verdaderos bombones, como la casa de Cochabamba 558, el petit hotel de Perú 1511 o la escuela República del Líbano, que es un quintón de estilo inclasificable con una entrada en altura y con columnas. Los dos bancos son típicos ejemplos institucionales de la colección patrimonial de primera agua que tienen tanto el Nación como el Provincia. El mercado de Patricios al 500 es una generación anterior, un edificio muy airoso para una institución fundada en 1867, como anuncia con orgullo un cartel en su frente.
Como esto es Barracas, hay varios edificios industriales, como el que diseñó Mario Palanti –autor del Pasaje Barolo– en Hornos 1250 y que aloja ahora un supermercado Josimar. También está el mucho más reciente edificio BGH en Martín García 701, una muestra de diseño modernista aplicado a usos comerciales e industriales y vecino medianera por medio de otra nave industrial ladrillera de fines del siglo XIX.
Como este proyecto se origina en los vecinos, hay dos casos llamativos que hubieron sido rechazados sin pensarlo en los famosos “barridos” que hace el CAAP. Uno está en San Telmo, Cochabamba 592, y es una esquina francesa muy bonita y airosa, con un local en planta baja tomando la ochava, pero con un pecado capital: un piso malamente agregado en la terraza que por suerte es parcial. A la hora de permitir la lucrativa destrucción del patrimonio, los “profesionales” se ponen muy puristas y condenan a muerte edificios “descaracterizados”. No es el caso de los vecinos, que saben que el patrimonio se puede arreglar.
Lo mismo ocurre en la notable residencia de Montes de Oca 284, un palacete de los que también había en el sur de diseño delectable. Este edificio afrancesado se destaca por un par de columnas monumentales que dan marco a un volumen central, dándole a la fachada un aplomo elegante que no arruina ni el “sombrerito” que le agregaron arriba. Es un tercer piso medio que en ángulo como una mansarda mal hecha de frente metálico y ventanas míseras. Nuevamente, un pecado que hubiera condenado el edificio a la muerte y la rentable obra nueva, si la decisión fuera de los “expertos”.
Y por supuesto, al fin, está la Sociedad Luz, fundada por Juan B. Justo, preciosa en su esquina de Suárez 1301, un edificio al que largamente le debemos las honras a su historia.
Barracas, parece, comienza a trascender hasta entre los políticos como lugar a preservar, como se nota en el transcurrir de este proyecto. La idea del paquete de catalogaciones de la zona sur se origina ya en 2008 con la entonces diputada porteña y creadora de la Comisión de Patrimonio Teresa de Anchorena. La siguieron apoyando su sucesor en la comisión, Patricio Di Stefano, y la redactó en su versión final Fernando Sánchez. La idea hasta pasó por el filtro cruel de la Dirección General de Interpretación Urbanística y Registro que encabeza Antonio Ledesma (ver aparte) y hasta Susana Mesquida la apoyó y agregó once edificios a la lista. Mesquida, para darse una idea, es quien administra de hecho el CAAP y su presencia hierática se suma a votaciones que dejan el tendal...
Al llegar a Patrimonio, este mes, su presidenta, Diana Martínez Barrios, y su director, Gustavo Mercado, la recibieron con muy buena onda. Lo mismo hicieron diputados como Camps, Lubertino y Rinaldi, que acercaron firma y apoyo al proyecto.
Ahora le toca a la Comisión de Planeamiento que preside Karina Spalla lograr que el proyecto llegue al recinto y se haga realidad. Un buen augurio es que la diputada Spalla también es miembro de Patrimonio, donde el trámite fue amistoso. De hecho, en las reuniones de asesores que precedieron el proyecto no hubo ninguna voz opositora. Mientras llega el día siguen acercándose adhesiones, como las de las juntas históricas de Barracas o la del defensor adjunto del pueblo porteño Gerardo Gómez Coronado.
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