Los dos mapitas que acompañan este texto muestran respectivamente las depresiones en el terreno –la topografía– de la ciudad y las zonas donde es más fácil que se junte agua. No hace falta ser un experto para ver la coincidencia casi perfecta con las áreas donde las fuertes tormentas de esta era de calentamiento global castigan fuerte. En el centro del mapa, marcando una diagonal, se ve el mayor arroyo de Buenos Aires, el Maldonado, que junto a la ribera sur forma la mayor cuenca de aguas pluviales del ejido urbano. Estos mapas, bien mirados como los mira en detalle el defensor adjunto del Pueblo porteño Gerardo Gómez Coronado, permiten señalar un hecho físico muy soslayado por los especuladores inmobiliarios: que varias de estas lagunas naturales coinciden con barrios de alta densidad y torres en altura.

Por ejemplo, Palermo. En el segundo mapa se muestra la zona crítica de anegamiento a lo largo del Maldonado, o sea de la avenida Juan B. Justo. A la derecha y arriba, o al “final”, como corre el agua, se ve una zona cuadrada, mayor que las demás. Esa zona es Pacífico y el problema afloja después por la muy baja o nula –en los bosques de Palermo– densidad urbana del área. Pero justo donde se juntan las aguas ahora se anuncian nuevas torres y edificios bajos formando un amplio cordón a lo largo de Godoy Cruz y de la avenida. Varios de estos edificios, se puede asumir, van a aspirar a tener cocheras subterráneas. Y aquí vienen las preguntas: ¿Habrá una reglamentación especial, con límites específicos? ¿O se permitirá a los socios comerciales de Macri cavar como quieran, total...?

Borges, que se crió ahí nomás, contaba que el Maldonado marcaba el Barrio de las Latas y que se inundaba constantemente. Era una villa y cuando fue urbanizada se permitieron en las áreas más críticas sólo galpones, fábricas, playas de carga o terraplenes ferroviarios. Parece que en esas épocas había más sentido común que hoy.