La tapa sobre el nuevo sistema de transporte en la Nueve de Julio de la semana pasada desató una catarata de mails y cartas críticas. Pero no acusando que las observaciones sobre el metrobús fueran incorrectas o inválidas sino lo contrario: el cargo era haberse quedado corto. Varios lectores señalaron con minucia los peligros de cruzar la avenida en las esquinas que les tocan por residencia o lugar de trabajo, y otros contaron sus historias, algo espeluznantes, de encontrarse entre colectivos en las salidas del sistema, en particular la del sur. A varios les pasó de encontrarse también encajonados en la salida a la autopista a La Plata y hubo consenso en la artificialidad del conjunto, sólo funcional a fuerza de policías, que esta semana siguieron presentes consumiendo el presupuesto de seguridad con sus muchas horas extras. Pero el principal reclamo fue el de no haber destacado los problemas causados por el cambio de recorrido de tantos colectivos que fueron concentrados en los carriles exclusivos de la avenida, en desmedro, en particular, de la parte del centro hacia el Bajo. Varios lectores señalaron que ahora tienen que caminar de cuatro a siete cuadras más que antes, lo que básicamente cancela el supuesto ahorro de tiempo de los recorridos. El desmesurado costo de la obra, un dinero que hubiera permitido hacer obras profundas en el subte ya existente, fue también señalado como un problema y un desperdicio de recursos que no sobran exactamente.
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