Este jueves se presentó en Guaraní Porá El cuaderno de ñandutí de Kumiko. Otra iniciativa de Carolina Urresti que promueve saberes y tradiciones de la tierra colorada.
› Por Luján Cambariere
El año pasado anunciamos la inauguración de Guaraní Porá. Un precioso reducto en Palermo en el que la estilista y diseñadora de moda Carolina Urresti rinde tributo al bello acervo material e inmaterial del Paraguay. Básicamente el trabajo de manos artesanas, muchas veces, poco reconocido o celebrado.
“Con el tiempo, se acentuaron mis ganas de compartir todo lo vivido en la tierra colorada –decía entonces–, y difundir aquello que me conmovió: la mano alzada que repuja con dedicación cada flor sobre el cuero, el cable tejiendo su trama en el armazón de hierro, una hermandad de mujeres compartiendo los dibujos que se forman en hilo en una antigua reducción jesuítica. Paraguay es un país muy rico en artesanías tradicionales. Existe una comunión entre el hombre, la naturaleza y la materia prima que ésta le otorga. El ritmo del día lo marca el sol que sale y que se pone”, contaba Urresti a su tiempo.
¿Entre ellas? El ñandutí. Encaje blanco, muy fino, originario de ese país, que imita el tejido de una telaraña. Un exquisito trabajo con agujas que se teje sobre bastidores en círculos radiales, bordando motivos geométricos o zoomorfos, en hilo blanco o en vivos colores. Símbolo de la ciudad de Itauguá, araña blanca en guaraní, es considerada la reina de toda su artesanía.
Es por eso que el año pasado, Urresti, decidió ir por más en la promoción de estos acervos, y comenzó en el mismo espacio de venta y exhibición, con talleres de ñandutí.
Fue justamente una alumna, la japonesa Kumiko Kuno y sus delicados dibujos sobre el trabajo en clase, lo que motivó la documentación de todo el proceso como un modo más de traspasar estos saberes.
Fue así como el jueves pasado, 1º de agosto, Día de la Pachamama, fue elegido para presentarlo. La invitación, venía con ruda y caña (otra tradición esta vez etílica, del noreste argentino, especialmente enraizada en Corrientes, donde un trago (siete en realidad sostienen los más supersticiosos) de caña con ruda deben tomarse para “espantar los males del invierno” y traer la buena suerte, cuenta Urresti.
–Al ñandutí se lo conoce como la artesanía estrella o emblemática del Paraguay. A partir de la apertura de Guaraní Porá, algunas personas preguntaban acerca de la técnica. Pero no fue tarea sencilla dar con los profesores. Me contacté con la Embajada del Paraguay y sus respuestas y desconocimiento, al principio, fueron bastante desmoralizadores. Fue así que seguí rastreando, y a través de la Casa Paraguaya de Buenos aires, di con el centro social y cultural Silvio Morinigo de San Justo. Fui a un festejo popular y ahí me contactaron con Dina Mereles, profesora de la institución.
Dina y su marido Antolín hoy son parte vital de Guaraní Porá. No sólo porque son muy buenos maestros de la técnica, sino que nos enseñan todo lo que conocen en cuanto a tradiciones, saberes y conocimientos de la tierra colorada. Con el aprendizaje del tejido, hay que revertir la ecuación utilitaria y de corto plazo para aprender la técnica. No se trata de querer hacer el producto utilitario, decorativo o para regalar. Hay de sentarse, dedicarle, tejer y sobre todo desandar el camino para aprender correctamente. El hilo y la aguja a veces se resienten y uno tiene que respetar esos momentos.
–Kumiko es japonesa, vivió en Buenos Aires durante el 2012, ya que vino a acompañar a su marido, que es profesor de literatura latinoamericana y vino a hacer un posgrado. Tiene mucha facilidad para las manualidades y el tejido y se inscribió en varios talleres (de bordado con Guilermina Baiguera, en el taller de Maminas). Durante todas las clases, Kumiko registraba en dibujos y esquemas los puntos y tejidos aprendidos. Así como completaba las anotaciones con el texto en japonés, que luego fue traducido.
–Siempre me llamó la atención su cuaderno Rivadavia a lunares, y una vez es que le pedí verlo, me di cuenta de que la información y descripción que ella había detallado no podía no ser compartida. Ella se volvió en abril a Japón y de hecho sigue tomando clases con una maestra paraguaya allá. En diciembre, nos reunimos con ella y le planteé mis ganas de editar los tres meses de clases que ella había documentado. Fue así que como primer paso reescribimos juntas las anotaciones. Luego pedí la colaboración a todos aquellos que eran también alumnos y armamos el equipo de trabajo interno. Tanto la fotógrafa como la diseñadora gráfica de El cuaderno de ñanduti de Kumiko fueron también alumnas del taller. Magali Saberian comenzó a fotografiar algunas clases, a los trabajos y los maestros. Sabrina Mazzalupo se encargó del diseño gráfico. Y muchos amigos míos participaron y fueron colaborando con el proyecto editorial. Creo que el disparador fue pensar a todo el grupo de alumnas como potenciales destinatarias del cuadernillo. Y así fue que rastreando di, además, con mucho material de una especie de paso a paso. Como antiguamente eran los fascículos de saberes artesanales, lo que hoy sería un tutorial. Nunca hubiese imaginado que iba a editar un cuadernillo explicando el montaje básico y lo aprendido en el lapso de tres meses. El estar aprendiendo nos enfrenta con el hacer y el compartir las ganas, potencia y vuelve reales sueños que no sabíamos que eran tales.
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