Sáb 21.06.2003
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La vuelta de Harrods

La gran tienda que fue símbolo tanto del esplendor como de la decadencia, volverá a abrir sus puertas en septiembre. Es un reciclado en etapas, que comienza por una planta baja que recupera el espíritu elegante y simple del palacio comercial de los arquitectos Chambers y Thomas.

Por Sergio Kiernan

Será el dolor de ya no ser, aquel que cantó el tango, o la simple conciencia de que ciertas cosas son únicas y no pueden repetirse. O, quién dice, sean actos de amor de algunos y de inteligencia comercial de otros. La cuestión es que en esta pobreza en que nos encontramos, vamos de a poco restaurando tesoros que en otros años rompimos, como chicos. De las cenizas de ese descuido está resurgiendo la gran tienda Harrods, el símbolo de la belle époque argentina que como ningún otro llegó a tocarnos hasta la década del setenta, cuando su Papá Noel todavía era el verdadero y las señoras de minifalda y peinados rígidos tomaban el té de a tropas en su espléndido salón.
Harrods era un cadáver sucio y saqueado, con sus persianas imperiales eternamente cerradas, su nombre en litigio y su frente sobre Florida disfrazado de vidriera folklórica. Daba pena ver lo que fue la única sucursal extranjera de la tienda-símbolo de Londres en tal ruina, recordar su esplendor y pensar que su caída gradual, en ralenti, es una metáfora de la decadencia argentina.
Hoy se adivina una actividad frenética en el interior de la tienda. Alguien percibió lo evidente: que la ubicación de Harrods es imbatible, que su nombre es magnético y conocido mundialmente, que nunca más habrá un espacio comercial de 65.000 metros cuadrados –el doble que el Alto Palermo– en pleno centro de la ciudad. Por lo tanto, si todo sale bien, en septiembre habrá una reapertura parcial del edificio de cinco plantas de los arquitectos Chambers & Thomas.
Los arquitectos Andrea Garetto y Luis Cebral están a cargo de una obra que comenzó con la remoción de toneladas de agregados, mamparas y divisiones truchas y bastardas que tabicaban la enorme planta baja de Harrods. El espacio que despejaron va de la calle Florida a la San Martín, y de Córdoba casi a Paraguay. Es un bosque de columnas que fueron como masticadas por hormigas y perdieron maderas, espejos y capiteles. El amplio ámbito recuperó buena parte de sus molduras en los cielorrasos y ya se está terminando el paciente trabajo de volver a revestir en maderas las columnas, imitando unas pocas que se salvaron de la piqueta.
Este nuevo Harrods tendrá tres grandes ejes de circulación. Dos arrancan sobre Florida y uno de ellos llega casi hasta San Martín, donde se une en ángulo recto con el que llega desde Córdoba. La tienda, organizada sobre estos ejes, se define como un conjunto de espacios comerciales que ya está alquilando la CNC. Estos espacios son creados por mamparas blancas, simples y mucho más bajas que el alto cielo del lugar, perimetradas de a cuatro columnas. Cuando esté terminado, será un ámbito muy aéreo, con vistas prolongadas y luces dramáticas.
La ambientación a cargo de la decoradora Milagros Resta prevé un bajo grado de polución visual y toques eclécticos. Por ejemplo, en el ángulo de las dos circulaciones principales se encuentra un sobreviviente, la vieja tienda de accesorios masculinos, resuelta toda en maderas de linaje tratadas a la inglesa. Ese amplio rincón de boisseries y pedimentos quebrados será el restaurante, que se derramará sobre el pasillo como un café. El mobiliario de este sector consiste en un pintoresco conventillo de muebles rescatados de todos los rincones de Harrods, pintados de blanco, retapizados y restaurados en un taller del cuarto piso. El que se tome un café ahí descubrirá que está sentado justo abajo de una espléndida claraboya que ilumina todos los pisos de la tienda: cada nivel tiene ahí un gran ojo con barandas francesas pobladas de volutas y de “haches”, que sirve para darle luz natural al lugar.
Las entradas también serán notables. En la esquina de Córdoba y San Martín y más arriba sobre la misma calle siguen en pie las puertas de roble, vidrio biselado y grandes manijones de bronce originales. Todos los frentes exhiben todavía, en mejor o peor estado, broncerías y columnas de pinotea, sostenes de toldería de bronce –con las recordadas coronas de laurel– y logos en metal. Estos kilómetros de ornamento serán limpiados,pintados y lustrados para la inauguración. El plan es que las cortinas metálicas suban y no vuelvan a bajar.
Para más adelante quedará reabrir tesoros como la inolvidable peluquería de hombres, en el subsuelo, construida como un baño romano y totalmente revestida en carraras blancos con veteados grises y negros. El lugar fue cerrado y abandonado intacto: allí están los inmensos sillones blancos, con sus pies ornamentados en hierro de colada, los autoclaves y calentadores de toallas, hasta los ventiladores de palas de bronce y los espejos con marco de metal. Excepto por los techos, de los que la pintura cuelga como una caspa, sólo hay que lavarlo y reinaugurarlo.
Los pisos superiores, dice el plan, serán abiertos de a poco y en la medida en que la propuesta comercial mejore. Habrá que esperar que se llegue a la gloria que todavía son el tercero y el cuarto, que guardan la peluquería de señoras, con sus cabinas individuales en marquetería de roble con vidrios grabados al ácido y lámparas rococó; y el imperial comedor de Harrods, con sus columnas decoradas, su cielorraso ornado, sus arañas de alabastro, sobre cuya puerta vidriada todavía campea el gran logotipo de bronce lustrado en letra Art Nouveau: Harrods Ltd.
Hay un par de sectores que serán utilizados a fin de mes para una exposición y que permiten espiar algo que todavía no se aprecia en los sectores en obra: el piso. Lavado para la muestra, es un agradable océano de roble, un parquet secular de tablas grandes, anchas y veteadas que aparece intacto.
Un aspecto que la aventura de reabrir Harrods todavía no definió es el exterior del edificio, excepto por la limpieza del nivel de planta baja. Su indudable valor patrimonial y de icono, y su mismo volumen, lo hacen candidato a una buena lavada y restauración. Los daños aparentes son menores y sus cúpulas se ven intactas. Extraoficialmente, el tema está destinado a ser resuelto a futuro y en función del éxito de la propuesta.

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