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Sábado, 5 de julio de 2014

Gerentes para las comunas

Para perfeccionar a futuro el control de todo presupuesto y de toda obra pública, Macri decreta un sistema para que las comunas no puedan gastar sin su permiso.

 Por Sergio Kiernan

Una de las cosas que el macrismo más detesta es delegar, porque el centralismo permite apropiarse del crédito por todo, diluir responsabilidades y unificar los peajes en una sola ventanilla. Con lo que una cosa que nunca pudo digerir el PRO en funciones es la parte de la Constitución porteña que crea las comunas, tanto que ni ganándolas en las elecciones tan demoradas les aflojó la correa. Un decreto reciente, el 251, muestra cómo el jefe de Gobierno sigue alambrando con firmeza el tema que más le interesa, el de las obras públicas, tan rentables ellas.

La Constitución de esta ciudad autónoma es muy clara respecto del uso y abuso de sus comunas, que funcionan a la manera de municipalidad o departamento en las provincias. Como la Ciudad de la Yegua Tobiana es una provincia urbana, las municipalidades se transforman en Comunas y abrazan barrios creándoles una administración local. Parte del mantenimiento y de las obras puntuales, locales, debería ser administrado a nivel comunitario y éste es el punto de fricción. La ideología macrista al respecto se puede resumir en un ¡minga! de gran firmeza: nadie va a sacarle al jefe de Gobierno ni un centavo para obras.

De ahí surgen entidades como la Secretaría de Gestión Comunal y Atención Ciudadana, encastrada directamente en la Jefatura de Gabinete y dedicada a hacer obras siempre “por pedido de los vecinos” y siempre muy por encima de cualquier otro presupuesto. Atención Ciudadana es tan efectiva a la hora de gastar plata de más, que el macrismo le transfirió este año el manejo de plazoletas, triangulitos divisores de tránsito, placitas y otros espacios donde ejercer la obra pública.

El nuevo paso es recortarles todavía más la autonomía a las comunas con el decreto 251, publicado hace pocos días y creador de “gerencias” que rompan los artículos 127 y 128 de la Constitución –el segundo es el que les permite controlar y encargar obras– con una interpretación como mínimo cuestionable de la ley 1777. El centro de la cuestión es, como siempre, el dinero. Las comunas reciben ahora el cinco por ciento del presupuesto porteño y apenas tienen qué mostrar a cambio de este dinero. Pero es inminente el vencimiento de este límite presupuestario, con lo que el jefe de Gobierno perdería el control directo de más dinero todavía a manos de consejos comunitarios que podrán ser macristas, pero son todavía más incompetentes que el gobierno central.

Con lo que se nombran gerentes y sugerentes en cada comuna, supuestamente a las órdenes de los presidentes de cada comuna y supuestamente por decreto hasta que se hagan concursos. Pero resulta que estos gerentes, como son terráqueos, responderán políticamente a quienes los nombren o apadrinen. Para que quede en claro, estos managers toman las tareas de planeamiento, control y ejecución de obras de las comunas y las “coordinan” con nada menos que la Secretaría de Gestión Comunal y Atención Ciudadana. Esto es, los gerentes serán los pastores para que las ovejitas comunales no se extravíen haciendo cosas que no quiere el lobo.

Pero, como dice el decreto 251 en su primerísimo párrafo, todo esto es porque uno “de los principales objetivos de la actual administración del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires es desarrollar acciones y políticas públicas concretas para mejorar la eficiencia y la eficacia de su gestión”. Buena suerte con eso.

EN MEDRANO

Mientras se ocupa de estas cosas tan rentables, el Ejecutivo porteño tuvo tiempo de hacer un pequeño acto de generosidad hacia los demás. Resulta que sigue en trámite un proyecto de la ex diputada porteña María José Lubertino que protege el lindísimo conjunto de viviendas que toma casi toda la cuadra de Medrano al 1300, entre Honduras y Guatemala. Este conjunto es una tipología muy porteña, vagamente afrancesada, con un pasaje peatonal que permite avanzar profundamente en la manzana creando departamentos no muy grandes. Pero el de Medrano, el Pasaje Costa, tiene una escala más amplia que el promedio, como que permite soñar que hubiera tomado la manzana entera.

Lubertino tomó las parcelas que no estaban protegidas como para completar la cuadra, que incluye el Costa y otras casas que no son parte del Pasaje. Como ocurre siempre en la arquitectura más tradicional, estos edificios tienen una escala y una textura que se funde sin ruidos, del italianizante al afrancesado, del chalecito al PH, pero con las mismas raíces culturales. Se nota que los constructores de la época no tenían el afán ramplón de ser cool y originales que tienen los arquitectos de hoy, con lo que respetaban el contexto.

Pero la entonces diputada dejó afuera direcciones que tenían catalogación y aquí entra la rara generosidad del Ejecutivo. Con firma de Macri, de su jefe de Gabinete y de su superministro de Desarrollo Urbano, el altivo Daniel Chain, el expediente 8205664 completa la cuadra pidiendo protección cautelar para los frentes que faltan y estructural para el interior del pasaje. Es una manera de hacer algo bueno en una zona con baja densidad y zonificaciones que permiten pocos departamentos y bajos. Pero, en fin, es un acto generoso que hay que reconocer.

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