Sábado, 11 de octubre de 2014 | Hoy
Por Gerardo Gómez Coronado
Frente al desaforado desarrollo inmobiliario de Lomas de Zamora, los vecinos se organizan para preservar la identidad barrial. A quienes no suelen frecuentar la zona sur del Gran Buenos Aires podrá llamarles la atención descubrir que el municipio de Lomas de Zamora está atravesado por una franja urbana que tiene como eje las vías del FF.CC. Roca y la avenida Yrigoyen (la vieja Pavón). Son casi cinco kilómetros de largo y unas ocho cuadras de ancho, con la pausa del centro comercial cercano a la estación, que muestran una de las áreas residenciales de casas bajas más pintorescas, simbólicas y bonitas de toda el Area Metropolitana. En estas manzanas que incluyen el Barrio Parque de Banfield y Lomas, y el exquisito Barrio Inglés de Temperley, está pasando lo mismo que en barrios residenciales de Buenos Aires como Caballito, Urquiza o Núñez: los desarrolladores inmobiliarios desaforados, con la complicidad de funcionarios que hacen una interpretación puramente cementera de lo que implica el “progreso” o son directamente corruptos y les permiten transgredir las normas, amenazan convertir esta hermosa zona en una masa uniforme de edificios de departamentos. Como en los barrios porteños, el mayor límite a la depredación urbana lo pusieron los propios vecinos, que desde 1997 comenzaron a reunirse primero para detener la construcción de un megahipermercado –lograron que sólo se aprobara un supermercado de escala local– y luego se movilizaron contra las excepciones al Código que hacían estragos en el tejido urbano. El éxito de esa lucha les dio pie para lograr que el municipio derogara todas las excepciones que se habían dictado a fines de los noventa. Otro hito fue la lucha contra el asfaltado de las calles adoquinadas, que no solamente detuvieron, sino que consiguieron en el año 2001 que se preserven por ordenanza protectora. Estas experiencias los llevaron a organizarse en 2002 con fines menos coyunturales. Reuniéndose en casas particulares, bares y colegios de la zona, y comunicándonos en una red de e-mails, los vecinos formaron una organización horizontal que bautizaron con el sugerente nombre de Fuenteovejuna. Como los personajes de la emblemática obra de Lope de Vega, sus integrantes apuestan al poder colectivo, solidario y si se quiere a la “acción directa” democrática para “defender las características de nuestro barrio y nuestra calidad de vida”. Como se puede ver en la foto, en la puerta de sus propias casas colocaron carteles que resumen las principales amenazas urbanísticas y ambientales a la identidad barrial: “No a los edificios, No al asfalto”. Esos carteles pueden verse en decenas de casas de Banfield, Lomas y Temperley.
Fuenteovejuna no tiene sede ni autoridades, formando una organización horizontal donde los vecinos más activos forman una conducción colegiada que coordina las actividades y representa a la Asociación. La mejor forma de contactarlos es en www.fuenteovejuna.org.ar y en el activo muro de Facebook. La ONG se plantea una serie de propósitos que deberían figurar en el Plan Estratégico o Urbano Ambiental de cualquier jurisdicción: la preservación de los barrios residenciales en cuanto a sus características urbanas y edilicias, patrimonio arquitectónico-cultural, usos, adoquinados, arbolado, medio ambiente y calidad de vida; el control del cumplimiento de las normas y el accionar de las autoridades en el ámbito municipal; la promoción de la participación ciudadana responsable para incidir en la sociedad y en las políticas públicas del municipio. Con una tozudez saludable, Fuenteovejuna logró que la Unesco, a través de su organismo de patrimonio Icomos, y la Comisión Nacional de Museos, de Monumentos y de Lugares Históricos elaboren un informe y diagnóstico sobre las áreas de interés patrimonial del barrio y propuestas para su protección y mejora. Lomas de Zamora abunda en barrios ingleses, en clubes como el Lomas Athletic y el Banfield, colegios como el San Albano o el Barker, e iglesias realmente únicas como la anglicana de 1873, la metodista de 1896 y la presbiteriana escocesa. Los vecinos hasta lograron una ordenanza que impide la demolición por ventanilla de cualquier edificio anterior a ¡1960! El trámite especial implica la revisión por una comisión especial que, peor aun que el CAAP porteño, es formada por funcionarios del gobierno de turno. La comisión no sólo no se muestra interesado en abrir el juego de opiniones a quienes cuestionen el modelo de desarrollo constructivo basado en el cemento y el incremento cuantitativo de metros cuadrados, ni siquiera prevé la participación de instituciones universitarias ni de colegios profesionales. Pero Fuenteovejuna cuenta que gracias a la repercusión en los medios locales y a la intervención de la Comisión Nacional, el municipio está empezando a mostrarse más receptivo. En buena hora que el intendente Martín Insaurralde incorpore a su agenda de posicionamiento mediático la defensa y preservación del patrimonio arquitectónico y cultural.
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