Sábado, 21 de marzo de 2015 | Hoy
Los bellos productos de la diseñadora colombiana radicada en nuestro país Heidi Jalkh se basan en su amor y estudio de las formas.
Por Luján Cambariere
Heidi Jalkh dejó el vértigo de Medellín, atraída por la creatividad que hallaba en Buenos Aires. Se formó en diseño industrial en la Universidad de Palermo, “Maestría en Lógica y Técnica de la forma” incluida en la FADU-UBA, donde también es docente de Morfología. Y desde entonces ofrece sus productos, con base en nuestro país, al mundo entero. Algunos son de inspiración escandinava, otros tienen un guiño oriental, todos se apoyan en la sensualidad y la multiplicidad de opciones que ofrece el estudio minucioso de las formas, unidas a las posibilidades tecnológicas que ofrece el ámbito local.
¿A saber? Su soporte para notebook Adhomukha, inspirado en la posición de yoga Adho Mukha Svanasana, una de las ásanas (posturas) más realizadas, sobre todo para estirar el cuerpo. Lo que, en el caso de la compu, permite elevarla mejorando la postura del usuario y evitando el calentamiento de la computadora. También la bella colección de colgantes Pezkoi, inspirada en los amuletos articulados de peces koi, de origen chino, que representan la buena fortuna y abundancia. Es una reinterpretación formal de ese amuleto, donde un motivo es replicado y escalado para crear un nueva figura que sugiere un pez en uno de los materiales favoritos de la diseñadora, el acrílico.
A esto se suman el salero-pimentero Shakti, creado a partir de curvas continuas en cerámica o más recientes de sus exploraciones en el mundo gastronómico, las tablas para carnes para el bar/restaurante Florería Atlántico, y la tabla para picadas para el 878 Bar, en madera de guayubira. Son piezas que la llevaron a viajar con sus diseños al Ventura Interieur de Bélgica, al 100% Design London, al Meet my Project de Francia, al Paralela Gift de Brasil y, en mayo próximo, a Nueva York.
–Vine con mi familia de vacaciones. Yo acababa de terminar el colegio en Panamá, que sigue siendo una ciudad muy chica, donde las carreras creativas no existen o son pocas. Y llegué acá, era 2002, y no podía creer la creatividad que había en la calle post crisis 2001. Yo hasta ese momento quería estudiar Medicina, pero porque no estaba informada de la variedad de opciones que tenía y cuando a través de un test vocacional descubrí el diseño industrial, me pareció que era justo para mí, que siempre me había gustado hacer cosas. A mi mamá le encanta la decoración, mi papá en su juventud había hecho semestres de diseño industrial. En ese entonces ya me encantaban los muebles modernos, pero no sabía el mundo que había detrás. Me anoté en la Universidad de Palermo. Y terminé la carrera en el 2010.
–En realidad, antes. Tuve variedad de trabajos, desde asistente de fotografía de Pedro Roth a vendedora, hice 3 D, POP, trabajé para varios estudios y mi último trabajo, donde fui feliz, fue en el estudio A3.
–Un día terminando la facultad, Daniel Wolf, el director de la carrera en la UP, me cuenta que están incorporando gente en diseño en la UBA. Me presenté y entré en la cátedra de Eduardo Simonetti. Ese mismo día en una entrevista de trabajo me entero charlando de que existía una Maestría en Lógica de la forma y no lo podía creer. Fue la experiencia más linda que hice. Dirigida por Roberto Doberti, es una carrera hermosa con abordajes y profesores híper apasionados.
–Funcionar tiene que funcionar, pero se tiene que ver bien y estar justificada de alguna manera. Por infinidad de motivos. Como para sistematizarla si quiero hacer una familia de productos.
–Yo creo que son todos los condimentos juntos. Es lo que le da el sabor al producto. A mí me cambió el modo, el proceso, después de la maestría. Los caminos, las herramientas para la búsqueda de la forma son todos. Podés inspirarte en la naturaleza, las formas canónicas, encontrar riqueza en los lugares más insospechados. Todo se convierte en una fuente para generar formas. Desde la matemática, la naturaleza.
–Terminando la carrera diseñé el soporte para la compu. La idea es que tu compu tenga mejor postura y respire mejor y vos también. Cuando lo hice, lo resolví en corte láser, que me encanta. Siempre trato de que mis productos lleguen si o sí a la instancia de prototipo, para tener una instancia real de producto, si no, no tiene mucho sentido.
A ese le siguieron los saleros y pimenteros que nacieron en la facultad, pero los mejoré luego, después la mesa Fibra. Me inspiran el diseño escandinavo y oriental, porque me encanta la síntesis. Poder verte reflejada en algo simple.
–Empecé con ellos la segunda vez que fui a Nueva York participando en una feria. Una amiga diseñadora textil me recomendó la muestra Schiaparelli & Prada, Impossible Conversations, que estaba en el Metropolitan Museum, y cuando llegué había un vestido de la colección Otoño 2011 repleto de escamas. El brillo y la superposición de todo me fascinaron y yo justo tenía un pececito chino que me habían regalado e hice una conexión inmediata para hacer una re-versión. Los hago yo a mano, luego del corte láser. Otro proyecto que fue importante para mí es la serie “Hecho Humano, Hecho Natural”, creada con fines narrativos, para hablar sobre materiales, sus propiedades y cómo se vinculan. Pero, si bien el fin inicial de estos objetos fue puramente decorativo, una inquietud intensa e intuitiva no salía de mi cabeza: “¿Cómo hago para hacer de esto un objeto utilitario?”
El proceso lógico empezó a tomar forma: ¿cómo vincular los materiales, particularmente esta pieza transparente? ¿Esta parte va o no va? ¿Se moldea? ¿Se moldea y se pega? ¿Cómo se pega? Luego de mucho analizar terminé considerando si sería posible soplar vidrio adentro de la cerámica. Usando la cerámica como molde y un molde exterior de yeso podría darle la forma esférica. Lo importante (más que importante, esencial) era lograr que estos dos materiales quedaran fusionados permanentemente.
Como era algo que nunca había hecho y de lo cual encontré muy pocos antecedentes, decidí visitar una serie de talleres, artesanos y algunas fábricas, solamente para terminar con una colección de “No” como respuesta, con algunos ejemplares de “Eso es imposible”. Aun así yo seguía con la idea. “Quizá se rompa”, pensé, “pero quiero verlo”. Un loco lindo Willy, entusiasta de las ideas nuevas, y fundamentalmente del intentar, accedió a probar mi capricho. Verifiqué lo de los quiebres por el choque térmico, pero nos dimos cuenta de que se daban en realidad por cuestiones que tenían más que ver con el procedimiento que con los materiales en sí y su temperatura. A partir de estos “errores” encontré otra belleza y surgió la idea de hacer una serie de objetos, que muestren la evolución y las variaciones justamente de lo que pasa “entre medio” hasta poder llegar, finalmente, a ese producto utilitario constituido a partir de la fusión de cerámica con vidrio.
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