Los vecinos de la Asamblea Parque Chacabuco hicieron esta semana algo realmente poco frecuente: un comunicado para avisar que tuvieron “una gran alegría”. La rareza del anuncio es un síntoma de las relaciones del gobierno porteño con los vecinos, y en este caso aumenta más todavía porque el macrismo en funciones –lo de “larretismo” está por verse– se bajó de una postura y de un negocio. La Asamblea estaba alegre porque la Ciudad les comunicó que va a “dejar SIN efecto la licitación de la empresa que construiría otro bar dentro del Parque Chacabuco”.
Estos vecinos tienen todo el derecho de alegrarse porque desde mayo pasado, cuando se anunció el engendro de los bares en plazas y en particular el de su parque, comenzaron a organizar a los vecinos, difundir información y armar reuniones. Todos los domingos había un encuentro en el parque, todos los días se explicaba que hacer bares en los espacios verdes los mercantiliza y degrada, privatiza una parte de algo común y se basa en una supuesta necesidad que en realidad no existe. La Asamblea siguió el tema en todas las instancias del gobierno porteño, encontró apoyo en la Comisión de Espacio Público de la Legislatura y finalmente convenció a la subsecretaría de Uso del Espacio Público del Ministerio de Ambiente y Espacio Público de tumbar la licitación que había ganado una empresa con el curioso nombre de Bosquimano SA (bosquimano es el nombre apropiado y científico de los pigmeos).
Pero los vecinos hicieron una crítica de la ley 4950 que trasciende sus intereses directos, señalando que en una ciudad de 1,8 metro cuadrado de verde por habitante, cada centímetro es valioso y debe ser cuidado. Como la Organización Mundial de la Salud recomienda entre diez y quince metros por habitante de un espacio urbano, Buenos Aires debería agregar cinco bosques de Palermo para estar a tiro. Si se siguen cementando los senderos, si se sigue construyendo en los parques, si se sigue pasivamente sin comprar terrenos para crear plazas, jamás vamos siquiera a acercarnos a algo como esa meta deseable.
El mismo Parque Chacabuco es un excelente ejemplo de cómo se trató históricamente el espacio verde urbano en nuestra ciudad. El parque perdió doce hectáreas –doce manzanas, en números redondos– desde su creación en 1908 y fue arrasado en 1978 cuando los militares hicieron la autopista, con lo que le quedaron apenas ocho hectáreas. El parque actual está lleno de edificios, incluyendo un bar de 500 metros cuadrados que le pertenece al gobierno porteño, con lo que por cierto que no necesita otro. Con lo que felicitaciones a la Asamblea y a los miles de vecinos que apoyaron y firmaron.
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