Sábado, 4 de junio de 2016 | Hoy
En 1913 llegó a Buenos Aires un pibe talentoso, que se anotó en Bellas Artes y se recibió en apenas dos años, compartiendo aulas con Lino Eneas Spilimbergo, entre otros que dieron bastante que hablar. Lorenzo Gigli había nacido en Recanati, Marche, y fue uno de esos italianos que nos hicieron el país. En este caso, fue uno de los que nos hicieron nuestro arte y enseñaron a artistas como Guillermo Roux, Antonio Bujía, Julio Le Parc, Julio Racioppi y Gastón Breyer.
Gigli no es ni remotamente tan conocido como se merecería, pero a partir del sábado que viene el Museo Sívori va a ayudar a remediar un poco este olvido. Lo va a hacer con una muestra que toma el período de 1956 a 1970 en la obra de Gigli, un período particular porque el artista se jubila de sus cátedras de dibujo a mano alzada en la FADU, en Bellas Artes y en el Otto Krause, se muda de la Capital a San Fernando, y se dedica a tiempo completo a su arte. Lo que exhibe el Sívori es un corte ejemplar de sus pinturas, sus dibujos y sus esculturas. Las imágenes incluyen un muestrario de paisajes urbanos de lo que era un barrio de casas muy relacionadas con el agua, a medio siglo largo un testimonio de lo que ya no es. Las esculturas, en cemento patinado, incluyen su serie de Toros y piezas de gran formato como el Astronauta.
Gigli había terminado su formación en Italia entre 1927 y 1929, y mandó obras a dos Bienales de Venecia. Entre 1956 y 1983, se dedicó a pintar y trabajar, dejando una vasta obra que sólo interrumpió su muerte. El próximo sábado, la muestra va a mostrar su trabajo en el primer período de San Fernando, cuando “el pincel da paso a la espátula, la barra de grafito toma preponderancia sobre el lápiz y el cucharín y el balde conforman sus herramientas preferidas”, al decir de su nieto, el arquitecto Matías Gigli, organizador de la muestra.
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