La Dirección del Antártico tiene desde siempre un petit hotel en Cerrito al 1200. El gobierno lo vende este jueves y no hay ninguna garantía sobre sus archivos y colecciones. Diputados, senadores y legisladores movilizados para proteger el lugar.
› Por Sergio Kiernan
Este trece, a las 10.30 de la mañana, el gobierno nacional quiere dar otro paso en su venta de bienes estatales. El Banco Ciudad saca a remate cuatro inmuebles que van de dos terrenos en La Plata a un edificio entero en la calle Solís y un departamento chiquito en Hipólito Irigoyen y 24 de Noviembre. Pero la pequeña lista arranca con un edificio importante por varias razones, que contiene archivos y colecciones que no se sabe qué protección tendrán, y que tiene antecedentes tal vez tenebrosos que todavía no se investigaron. El jueves, Mauricio Macri quiere vender la sede de la Dirección Nacional del Antártico.
El edificio es uno de esos gloriosos petit hoteles porteños en Cerrito 1244, uno en un estado bastante descalabrado por la falta de inversión pero justamente por esa falta de interés preservado en detalles ya raros. El lugar tiene cuatro pisos más un subsuelo con ventanas a la calle y un terreno de 521 metros cuadrados, lo que antaño era una residencia de las buenas pero no de las extraordinarias en el viejo corazón de Recoleta. Quienes recuerden la zona antes de la demolición final para ampliar la Nueve de Julio, saben que este hotel de ville era uno más en una colección de notables.
Lo que vende el Ciudad con una base de 6.710.000 dólares es el petit hotel y el lote vecino, de 514 metros cuadrados, que contiene apenas un tinglado. Según el banco, las dos parcelas están “unificados de hecho”, lo que resulta una frase misteriosa, y tienen una zonificación de R2AI, una buena altura de Centro frente a una avenida. Al final de la ficha del remate, se aclara que el petit hotel tiene una catalogación cautelar de la Ciudad. Aquí es donde comienza la movilización en la Legislatura y en el mismo Congreso de la Nación, que están buscando respectivamente darle al edificio una catalogación superior y declararlo Monumento Histórico Nacional. En ambos casos se destaca que hay que incluir especialmente los contenidos del edificio.
Y no es un capricho. Resulta que esta Dirección Nacional del Antártico, fundada como Instituto en 1951, es la primera con su rango en el mundo y su sede guarda una biblioteca, archivo y colección de muestras realmente notable. No sólo hay libros y más libros sobre el continente, sino que están literalmente las pruebas de nuestra presencia y acción por allá. Hay mapas, informes, diarios e infinitas fotos. Hay huevos de pingüinos y una colección interminable de esas aves, de todo tipo y edad, madera petrificada, minerales, un gabinete de curiosidades fascinante. Hasta esta venta, el edificio había quedado supuestamente dedicado a estas colecciones y archivos, con las demás funciones malamente trasladadas a una sede alquilada en la calle Balcarce y a un campus en Migueletes de la Universidad Nacional de San Martín.
La Cámara de Diputados presentó un pedido de informes al Ejecutivo que recuerda esta historia y advierte su preocupación por la reducción “considerable” del presupuesto de la institución. Para 2017, subrayan los diputados, se destinan al tema algo más de 183 millones, bastante menos que los 251,8 presupuestados para 2016. Hasta sin contar la inflación, el recorte es notable.
Mientras, la senadora Negre de Alonso directamente retomó la historia del edificio y sus contenidos para pedir que se lo declare Monumento a nivel federal. En simultáneo, la Legislatura busca que la catalogación suba de cautelar a estructural, y que se extienda en los términos de la ley 1227 a los archivos y colecciones. En ninguna comunicación del estado se dijo qué pensaban hacer con los contenidos del edificio, que a partir de septiembre estuvo vedado a sus trabajadores.
Pero además queda por develar la historia negra que puede tener el lugar. El petit hotel y el terreno de al lado se comunican por los fondos con la Escuela de Inteligencia, el viejo semillero de la SIDE. Esta la gran mansión francesa sobre la calle Libertad que tiene las rejas del frente cubiertas con vidrios para que no se metan los gatos. En realidad, los vidrios aparecieron luego que dos guardias mataran a una señora que le daba de comer a los gatos, agarrándole el brazo con la verja automática...
El edificio del Antártico depende hoy del ministerio de Relaciones Exteriores, pero antes y desde siempre dependió de Defensa y tuvo un fuerte influyo naval. En sus extensos sótanos hay algunos ambientes cerrados con rejas muy tipo calabozo, algunos con argollas de metal empotradas a las paredes. Nada de esto indica terminantemente un uso siniestro en tiempos siniestros, pero nada de esto fue investigado más allá del rumor y las versiones. Una venta privada sería la receta perfecta para que nunca se sepa qué pasó ahí, si pasó algo.
Y aunque nunca hubiera pasado nada, las colecciones están en peligro, la Dirección está en baja justo cuando se vence el Tratado Antártico, un archivo y biblioteca únicos pueden perderse, y todo para que alguien haga otro bodrio arquitectónico, una cajota de vidrio por encima de un petit hotel frente a la Nueve de Julio.
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