MOMA: El museo más grande
Hoy se reabre el Museo de Arte Moderno de Nueva York, con un 66 por ciento más amplio. El proyecto de Taniguchi es moderado, respetuoso y alejado del protagónico de un Calatrava o un Gehry.
Hoy se inaugura el nuevo Museo de Arte Moderno de Nueva York. Con un presupuesto de 858 millones de dólares, la refacción es simplemente el mayor emprendimiento cultural privado del mundo y se compara con soltura a cualquier aventura estatal. Con el diseño del arquitecto japonés Yoshio Taniguchi, el MOMA crece un 66 por ciento en su espacio de exhibición y logra un nuevo recorrido porque sus salas se interconectan de un modo mucho más flexible.
El MOMA fue fundado en 1929 en un piso de oficinas en el centro de Nueva York, como una trinchera para lograr una mayor aceptación del arte abstracto. En 1939 se mudó a su sede propia en la calle 53, a metros de la quinta avenida, cuya fachada es uno de los iconos del modernismo norteamericano. El museo fue ampliado por César Pelli y hace cinco años se compró un hotel vecino, que fue demolido para hacer lugar.
Taniguchi, autor de varios museos en Japón, descartó explícitamente realizar una obra para el asombro, como las de Frank Gehry o Santiago Calatrava. “Un museo es una taza de té”, explicó el japonés, para indicar que lo que importa, lo que tiene el protagónico, es el contenido y no el edificio. El nuevo MOMA es un edificio de baja intensidad, respetuoso de lo preexistente y con amplísimos espacios abstractos que destacan y no compiten con las obras.
Así, en el hall de entrada se puede ver un Monet de 16 metros de largo, raramente exhibido por falta de espacio y que ahora ganó lugar permanente. Y en el quinto piso está el F111 que pintó James Rosenquist en 1965, de 20 metros de largo y nunca exhibido en el museo por falta de pared tan grande.
En los cinco pisos de exhibición –que incluyen la colección permanente y varios espacios para muestras especiales– las galerías cambiaron totalmente. Antaño, el MOMA parecía un pasillo serpenteante y cronológico en el que era imposible saltarse etapas. Las galerías se sucedían unas a otras y la historia del arte moderno era presentada como un crecimiento del impresionismo y el post-impresionismo, inexorable y lógico. Las nuevas galerías tienen más de una entrada y una salida, lo que invita a disfrutar de la “porosidad” del arte, vagando de un lado a otro.
De hecho, el énfasis es más parejo. En su viejo edificio, el museo podía mostrar poco más que piezas de los años cincuenta y sesenta. Hoy los dos primeros pisos están dedicados al arte más reciente, y hay que subir para ver las piezas más antiguas.
La obra tomó cuatro años, que el MOMA pasó exiliado en una vieja fábrica de Queens, instalación que ahora se transformará en talleres y depósitos del museo. El nuevo edificio cuenta con tres restaurantes, una librería y una tienda.
El detalle tal vez más asombroso del proyecto es su costo estratosférico: 858 millones de dólares. Esto incluye comprar el hotel, demolerlo, construir el nuevo edificio, modificar el antiguo, comprar la fábrica en Queens, transformarla para su nuevo uso y ahorrar un fondo especial para los gastos superiores de mantener semejante museo. El MOMA, que tiene en su cuerpo de directores algunas de las grandes fortunas de EE.UU., tuvo bastantes dificultades para reunir semejante suma, particularmente teniendo en cuenta que a poco de empezar Nueva York sufrió el atentado a las Torres Gemelas, lo que paralizó las donaciones.
El gobierno municipal puso 65 millones –primera vez en su historia que el MOMA acepta dinero público– y el resto se juntó pidiendo y pidiendo, yemitiendo obligaciones negociables que fueron prontamente calificadas como A1. Aún así, el museo está endeudado en 128 millones, que no logró reunir.
Tanto dinero tuvo una consecuencia directa: la entrada al museo de arte moderno neoyorquino es la más cara del país, veinte dólares. Y no hay más día gratis, apenas cuatro horas los viernes al anochecer. Una artista plástica, Orly Cogan, ya está instalada en la entrada de la calle 53 repartiendo volantes en los que exige que los lunes vuelvan a ser gratis en el MOMA.