Un Mies contextualizado en una naturaleza en estado puro, una arquitectura de enorme simplicidad en un cerro cordobés. Esta obra de los jóvenes arquitectos Mariela Marchisio y Cristian Nanzer al pie del cerro Uritorco, en Capilla del Monte, tiene las virtudes de una casa pensada desde el lugar. Con un programa acotado, los ciento cuarenta y cinco metros cuadrados están distribuidos en una tira de gran simplicidad interior pero con una serie de muros y espacios adyacentes que hacen de esta simplicidad un atributo difícil y complejo de conseguir.

La casa que mira al cerro se abre con dos decks de madera que dan altura al volumen, despegándolo con un zócalo de piedra del nivel del suelo. También se la ayuda a tomar contacto con la geografía de un modo sensible, usando piedra del lugar y dejando los arbustos que forestan el campo en la terraza, ya que encuentran en lo natural la virtud a ser mantenida y no domesticada.

El vidrio y el hormigón, junto con la madera de los solados, completan el repertorio de los materiales en donde el color y la textura son intrínsecos de cada elemento.

Según los autores, “el proyecto se dibujó y se desdibujó tantas veces hasta alcanzar una idea simple: la gravidez de la materia debía excavarse hasta propiciar el espacio”. Con la ayuda de la piedra y con el uso de un lenguaje contemporáneo, esta casa destila una cierta atemporalidad que favorece el diálogo con la montaña.

El recuerdo de la casa tucumana que Eduardo Sacriste proyectó para la familia Torres Posse sobrevuela ahora el Uritorco, y es la valoración del clima seco y áspero lo que las hace familiar. Ambas tienen un sentido de austeridad y dignidad especial, habrá que darse una vuelta dentro de cincuenta años para ver si esta obra de Nanzer y Marchisio logra pasar la barrera de los años con tanta dignidad como la tucumana.