El niño Matías tenía gustos más que particulares. Al cumplir los 18, los padres le ofrecieron como regalo un auto de los mejores. El adolescente dijo que no. Prefería que le regalaran una redecoración del “living” de su suite de ambientes privados en la residencia familiar. A nadie le debe haber extrañado, porque Matías era un Errázuriz Albear, un clan de preclaros coleccionistas que le cumplió en gran estilo: su sala privada es un delicioso proyecto de José María Sert, una fantasía orientalista y de lujo creada a mano por este español amiguísimo de Coco Chanel.

La saleta era el único ambiente contemporáneo en el palacio Errázuriz y sigue siéndolo en el Museo Nacional de Arte Decorativo que funciona allí desde hace casi setenta años. La Sala Sert, restaurada y tan espectacular como cuando se estrenó, funciona ahora de entrada al más flamante emprendimiento del museo, la Sala Imperio, un dormitorio creado donde era el dormitorio de Matías (que era en otro estilo y cuyos muebles se llevó al mudarse). El ámbito es impecable, una reconstrucción que desbarra buen gusto y levanta el ánimo por su rigor y belleza.

Este dormitorio es parte del trabajo que viene realizando el museo en su primer piso, creando nuevos espacios y exhibiendo piezas de su enorme colección. Gracias al entusiasmo y donaciones de varios anticuarios y amigos del museo se pudo restaurar el equipamiento del dormitorio Imperio y crear su ámbito. Esta sala se integra con gracia a la secuencia didáctica de estilos que busca crear el museo, que tiene un claro sentido educativo.

El joven Matías tenía una suerte de departamento en el primer piso del palacio familiar, al que se entraba por el living creado por Sert. Una puerta daba acceso a un pasillo distribuidor con un gran baño, casi intacto hoy en día, closets diversos, un patio interno y el dormitorio. Por muchos años, ese ambiente funcionó como escritorio del director del museo y hoy vuelve a ser sala de exhibición.

Es un ambiente alegre y leve, con muros tapizados de raso amarillo. Lo central en un dormitorio es por supuesto la cama, y la que se exhibe es una góndola de maderas nobles y oros, con un importante dosel. A su lado hay una pequeña mesa de noche, enfrente un escritorio ministro lleno de cajones y con un notable tintero fabricado con balas de cañón, y alrededor notables cómodas y sillas y sillón firmados por Jacob, el más notable ebanista de la época. Estas piezas y los muchos candelabros, sconces y araña son todas piezas originales del período Directorio-Imperio-Restauración, que pese a las etiquetas mantuvo una notable identidad.

Vale la pena demorarse viendo los detalles. Por ejemplo, un notable vaso ornamental ruso de porcelana o la impactante mesa guéridon de fuertes oros y tapa de mosaico en miniatura con escena mitológica y guarda astrológica. O el bellísimo reloj en la mesa de noche, los morillos con esfinges que custodian la chimenea y la delicada acuarela de Hubert Robert de 1773 cercana al escritorio. Ciertamente, la pieza más deliciosa es el mueble de coiffeur ubicado, con perfecto tino, entre la cama y el baño, de maderas finísimas y un verdadero ingenio mecánico de cajones ocultos y paños rebatibles.

Todos estos objetos y varios que ornan el pasillo son donaciones acumuladas por años y años en el museo, que no tenían donde exhibirse de forma coherente. El MNAD espera la mudanza anunciada del Museo de Arte Oriental, que toma buena parte del primer piso, para avanzar con sus salas nuevas. Esta vale una visita por ser un baño de estética, un arca de diseño y un excelente trabajo de restauración n

El Museo Nacional de Arte Decorativo está en Libertador y Pereyra Lucena, frente al ACA, y abre todos los días menos los lunes.