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Jueves, 18 de noviembre de 2004

EL INCLASIFICABLE GUSTAVO CHARIF Y SUS OBRAS

Estética de la verdad

Artista vivo y argentino autodenominado apátrida, tomó el clásico Las mil y una noches como inspiración para una serie de pinturas, imágenes digitales e ilustraciones. De todo eso salió una monumental muestra bautizada Alejandría, abierta hasta el 24 de este mes en el Centro Cultural Borges.

 Por Eugenia Guevara

Para hablar de la relación que mantuvo con Luca Prodan, y también de sí mismo, el polifacético artista Gustavo Charif (38) decide introducir a un personaje singular, que fue quien los presentó y, al mismo tiempo, quien posibilitó que él sea quien es hoy: Enrique César Lerena de la Serna, primo hermano del Che. “Fue 20 años bombero voluntario especialista en explosivos, desactivaba bombas, tenía cicatrices en todo el cuerpo y tuvo cuatro medallas al valor. Era etólogo y cuando murió tenía tres cátedras universitarias. Salió en el Libro de los Guinness porque escribió la novela más larga de la historia, era pintor, era un tipo fantástico y tenía mucha amistad con Sumo, con Luca. Porque Luca tenía amigos hiperintelectuales como él o como Federico Peralta Ramos. Nos juntábamos a desayunar en la Galería del Este y Luca venía con nosotros al menos una vez por semana”, recuerda Charif, a quien también podría definirse como un personaje singular. Argentino –aunque él mismo prefiera definirse como apátrida– residente en París, pintor, escritor, cineasta experimental, músico y accionista, por estos días está en Buenos Aires acompañando su monumental exposición titulada Alejandría, que puede verse hasta el 24, en la misma sala de ochocientos metros cuadrados que albergó la muestra de Salvador Dalí, en el Centro Cultural Borges (Viamonte y San Martín).
Gustavo Charif tenía 21 años cuando formaba parte del grupo de amigos singulares de Luca Prodan y cuando fundó, con Néstor Klem y Pablo Cristofanetti, el grupo Gomorrita, que realizó los videos de Llegando los monos y Noche de paz, nada menos. “Los hice con Luca. Había hecho las partes de animación de Llegando los monos cuando Luca murió y Tom Lupo, amigo común, terminó haciendo el papel de cura que tenía que hacer Luca”, cuenta.
Charif expone desde hace más de dos décadas en las ciudades más importantes del mundo. Cuando llegó a París en 1999, realizó una falsa portada de Le Figaro que distribuyó por toda la ciudad, anunciando su invasión. A partir de allí, comenzó su relación con Jodorowsky y Arrabal, integrantes de su admirado grupo Pánico (que también integraba Roland Topor). Su muestra Alejandría incluye, además de las 22 obras sobre tela agrupadas como Mil noches y una noche, dos libros de bibliofilia, el Libro Alejandrino (con catorce imágenes digitales que escoltan otros tantos escritos de pueblos árabes) y Cartas, que reúne a Milan Kundera y Fernando Arrabal, quienes lo invitaron para realizar las ilustraciones. Charif, que duerme apenas cuatro horas diarias, dice que el proceso Alejandría le llevó unos 38 años “porque uno pinta con la memoria, no hay imaginación”; aunque las inabarcables pinturas expuestas fueron realizadas en cuatro meses. Antes releyó Las mil y una noches, su fuente de inspiración, y allí encontró otros cuadros, cosas que habían pasado desapercibidas en lecturas anteriores. También dice que, por primera vez, su obra se relaciona con su origen libanés, pero no del todo, porque también tiene sangre sajona. “Si no fuera así, lo hubiese hecho igualmente porque los libros te llevan inevitablemente, sino a Las mil y una noches, a la cultura árabe”, remarca.
Gustavo Charif realizó treinta películas experimentales que hoy le permiten asegurar que está listo para filmar tres largometrajes: Recontrapoder (guión escrito con Luis Felipe Noé), Los días que nunca existieron (basado en un cuento de Marcel Schwob) y El cielo y la mierda (sobre el libro de Fernando Arrabal). Fue a propósito de esta última película que recibió un mail del mismísimo Marilyn Manson que planea hacer otra sobre Jodorowsky, fascinado también como Charif, con los integrantes del grupo Pánico. “Marilyn Manson no es fanático de mi obra como dicen... Todavía... Me escribió que le gustaría tener la oportunidad de verla en persona, porque lo que vio hasta ahora en imágenes le gustó mucho. Además, los Pánico le han hablado mucho de mí”, revela. También anticipa que en marzo saldrá publicada su novela La muerte amable del sueño (la primera que verá la luz, pero la vigésima que escribió) y se prepara para grabar su primer disco, donde cantará y tocará todos los instrumentos, bajo el seudónimo de Victorio Lenz, el alter ego que creó en 1999 y que expuso con el colectivo Ovo Nero. Un disco que, como sus cuadros, resulta difícil de definir. “Desde luego, tiene una connotación que tiene que ver con The Residents en el sentido de que es pop y rock, por momentos muy ácido, muy agresivo, pero que sobre todo es muy paródico”, explica. A los 18 años, Gustavo Charif se fue por primera vez a Europa, viajó por Asia y Africa. Volvió a la Argentina en los ‘90 y partió otra vez cerca del nuevo milenio, instalándose en París, ciudad cómoda, pero que no lo convence demasiado. Afirma que su relación con la Argentina es puramente laboral y responde al interés de algunos coleccionistas en su obra. Pero dice más: “La argentinidad no me interesa, tampoco me interesa Bersuit Vergabarat, no me interesa Lanata, no me interesa todo eso que no me parece estético, y para mí la estética está de la mano con la ética. Creo, como Novalis y los alemanes románticos, que en la estética se refleja la ética todo el tiempo. Uno puede mentir con el contenido, la estética dice la verdad. De todas formas, no considero que definirse por la conexión con su país sea una forma sabia de definirse; a lo sumo, uno puede decir que es terrícola, y eso está por verse también”.

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