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Jueves, 29 de septiembre de 2005

FRANK “THE RHYTHM MAN”, BATERISTA DE FUN LOVIN’ CRIMINALS

Livin’ la vida loca

Con Livin’ in the City, su nuevo disco, el trío neoyorquino revalidó los títulos de banda elegante y de buen pulso. En plena gira estadounidense, el “hombre ritmo” se tomó unos minutos para afirmar que “nuestro show es sólo la primera fiesta, la otra comienza cuando dejamos de tocar”.

POR DANIEL JIMENEZ

Como todas las historias de luchadores con finales felices, la de Fun Lovin’ Criminals comienza en torno a unas cervezas baratas y dos tipos que frecuentaban un club de Nueva York llamado Limelight, allá en los umbrales de los ‘90. Así, Huey y Fast –las dos terceras partes de la banda– se conocieron entre margaritas y marihuana, y se dieron cuenta de que coincidían en el amor por la música soul, el reggae, el hip hop, el rock y el estilo del bon vivant.

Inspirados por el soul, música con la que habían crecido en los bajos fondos neoyorquinos, el cantante y el bajista empezaron a producir sus propias canciones hasta debutar en 1996 con Come Find Yourself, un disco que destilaba ironía desde los textos, ritmos negroides y la áspera elegancia del timbre arrastrado y calentón de Hughes “Huey” Morgan. Hoy, con más de una década de carrera y seis producciones editadas, los embajadores del buen gusto están de regreso con Livin’ in the City, un álbum que vuelve a combinar funky, sonidos punkies, rap, baladas cachondas y exóticos sabores latinos, apoyados en las mismas fábulas humeantes de gangsters, marihuana y excesos de la vida nocturna.

Frank “The Rhythm Man” (no utiliza apellido), tercer baterista en la historia del trío y británico nacido en Leicester, tiene nada más y nada menos que la responsabilidad de ser el nuevo beat elegante y sobrio de los FLC, pero es un trabajo que no parece pesarle. Desde Los Angeles, una de las paradas de la gira presentación del flamante disco, el “Hombre Ritmo” habló con el No y dejó en claro que los músicos sin sentido del humor ni alma de fiesteros nunca podrían formar parte de los adorables y divertidos criminales.

–Tener sentado en la batería a un tipo que le dicen el “Hombre Ritmo” debe ser una tranquilidad para tus compañeros...

–Ja, ja, puede ser. Ese apodo me lo puso una noche de borrachera un inmenso baterista de Nueva Orleans que se llama James Clames. El tipo es un sesionista fantástico y es británico como yo, así que nos entendíamos bien. Tal vez esa noche le habré parecido algo similar a una máquina de ritmo, vaya uno a saber. Recuerdo que se levantó del piso después de una terrible resaca y me dijo: “Amigo, eres el verdadero Hombre Ritmo”. Y ahí me quedó.

Frank se unió a la banda luego de la deserción de Mackie, su segundo baterista, y la desaparición del primero, un tal Steve-O, del que se reparten disparatadas versiones que incluyen un viaje relámpago a la selva peruana y una expedición con pasaje de ida a los monjes tibetanos. Más allá del tufillo Spinal Tap, los que tuvieron la chance de ver a Fun Lovin’ Criminals en vivo coinciden en que los shows del grupo son verdaderas fiestas, donde el público termina más volado que los músicos y la parranda no se termina con el último acorde. Casi como un ritual cool donde proliferan chicas bonitas, tequila, descontrol VIP y mucha camisa (transpirada) de Armani.

–Teniendo en cuenta el mito sobre la “fiesta interminable”, ¿pensás que estás realizando el mejor trabajo del mundo?

–Oh, sí. La verdad es que los shows de Fun Lovin’ Criminals son una verdadera fiesta loca, y eso lo puedo comprobar recién ahora, porque no hace mucho que estoy en el grupo. Pero nuestro show es sólo la primera fiesta, la otra comienza cuando dejamos de tocar (risas). Uno de mis conciertos favoritos fue en Birmingham, en Inglaterra. Dimos un show tremendamente caliente y la gente terminó saltando sobre las columnas de sonido, absolutamente sacada. Después de la actuación nos fuimos a una fiesta en una casa gigante con chicas, tragos y esas cosas, que, creo, duró hasta el otro día. Y si había otra más tarde, íbamos también.

–¿Por qué nunca editaron un disco en vivo, con más de diez años de carrera y siendo una banda básicamente de escenario?–Creo que es cuestión de tiempo... aunque pasó mucho ya, ¿no? (risas). En la última gira grabamos un par de canciones en vivo y las editamos para un flamante DVD. Pero estamos en planes de grabar un disco en vivo, tal vez el año que viene. Igual se lo voy a preguntar a Huey y a Fast porque ahora me hacés dudar. ¿Diez años y ningún disco en vivo? Hmmm... ¿Qué hicieron todo este tiempo estos muchachos?

–Justamente, en una entrevista Huey afirmó que a la gira de Livin’ in the City la bautizaron “Lock up your Daughters” (“Encierren a sus hijas”). ¿Son tan terribles como parece?

–(Se ríe a carcajadas) ¿Eso dijo? Qué hijo de puta. La verdad es que ese era un chiste interno y no pensé que el tan puto lo había dicho en serio en una entrevista. Pero es un chiste, no se lo tomen en serio. Pero, por las dudas, ¡atención, madres del mundo!

La grabación de Livin’ in the City no fue tarea sencilla. El trío estuvo viajando constantemente entre América y Europa visitando distintos estudios de grabación, hasta dar con el sonido deseado. Pero ese inconformismo es hoy también el que guía a un proyecto musical que exhibe con orgullo una base de amistad indestructible, como la de Huey y Fast, y una visión musical que suele ir más allá de los grandes arreglos con las compañías o la presión de hacer hits, como Love Unlimited, Loco, Korean Bodega y I’m not in Love, su versión en plan lounge del clásico de 10 CC. Al menos para Frank, tocar en la banda no es un laburo estresante: “El último año viajamos mucho y tuvimos la oportunidad de pasar una larga temporada en Londres, donde estuvimos demasiadas noches fumando y tomando buen vino. Después volamos a Nueva York para darle un nuevo sonido al álbum, y seguimos tomando vino. Pero sin presiones, sabíamos que el material en algún momento iba a estar terminado y lo queríamos hacer sin apuro y de la mejor manera posible”.

Aquel que siga de cerca la carrera de FLC sabrá que dos de sus discos llevan nombres en español (Mimosa y Loco) y que como primer corte de Livin’ in the City eligieron Mi corazón. Frank, aunque nuevo en la banda, tiene una explicación para todo: “Decidimos tomar ese tema como primer corte porque nos gustaba mucho y no porque el título llevara una palabra en español, aunque eso pasa seguido para ser un grupo de Nueva York, ¿no? Quizás el hecho radica en que Huey tiene antepasados puertorriqueños y que él siente una gran afinidad por ese idioma. El escribió Mi corazón por una historia que tuvo con una chica latina, y es una gran canción. De todas maneras, el español me parece una lengua fantástica, como me parecen fantásticos los discos de Ozomatli y de Santana”.

Si bien años atrás los FLC habían ampliado su espectro comercial a través de la apertura de una compañía de recolección de basura, la Difontaine Carting & Asbestos Removal Co., parece ser que su debilidad por los negocios no terminó allí. Durante el 2005, Huey, Fast y Frank abrieron un bar en Irlanda, cuya inauguración contó con la presencia de Bono, Larry Müllen y otros músicos famosos. “Los tres somos los jefes del Voodoo Bar, un coqueto pub que está en Dublín, donde preparan los mejores tragos. Lo que pasa es que los chicos tienen raíces irlandesas y muchos amigos en común que viven allí, así que sólo había que viajar y montarlo. Y tomar buenos tragos es tan necesario como tener un buen backstage.”

–¿Y qué no debe faltar en un backstage de FLC?

–Hielo, frutas frescas, Jack Daniels, una selección de buenos vinos finos, tintos, por supuesto; chicas calientes, música reggae y un poco de lounge. Ah, y velas, muchas velas. Las velas son fundamentales.

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