Vamos vamos los pibles
Por Eduardo Fabregat
Por Eduardo Fabregat
David Blaine no es simplemente un mago que recorre las calles sorprendiendo gente con sus trucos. Blaine es en realidad un fanático religioso capaz de llevar a sus acólitos a un suicidio en masa –un suicidio muy ridículo, pero suicidio en masa al fin– en Washington si el gobierno no atiende su reclamo de exención de impuestos. Pero no todo está perdido, porque Blaine deberá enfrentarse con los Súper Mejores Amigos, nada menos que Jesucristo, Buda, Mahoma, Krishna, el mormón Joseph Smith, Lao Tsé y Seaman (¿Seaman?), unidos para derrotar el mal, pero no con la habilidad suficiente como para evitar que un pibe de anorak naranja sufra su enésima muerte. Como canta Les Claypool, de Primus, en cada apertura animada: “Venite a South Park y conocé a unos amigos míos”. Y no te quejes por las consecuencias.
He ahí uno de los argumentos (“Super Best Friends”) de la quinta temporada de South Park, que la señal de cable Locomotion comenzará a emitir esta noche a las 22. La subversiva criatura de Trey Parker y Matt Stone mantiene sus serias aspiraciones de igualar el envidiable record de The Simpsons, un record que no tiene tanto que ver con el tiempo en el aire (SP tiene cinco años de vida, contra los más de diez de la familia de Matt Groening), sino con el espíritu del asunto: como la clásica serie de personajes amarillos, cualquier episodio de South Park es una apuesta segura. En los nuevos capítulos, Stan, Kyle, Cartman y Kenny (y una galería de personajes secundarios cada vez más increíble) protagonizan aventuras a cuál más desquiciada, provocadora y deforme, incluyendo cosas como un homenaje a la interminable pelea a puño limpio de Sobreviven (el paranoico film de John Carpenter), protagonizada por Timmy y Jimmy, dos chicos discapacitados. O la aparición de Radiohead como impensados aliados de Eric Cartman. O Towelie, una toalla “genéticamente manipulada” por el gobierno estadounidense, que se conecta a la nueva consola de juegos del cuarteto y obtiene sus poderes a través de las drogas. O la visita de los chicos nada menos que al cuartel central de... Osama Bin Laden. Kick ass!, gritaría el gordo Cartman (“No soy gordo, tengo los huesos grandes”), uno de los personajes que más fans suma en todo el mundo. Después de Kenny, claro.
La historia de South Park es más o menos conocida: a fines de 1995, un ejecutivo de TV llamado Brian Graden quiso sorprender a sus amigos con una tarjeta navideña en video (ver aparte), y contactó a los dos delirantes que le habían acercado un corto hecho con una artesanal técnica de papel cortado y animado cuadro por cuadro. Quebrados, sin un mango en el bolsillo, Parker y Stone aceptaron el encargo, mejoraron el aspecto de su Spirit of Christmas y se lo entregaron a Graden. Cuenta la leyenda que, cuando George Clooney recibió el engendro en el que Santa Claus y Jesucristo se molían a palos para definir quién era el dueño del espíritu de la Navidad, mientras cuatro niños de ocho años y cabeza redonda proferían una puteada tras otra, hizo otras 300 copias y las distribuyó entre sus propios amigos.
En cuestión de días, The spirit... se convirtió en el secreto más difundido de internet. El efecto de bola de nieve incluyó la exhibición del corto en los shows de Tool, para el delirio de un público que sería la base del éxito. Dos años después, South Park debutaba en la estación de cable Comedy Central, y enseguida se convirtió en la serie más vista del canal, que nunca se había distinguido por sus altos ratings. Por eso, y porque era precisamente lo que habían comprado, los ejecutivos de la señal toleraron las feroces bromas sobre la religión, la familia, las relaciones sexuales, el maltrato a animales, las drogas y todo aquello que la sociedad WASP estadounidense considera puro, limpio y confiable. Con semejante carta blanca para bardear, el dúo se especializó en hacer de cada episodio un viaje a lo inesperado, en el que lo único predecible esque Kenny McCormick va a encontrar una muerte horrible... aunque los mismos autores confiesan hoy que cada vez se hace más difícil imaginar nuevas maneras de eliminar al pibe que sólo mostró su rostro –muy brevemente– en el desquiciado film South Park: Bigger, Longer & Uncut.
Más allá de una tercera temporada en la que la creatividad pareció agotarse un poco, South Park fue generando un universo de personajes y situaciones que algunos definen como “Peanuts en ácido”. Con Timmy (el niño en silla de ruedas que llegó a estrella de rock como cantante de Lords of the Underworld) ya instalado como compañero del cuarteto central, en esta temporada aparecerán nuevos personajes como Jimmy, en muletas y con una especial pasión por la stand up comedy, o la Señorita Choksondik, una educadora que formará un imposible dúo de educación sexual con el Señor “las drogas son malas, mmmmkey?” Mackey. Pero, cómo no, allí estarán también Big Gay Al a cargo de una compañía de boy scouts, y el Chef cantando canciones cargadas de sexo a los pibes, y los pedorreros canadienses Terrance y Philip en trance de separación “a lo Wham!”, y un Cartman repentinamente millonario, y el culo de Kenny (no pregunten por qué) en todos los carteles de “Niño desaparecido”, y Jimmy y Timmy rompiéndose la cara durante largos minutos y sí, el Criminal Nº 1, el mismísimo Osama.
Los tiempos del papel cortado y movido a mano ya quedaron bien atrás: hoy Parker y Stone lideran un equipo de artistas que trabajan con su propio programa de animación –Maya– para sus postales de un pueblito insignificante, en el que sin embargo todas las deformidades encuentran su mejor escenario. Postales de un producto televisivo que, dados los niveles de control de lo que puede o no verse en pantalla en los Estados Unidos, puede entenderse como un milagro. Un milagro tan grande como el que permite que, cada vez, en cada nuevo viaje a lo inesperado, los ojitos de Kenny vuelvan a brillar detrás del anorak naranja, hasta ese momento fatal en que Stan y Kyle entreguen el latiguillo infatigable: “Oh Dios, mataron a Kenny! Hijos de puta!”.
¿Cartón pintado? No. South Park. n
South Park estrena episodios los jueves a las 22, con repetición a las 2 de la mañana y el domingo a las 22. Todos los días, en el mismo horario, se ven capítulos de temporadas anteriores, por Locomotion.