Jueves, 4 de mayo de 2006 | Hoy
BICICLETAS - INTERAMA
Fueron producidos por Ezequiel Araujo, y sacan disco en mayo. Pretenden aportar una estética tan pop como inundar un lugar con latas de sopa.
Por Julia Gonzalez
A Bicicletas se lo suele asociar con el nuevo rock de los ‘90 o con Jaime Sin Tierra. Sin embargo, ellos se definen como una gama de músicas que se fusiona en la línea cronológica que va del ‘68 al 2004. “Cada época es un collage de sentimientos”, dice Mariano J. Repetto (batería). Más allá de cualquier interpretación, Bicicletas se erige como un desprendimiento del arte de Andy Warhol. Su disco homónimo ya está grabado, sale en mayo y lo trabajaron íntegramente con Ezequiel Araujo. Contiene doce temas, entre ellos un cover de Oye niño, de Miguel Abuelo, “justo ahora que se puso de moda”, dice Mariano. Bicicletas toca cada tanto en Córdoba con la banda platense y amiga Estelares. Cuentan que allí hay una movida cercana a lo que fue el nuevo rock de los ‘90 y que en los boliches suenan Mataplantas, Victoria Mil e Interama. El año pasado participaron de la película Capital, la opera prima de Augusto González Polo que aún no fue estrenada. Su aporte fueron dos canciones; una que suena de fondo y la otra, el corte de difusión del nuevo disco, Ojos, que la están tocando en una fiesta. Participar de la película fue una buena experiencia en la que había cámaras y luces por todos lados, con gente que saltaba abajo del escenario: “Fue como participar de la mentira del rock”, dice Mariano.
–¿Por qué es una mentira?
Mariano: –Es como delirar frente a la propia fantasía del rock y todo lo que es la movida de una película y la locura de aparecer ahí. Uno lo hace no para ser famoso sino porque tiene algo que decir, siente que si uno no lo dice, nadie lo va a hacer. El rock es una mentira, la fantasía del rock no es real. Aunque se convierte en una realidad. Tocar en Córdoba es un delirio diferente de cuando tocamos acá. Eso lo genera una fantasía y estar en la película es parte de eso.
Julio César Crivelli (guitarra y voz) interrumpe: “El camino a la fama no significa nada si no hay una misión”, se ríen. Durante la entrevista con el NO habrá más citas babasónicas.
–¿Y cómo viven esa fantasía?
Mariano: –Saliendo a trabajar, viviendo en el mundo real.
Julio: –Como dice Babasónicos: “Necesito gas para seguir”, pero la droga para seguir en esta locura es la fantasía, un mundo de ficción.
El trabajo anterior es Deslízate naranja, un EP con seis canciones en el que aparecen letras inquietantes, donde el mundo es azul, hay elefantes colgados del techo, piden que brilles en un día verdeazulygris y las paredes hablan demasiado. Hay dos historias con las que asociar su nombre. “Somos una banda de ciudad, y la palabra ‘bicicletas’ era el momento en que uno tenía su propio jardín de fantasía y libertad, cuando vos salís a andar en bici es otro aire, otra libertad”, dice Mariano y compara: “Como el estado de naturaleza, de Rousseau, está todo tranqui. Es contradictorio. ¿Viste Hoffman? Tiene que ver con el pop”. La primera vez que el creador del LSD, el científico Albert Hoffman, consumió su propia medicina, se fue en bicicleta del laboratorio a su casa y sintió que el tiempo se gelatinizaba. Fueron seis kilómetros de sentir que los colores ocres de la primavera suiza tomaban un brillo intenso y se filtraban dolorosamente en sus ojos. Así descubrió nuevos matices que palpitaban rítmicamente con los sonidos de la naturaleza. Hoffman pasó a la historia pedaleando una bicicleta suspendida en el tiempo que no iba a ninguna parte. Y esta experiencia algo tiene que ver con Bicicletas.
Julio agrega que además está la parte warholiana, “como la multiplicidad de objetos que se repiten, como la sopa Campbell”. Mariano se levanta y trae un pin amarillo de la banda y dice que es un objeto muy pop, aunque el género está algo bastardeado y resume que Bicicletas viene por el lado de la psicodelia y la lisergia. “Esa es una buena manera de decir algo sin decirlo”, finaliza.
–Pero lo dijeron.Mariano: –Manejamos mucho los colores contrastados, porque los temas son un poco así, alegres, tristes, sí, no. Estás cantando algo alegre, pero la música va por otro lado. Hay neurosis desde la dicotomía.
Tres de los cinco Bicicletas conviven en una casona de Coghlan. Allí tienen su estudio de grabación, sala de ensayo, y lugar de reuniones y fiestas. En el comedor, entre los instrumentos, se destaca un poster de Sonic Youth, banda que los aúna, aunque también se barajaron entre The Vaselines, Victoria Mil, Nirvana, Pink Floyd, The Beatles y Los Redondos. Ya grabaron un disco de covers (Discover) con versiones de los Stones, The Cure, Duran Duran, The Doors, The Chemical Brothers y Golden Boy with Miss Kittin, grabado en el 2004.
–¿Cómo les afectó Cromañón?
Federico (guitarras): –Se complicó con los lugares para tocar. Además, generacionalmente es el gran primer shock que tenemos de gente de nuestra edad. Un poco de paranoia te agarra, como que a veces tocabas en tal lugar antes de Cromañón y después te diste cuenta: “Che, loco, yo metí 200, 300 personas donde ni daba”. Igual nuestra música no da para prender bengalas.
Mariano: –A mí me encantaría que fuera otra onda, porque por ejemplo en Córdoba agitan y acá es como un público más contemplativo. Acá flashean y mueven la cabeza. Tenés que tocar en un teatro o en un lugar con butacas y es un garrón. Hay lugares que la estallan más que otros, es otra energía, terminás de tocar y te abrazás. Y cuando hay butacas te das la mano. n
* Bicicletas toca el miércoles 10 de mayo en el Marquee (Scalabrini Ortiz 666) con los uruguayos Sordromo. A las 21.
El año pasado fueron teloneros de Placebo y The Strokes, y ahora apuestan a un nuevo disco que promete ser un gran lanzamiento del año.
Por Daniel Jimenez
Allá por 1999 existían dos bandas en Ituzaingó que intentaban abrirse camino en la escena musical del Oeste: Electra y Limón. Ambas se animaban por separado a conjugar lenguajes musicales que iban por fuera del rock más visceral y ortodoxo. Apostaban al pop desde una visión melancólica y conceptual, donde el objetivo principal era estremecer al oyente. Casi como un proceso natural, estos grupos se desarmaron. O, mejor dicho, se fusionaron. “Yo estaba en Electra y pasé a integrar el proyecto de los chicos, y entonces quedó algo parecido a mí, más Limón”, recuerda con una sonrisa Sebastián Salvador, guitarrista y principal compositor de Interama. El junto con Luciano Mazer (guitarra), Sebastián Pinardi (bajo) y Mario Guzzi (batería) terminaron de darle forma a este nuevo combo en el 2001, consolidado con Ayar Sava (el hermano de Facundo Sava, ex jugador de Gimnasia y Esgrima La Plata y Boca) como guitarra anexa.
Antes del ingreso de Ayar, el quinteto ya había grabado dos EPs artesanales donde apostaban a la experimentación sonora y a la búsqueda de nuevas texturas musicales: Polución electrónica de las conciencias y En la esfera. Sin embargo, Interama toma como punto de partida oficial sus dos últimos trabajos discográficos: El jardín que florece sin cesar (2003) y el flamante Iniciando la Máquina de Angeles (2005). Su música es difícil de encasillar, aunque puedan notarse influencias como el García setentoso, Spinetta, Travis, Radiohead y The Beatles, pasando por David Bowie. En el universo de Interama los recursos se van superponiendo de acuerdo con los paisajes sonoros, que pueden ubicar el oyente en el medio del Hyde Park una lluviosa mañana de domingo o en la cima de una montaña al caer el atardecer. A eso hay que sumarle textos existencialistas e impregnados de una sutil búsqueda de respuestas en un mundo en blanco y negro.
Si bien hoy casi todos sus integrantes viven en la ciudad de Buenos Aires, los comienzos en el Oeste no fueron fáciles. ¿El motivo? Eran bichos raros. “Allá teníamos un público limitado y no cosechamos demasiado éxito. Antes de entrar a la banda los vi en la plaza de Ituzaingó recibiendo botellazos”, recuerda Ayar. Luciano ratifica: “Lo que pasó es que antes tocó una banda punk y el público en su mayoría era de ellos. Además, el baterista que teníamos en ese momento tocó con alitas en la espalda y lo querían matar, imaginate”. Sebastián rememora: “Nos odiaban; a mí me pasó un botellazo a diez centímetros de la cara, fue tremendo”.
Los medios suelen encasillarlos con un grupo de bandas al cual no están muy seguros de pertenecer. “La gente necesita que estés contemplado en un grupo especial, pero no estamos en ningún lugar. Por eso nos rompe un poco las pelotas que nos comparen siempre con Jaime Sin Tierra, más allá de que su música nos guste”, dice Sebastián. Independientemente de sus méritos, saben que su relación con el director de cine Ezequiel Acuña, sus presentaciones en el Personal Fest del 2004 y sus shows como teloneros de Placebo y los Strokes influyeron para sonar un poco más.
“Haber grabado El jardín para Nadar solo, de Acuña, nos sirvió, pero fue algo que duró poco, al igual que la prensa involuntaria que tuvimos por haber tocado en esos megaconciertos, aunque no conocíamos a nadie y no llegamos hasta ahí por acomodo sino por nuestras canciones”, dice orgulloso Ayar. Entonces, luego de haber compartido escenario con artistas internacionales de renombre y ser los niños mimados de un director, ¿por qué Interama no ha escapado al under? Dice Luciano: “Primero, porque no tenemos un agente de prensa, y segundo porque existe una falencia a la hora de manejar nuestra promoción, pero es parte del aprendizaje”. Sebastián Salvador coincide: “Existe una realidad del mercado que nos marca que nuestra música es elitista para ciertos parámetros, porque requiere de un proceso: necesita de alguien que se tome su tiempo y lo escuche entero. Hoy se busca más la frase polémica o el estribillopegadizo, y nuestra música no cumple con algunos requisitos radiales que no tienen que ver con la calidad sino con cómo presentar un tema”.
Creen que las compañías sólo se arriesgan por grupos convocantes y que no existe un interés comercial en proyectos que arrastren menos de quinientas personas. Aunque la paciencia es una virtud de Interama. “Son cosas que llevan tiempo. Babasónicos tardó diez años en llegar al Luna Park, pero fijate con la solidez que lo hicieron. Quizá nuestro camino sea más largo, pero tarde o temprano la gente va a responder a nuestra propuesta, que es un poco más densa que la media”, comenta Luciano.
A diferencia de sus trabajos anteriores, Iniciando la Máquina de Angeles es un disco donde el quinteto se autorreprimió la complejidad e intentó buscar la simpleza por sobre la sobreproducción, algo que todos destacan como “un viejo error de aprendizaje”. El 2006 se presenta como un año bisagra, donde tocarán en la Argentina y Uruguay para sacar definitivamente su música del garage. Para Luciano, existen señales: “En el show de Placebo yo miraba de costado y veía a cinco mil tipos pidiendo por la banda y me quería morir, hasta que después del primer tema levanté la cabeza y escuché los aplausos. Y ahí pensé: si toda esta gente está esperando a Placebo y nos aplauden así, es porque estamos en el camino correcto”.
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