LA 25 Y LA COVACHA ENCABEZAN UNA NUEVA ESCENA
Verdadero Quil-Rock
Las dos bandas protagonizan, cada una a su manera, un pequeño fenómeno de convocatoria y crecimiento. Reunidos en la céntrica Plaza San Martín de la ciudad sureña, hablaron de gustos, coincidencias y afectos. Eso sí, de fútbol mejor no.
› Por Javier Aguirre
Dos chicas con deliciosos flequillos stone pasan caminando, con abultadas remeras con el logo de La 25. Y unos chicos con mochilas y carpetas señalan y dicen: “¡¡Uy, mirá, son los pibes de La Covacha!!”. Parece una puesta en escena montada para impactar al periodismo, pero es la realidad pura: en la Plaza San Martín, de Quilmes, La 25 y La Covacha son algo así como celebridades. La reunión cumbre, propiciada por el No, entre las dos bandas quilmeñas que a espaldas de cualquier luz mediática son revelación de convocatoria en el under de Buenos Aires, parece algo que podría tener cualquier nombre globalizador –¿Quil-rock? ¿Rocquilmes?–, pero que es la consolidación de una barriada rockera con escena propia, a la que también pertenecen bandas como La Boya, La Pulposa, Sexto Sentido o Barrios Bajos. Más allá de compartir su origen geográfico, o su incuestionable linaje rockero (y acaso también chabonero), La 25 y La Covacha no son bandas demasiado parecidas. Mientras que La 25 es heredera de la más callejera, calurosa y enérgica tradición stone argentina, La Covacha tiene en su formación genética recortes bastante especiales del plasma renguero– piojoso-pelotero. Mientras que los primeros llevan dos discos editados -los dogmáticos Rock and roll y Así es el rock and roll– y debutarán este sábado a las 22 en El Teatro, los segundos llevan un casete y un disco de vida –Hay que gritar y Por el mismo camino– y están a punto de grabar un nuevo CD, con la producción de la dupla Pablo Guyot-Alfredo Toth.
–¿Existe una identidad lírica y musical en Quilmes?
Salva (voz de La Covacha): –El rock es una expresión de la gente, teñida por el lugar donde uno se cría, y las canciones nacen del alma. No sé si lo que pasa en Quilmes se traduce directamente en las canciones, pero nosotros venimos de estas calles, y el Sur está pesado, está bravo. Este resurgir de bandas del Sur tiene que ver con la necesidad de decir algo. Acá hay un 70 por ciento de desocupados, la mitad de la gente se caga de hambre, cada vez que llueve se inunda todo. Esta expresión musical, ante todo, se la banca.
Junior (voz de La 25): –Aunque la música de las dos bandas no es la misma, los mensajes son similares.
Salva: –El rock te permite elegir distintos caminos, y nosotros elegimos el mismo. Lo que más nos une es el público. Una banda no se construye en una pieza. La gente la va haciendo. Y esa gente es compartida. Seguimos el camino y tenemos la misma forma de pelearla. Pegamos los afiches en las mismas paredes.
Marcos (guitarrista de La 25): –Y seguimos pegándolos ahora, eh... Si no los pegamos nosotros, ¿quién los va a pegar?
Junior: –Además tratamos de cortar cualquier comienzo de rivalidad, porque siempre hay un punto en que las cosas se pueden partir al medio: podés pelearte o tener una buena relación; y siempre trabajamos para que esté todo bien. Cuando aparecieron nuestros discos, nos los mandamos, nos fuimos conociendo a la distancia. Sabemos lo que pasó cada uno para llevar adelante su banda, sin el respaldo de nadie.
Lisandro (bajista de La Covacha): –En este encuentro sentimos mucha potencia. Somos bandas con casetes que pasaron de mano en mano. Y la música, que en realidad es lo más importante, en este caso no importa tanto. Porque nos respetamos y nos valoramos.
Sebastián (guitarrista de La Covacha): –Nacimos en el caos. Y siempre encontramos soluciones.
–¿Hay otros paralelismos posibles entre ambas bandas?
Lisandro: –Los dos grupos tocamos por primera vez en el interior este año; nosotros en Rosario y Córdoba, y ellos en La Falda. Y nos pasó lo mismo: salieron micros desde acá para hacernos el aguante. Todo eso llega recién después a los medios. Cuando leía lo que pasó con La 25 en LaFalda, yo ya lo sabía. Son cosas que están pasando de verdad, sin que los medios las vean. La mano crece por abajo.
–¿Por qué no les gusta hablar de Quilmes, del equipo de fútbol?
Rodríguez (guitarrista de La 25): –Porque nos viene a ver gente de distintas zonas, y no nos gusta alentar las diferencias.
Lisandro: –Tuvimos quilombos en los shows en el pasado, y fuimos y hablamos con los pibes, y todo se aclaró. Ahora en un mismo show tenés trapos de barrios supuestamente enfrentados, como Mataderos y Morón, y los pibes están tomando una cerveza juntos, sin ninguna historia. Los músicos también tienen que laburar para eso.
–¿Dónde está el secreto del apoyo del público?
Sebastián: –Si lo supiéramos, se pudriría todo.
Lisandro: –Hace un tiempo fui a ver tango, un espectáculo increíble, un tipo que tocaba como los dioses. Y el público éramos diez personas. Nosotros tocábamos al día siguiente en Cemento y teníamos como quinientas anticipadas vendidas.
Marcos: –El público es lo que te hace especial.
Salva: –Así como un partido de fútbol no son 22 tipos detrás de una pelota, un concierto de rocanrol no son 20 canciones. La interacción entre el esfuerzo musical y la pasión de la gente es el rocanrol. Ahí está la fiesta, ahí está lo que es distinto. Los pies en el barrio, pero el grito en el cielo.
Subnotas