Jue 06.02.2003
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ANDRES CIRO, UNA ESTRELLAEN SU LABERINTO

El murguero soy yo

Habla sobre la imposibilidad de viajar en transporte público, de nuevas formas de componer y de su clarividencia candombera (“yo escuchaba Rada antes que Dani Buira”). A punto de cerrar el mega Cosquín Rock, el líder de Los Piojos salda algunas cuentas pendientes y se distancia de su público adolescente: “Sin diferencia no hay orden, y sin orden no hay nada; es caos”, dice.

POR PABLO PLOTKIN Y JAVIER AGUIRRE

Andrés, a diferencia del otro Andrés, escribe pocas canciones. En el último tiempo, Andrés se ocupó de (re)ordenar a Los Piojos en tanto empresa de larga vida: afilar un show caliente y redituable, afianzarse como productor en jefe, editar otro disco en vivo (el segundo en un par de años) y mantener a flote esa suerte de empatía estética con el público que los llevó a ser uno de los dos gigantes sobrevivientes del rock argentino de estadios. Andrés ya no puede escribir mientras viaja en tren (ya no viaja en tren), pero aprendió a operar el Pro Tools y compuso su primera canción en la que se hace cargo de todos los instrumentos: “Dientes de cordero”. ¿Cómo hizo? “Fui a un curso de un mes, y después fui laburándolo solo. Me pone un poco nervioso eso, porque te viene una idea, estás inspirado, tocás el botoncito y... ¿Por qué mierda no graba? Y resulta que tenías en pausa no sé qué cosa. Te querés matar. Si no tenés muy claro cómo funciona, se vuelve hinchapelotas.”
–Podrías llegar a entenderte lo suficientemente bien con el Pro Tools y grabar un disco solista...
–Por lo poco prolífico que soy hasta el momento, materialmente no podría. Si me copo y empiezo a encerrarme, quizás pueda hacerlo. Pero no es algo que me preocupe. Lo único interesante de eso es que seguramente sería algo más despojado, con menos presión que Los Piojos. Podría ser una cosa mucho más relajada. Un tema podría ser una voz sola, por ejemplo.
–¿Por qué sos tan poco prolífico?
–Por falta de disciplina. Yo coincido con eso de que el genio es 10 por ciento de inspiración y 90 por ciento de transpiración. Si no estás sentado con una birome y un papel... Es cuestión de sentarse. A veces me sorprenden ideas, pero por lo general... El otro día me había venido la idea de un guión para una película. ¿Cómo era...? Ahora no me acuerdo. Pero tiene que ver con una decisión de vivir las cosas: la banda, las giras, la familia... Son cosas que me ocupan mucho tiempo. Por eso a veces me voy una semana a un lugar donde nadie me llame por teléfono, donde no tenga que hacer trámites. Así compuse Azul, yéndome a Florianópolis en invierno. Cuando escribo, entro en un estado de concentración que requiere de varios días. Me cuesta estar escribiendo y de repente saber que tengo que ir a hacer un trámite para mi abuelo que está en el geriátrico y después pasar a buscar a mis nenas. A mí se me ocurrían muchas canciones viajando en tren, en colectivo, en subte. Pensaba y sacaba una birome y un papelito y escribía. Ahora no viajo en subte. No puedo porque, si viajo, me están pidiendo autógrafos todo el tiempo, o saludando. No podría escribir si alguien me está diciendo: ¡Ciro!, ¿me firmás acá? Perdí esos espacios de intimidad.
–¿Optarías por una vida en el retiro, al estilo Indio Solari?
–No. Me gusta salir, que me reconozcan, charlar con la gente. A veces, cuando una persona desconocida me habla, me quedo conversando, para conocer su historia de vida. Es lindo salir a comer, ir a algún boliche, recorrer... Trato de no ir a lugares muy rockeros, porque se convierte en ir a firmar. Voy a firmar y vuelvo. Pero hay una cantidad de lugares a los que podés ir, te escondés un poco y chau. Salir en las revistas tiene más que ver con la voluntad del que sale, y no con la del fotógrafo.
–¿El hecho de que estés más ocupado tiene que ver con que blanqueaste el liderazgo de Los Piojos?
–Hay cosas que ya funcionan en un sentido, que ya están decididas, y así las manejamos. No estamos discutiendo todo el tiempo. Además, si vos delegás algo, y después no te gusta cómo quedó, es un garrón. Nadie sabe mejor que uno lo que se quiere decir. A mí me llevan tiempo las letras, porque no me gusta que sean cualquiera. Y el hecho de que todos seamos amigos y hablemos, hace que las cosas salgan bien. –¿Tu preocupación por las letras se debe a cuestiones estéticas o al “mensaje”?
–A las dos cosas. A mí no me gustan las letras en las que no entendés nada. Te puede gustar como suena, pero si no entendés... Lo que más me gusta del Indio Solari es Luzbelito, cuando habla de cosas que me suenan más concretas y aprehensibles.
–Al ser una banda masiva, ¿se piensa más en el público? ¿Hay ideas que te censurás por creer que no encajan en lo que se espera de Los Piojos?
–No nos detenemos mucho en eso. Hay cosas que no nos gustan, o que no tienen que ver con la banda, pero no es que nos pongamos límites. Mucho tiene que ver con la comodidad, con una cosa práctica. El típico chiste en el camarín es: Muchachos, me compré un pantalón. Siempre uso el mismo. Si me gusta y me va cómodo, no me quedo pensando en: Uy, tengo que cambiar el vestuario. Trato de no buscar cosas que pongan distancia entre lo que hago y la gente.
–¿Seguís creyendo en “la igualdad” entre vos y el público?
–Hay una igualdad, pero también hay una diferencia que posibilita el arte. Sin diferencia no hay orden, y sin orden no hay nada; es caos. Si voy a ver una banda, me gusta verla bien. No me gusta pagar la entrada y que doscientos tipos se suban al escenario durante todo el show: no me dejan ver a los músicos. Perjudican a todos. El que quiera saltar que vaya al trampolín de la pileta. Yo no comparto eso. En Arpegios se subían al escenario y a veces me clavaban el micrófono en los dientes. Y me cortaban todo el mambo, era una cagada. O alguno se quería llevar de recuerdo una armónica o un palillo, o pisaban un pedal y se hacía mierda. Ciertos límites hay que poner. Pero también hay una igualdad con el público, en los deseos, las esperanzas, los gustos.
–¿Ya no te preocupa mantener una imagen “proletaria”, que te vean manejando un auto caro?
–Yo nunca había tenido auto, mi viejo tenía un Dodge que yo apenas había manejado, hasta que me compré un Gol. Entonces me sentía medio un oligarca, un potentado. Una cosa medio de culpa, aunque me lo había ganado, porque nosotros trabajamos mucho para estar donde estamos. No hay motivos para tener culpa si vos te la ganaste bien, por derecha. No me hago rollo con ese tema. De hecho, me han visto mil veces manejando, y nunca me tiraron mala onda. Hacer lo contrario, si no, sería una postura. ¿Por qué voy a andar en un auto hecho mierda si la gente ya sabe que tocamos en un estadio de fútbol? Pero, por supuesto, me pone muy mal ver que tanta gente esté tan mal. Aunque, más allá de las fantasías del escenario, los que realmente tienen la torta no son los artistas.
–¿Bajaron los decibeles políticos?
–No creo que sea así. Es más, creo que hay pocos temas tan concretos como “Globalización”, “San Jauretche”, “María y José”... Todos hablan de una realidad concreta. Lo que no me gusta es mezclar las cosas. Uno tiene la oportunidad de decir lo que quiere a través de una canción. Después, estar diciendo cosas que apelen a la afinidad ideológica que uno supone en el público, es hacer demagogia. Eso de decir: ¡Hijos de puuuta! para que la gente aplauda, no me va. Prefiero ganar el aplauso de otra manera. Un comentario concreto, alguna vez, todo bien. Pero hacer discursos me parece de cuarta.
–¿Los Piojos suenan más rockeros y menos rioplatenses porque se fue Daniel Buira?
–Es relativo. El último disco iba a ser como fue, porque los temas eran los mismos con Dani, y el nuevo batero pasó a tocarlos básicamente como los tocaba Dani. No es que había temas murgueros que dejamos afuera. Lo único que cambió fue el batero, pero ni siquiera cambiaron las bases. No es que llegó Roger y le dijimos: Tocá lo que se te ocurra. Fue: Escuchá estas bases, sacalas y tocalas, más allá de que haya hecho sus aportes.Dani traía cosas murgueras, pero también es cierto que “Al atardecer” y “Verano del ‘92”, con sus cosas candomberas, son temas míos. Y que la idea de meter la murga fue de Alfredo Toth. No es que Dani vino y dijo: Che, tengo una murga. Aportó cosas en ese sentido, sí, pero yo escuchaba Rada antes que él, desde pendejo. Me acuerdo de que en los primeros demos yo se lo mostré y Dani decía: No, ¿qué es eso?, ¿candombe? No. Después se hizo fanático.

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