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Jueves, 8 de agosto de 2013

PABLO MALAURIE ENCUENTRA EL BEAT DE LA CUESTIóN

“No surgió una banda que logre el éxito comercial de los iconos de siempre”

Bardo de la nueva bohemia porteña y trovador del hoy, el ex Mataplantas presenta un soberbio disco solista en el que despunta canciones con ritmo.

 Por Facundo Enrique Soler

Que haya formado parte de una de las bandas más interesantes del último rock local y lanzado como solista uno de los discos más peculiares de los últimos años hacen que den ganas de revisar en qué anda Pablo Malaurie. El ex Mataplantas acaba de lanzar El beat de la cuestión, su primer álbum en formato solista con un planteo normal: banda tocando, canciones, instrumentos y todo eso. Quizá se pueda contar como el segundo porque en 2009 apareció con el extraño El festival del beso, un álbum protagonizado por la voz aguda de su autor y pura mandolina, fabricado de manera artesanal y con su propia edición japonesa.

Entre medio de ambos discos, Malaurie fue convocado para Loverboy (2011), una película rumana que muestra los contrastes de la juventud de un país que, pese a su independencia, sigue sufriendo los coletazos de la Europa oriental del siglo pasado. El director de la obra es Catalin Mitelescu y lo interesante es que cuenta con banda sonora y un breve papel de parte de Pablo. “Me contactaron para hacer la música y al final terminé viajando allá para representar el personaje de Aurika, el loco del pueblo”, relata Malaurie. “No hablo muy fluido inglés y no entiendo una sola palabra en rumano, pero tenía una sola línea donde tenía que decir ‘cerveza’; no fue tan difícil. Cuando no me podía comunicar, jugaba al ajedrez y listo.”

El film es un relato trágico de cómo vive un pibe de un pueblo al costado de la nada, entre escabio, motitos y chicas. La mandolina de Pablo es hilo conductor de esos paisajes de comunismo europeo extinto y la nada misma. En los dos meses que pasó en su aventura cinematográfica europea también llegó a grabar su voz para una publicidad de una cadena de farmacias, y recorrió Bucarest y zonas rurales.

El beat de la cuestión escapa de esos planteos extraños (y geniales) del debut y la banda sonora, para recordar la época lisérgica que Malaurie vivió en Mataplantas, recurriendo a mucha reflexión sobre la guitarra y al regreso del sintetizador y la base rítmica a su obra. Ahora no está solo en sus canciones sobre interferencias y besos de ésos: tiene un manojo rítmico que lo saca de la presentación intimista en bares y livings ajenos (El festival del beso sólo se prestaba a eso) y tiene la oportunidad de llevar sus canciones a un recinto más grande como La Trastienda Club.

“Un poco la idea del disco es un relato sonoro”, explica Malaurie al NO desde su estudio en Once, al consultarle por el breve resumen que presenta a los músicos involucrados en El beat de la cuestión. Una frase un tanto anecdótica que reza: “En este viaje de una cabaña destrozada a una discoteca hay...”. Es una gran explicación de cómo se pasa de la rareza intimista del primer disco a la maravilla de capas del segundo. “El ritmo cambió mucho, la cuestión rítmica y las frecuencias. Este nuevo disco tiene graves, eso ya te abre una nueva gamas de sonidos para ir empezando a notar la diferencia.”

El resultado deja una lista de doce canciones donde el cantautor se despacha con himnos que saben alzar la estética de un bohemio que pasea sus ritmos por las calles porteñas, los que son más plásticos como Los míos o Pasto en la espalda con mucha fuerza de máquinas de ritmo y sintetizadores. Los que tienen formato de canción y textura, como Besos de esos y el tema que le da nombre al disco, con mucha guitarra criolla y batería con escoba. Existe un tema, sin embargo, que más allá de su forma esconde un hermoso grito de inconformidad: Interferencias totales, una maravilla donde Malaurie se despacha en la idea de que la nueva ola de música local jamás recibe la entrada a un mundo mainstream que merece. “No sé si es en lo que se transformó la industria, lo que promociona la radio o qué, pero nunca surgió una banda que logre el éxito comercial de los iconos de siempre. Nosotros nunca tuvimos lugar en ese mainstream, o porque no nos tocó o porque no lo merecemos”, resume el propio autor, que explica que el tema data de la era Mataplantas y al cantarse en la primera persona del plural se refiere a la órbita de bandas que siempre sobrevoló el interés de cierto nicho pero (injustamente) nunca recibe la aprobación de la masividad. Les Mentettes, Los Hermanos McKenzie, El Hipnotizador Romántico, Michael Mike, Cosmo y las bandas de ese movimiento son un buen ejemplo actual.

* Jueves 8 en La Trastienda Club (Balcarce 460). A las 21.

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