Jueves, 3 de octubre de 2013 | Hoy
BLACKIE SERANI, ADORADOR DE LA BRUJA
Fotógrafo, periodista y productor, es una máquina de acopiar todo material relacionado con Black Sabbath: incluso un anillo de plata de Bill Ward.
Por Juan Ignacio Provéndola
“Por favor, no me hagan quedar como un boludo que no tiene vida y que esconde sus frustraciones sociales coleccionando pelotudeces de la banda”, suplica Blackie Serani, y su recaudo tiene asidero: normalmente, los fanatismos suelen moverse entre cornisas de alto riesgo, donde un paso en falso convierte respeto y admiración en una obsesiva neurosis por acopiar souvenirs de dudosa valoración simbólica. Un calzoncillo de Elvis, una muela de Lennon o un mechón de pelo de Jagger son algunos ejemplos que dejan expuestos los nobles sentimientos al sin remedio de la ridiculez.
“No me gustan las palabras ‘fanatismo’ o ‘ídolos’. Yo simplemente vivo de un modo rockero. No es que escucho esta música y después me pongo un suéter para ir a trabajar a un banco”, jura Blackie, productor discográfico, periodista y fotógrafo de profesión (sus trabajos se pueden ver en Metaleyewitness.com.). Su casa, sin embargo, parece un relicario de obviedades: discos, casetes, vinilos, posters, fotos de factura propia, copias piratas y ediciones especiales de Black Sabbath rebasan repisas y paredes en su departamento de Flores. Su devoción por la Bruja Negra (una traducción bastante discutible) no llegó por histerias de fanclú sino a través de su familia, algunos amigos, el vocacional ejercicio de la profesión y –cuándo no– una buena dosis de desquicios memorables (porque de qué sirve el amor si no es para abismarnos en locuras temerarias e inolvidables).
Una cadena de causalidades: su primo, dueño de la legendaria disquería John Lennon de Flores, le arrima los primeros vinilos en los lejanos ‘80 mientras Blackie era Fernando, un pibito de colegio que comienza a hacerse de un grupo de amigos con el cual llegaría a editar Las cruces de Sabbath, fanzine criollo que en su corta vida se dio el lujo de ofrecer hasta una entrevista exclusiva con Dio. “Se la hicimos la primera vez que vino a la Argentina, en 1995. Nos metimos de prepo en el Sheraton y lo encaramos. Su manager nos quería cortar el rostro, pero él nos vio y se quedó. A Ozzy lo amo porque es un desquiciado, pero Dio fue una de las personas más simples y copadas que conocí. ‘Humildad’ es una palabra pelotuda que no quiere decir nada. El era sencillamente un tipo con los pies sobre la tierra.”
No existe un Sabbath que Blackie no haya entrevistado. De algunos ligó algo más. Por ejemplo, un anillo de plata de Bill Ward. “Fue en 1999. Viajé a Inglaterra exclusivamente a los shows de la primera reunión. Era para Navidad, no tenía entrada y terminé en los camarines porque me escabullí debajo del escenario y le conté mi historia a Sharon Osbourne. ‘¡Acá hay un maldito lunático de Argentina!’, le decía a Ozzy, que estaba todo estallado y con un tapado de piel tipo Maradona, mientras ella sacaba fotos con mi cámara. Conocí a toda la banda y mantuve contacto con Ward.”
Esto significó, por ejemplo, que el baterista (gran ausente de esta rentrée) apadrinara y difundiera por Inglaterra Sabbath Crosses, el gran tributo argentino que Blackie lanzó desde su sello Blackstar3 con covers a cargo de Horcas, Andrés Giménez, Los Natas y hasta Rata Blanca con Glenn Hughes, de cuya etapa el propio Ricardo Iorio iba a grabar In for The Kill. “A él le encanta ese disco, pero al final se bajó porque no se animaba a cantar en inglés”, justifica Serani, que todavía ladra porque no logra que lo acrediten para el show a pesar de colaborar incluso en la fundamental revista HeavyRock de España. “Es una pena, porque seguramente no vuelvan a venir y ahora lo hacen de gran forma, editando un discazo como es 13.” Es muy difícil que tipos tan consagrados y de la edad de tus abuelos se animen a no vivir de nostalgias haciendo algo tan fresco. Y el lanzamiento fue número uno en todo el mundo, menos en Argentina, donde la edición fue híper pedorra, casi de lástima.”
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