Jueves, 30 de enero de 2014 | Hoy
DE CALABOZOS & DRAGONES A CINES Y MILLONES
Los juegos de rol de mesa y de video, profundos reductos de la nerdencia, se afincan en el pop de masas gracias a las estrellas ñoñas de Hollywood.
Por Hernán Panessi
Es una noche cualquiera de la década del ‘90. En un sótano oscuro de una casa cualquiera ruedan dados de diez caras. Unos gordos –cualquiera– sudan olor a papas fritas de segunda marca mientras se secan la frente con un manual de Dungeons & Dragons. La imagen es vieja y ya fue: sobran los diplomas para decretar la victoria de la nerdencia. Lo nerd es cool y sanseacabó. Entonces, a ese pecho lleno de medallas posmo hay que colgarle una más: el rol es, también, un territorio ondero. Los misterios existen, y tiene que haber sido uno –digamos misterio a todo lo que es preferible ni siquiera saber por qué no conviene nombrar, enfocar y explicar– lo que empujó a que una suerte de juego de mesa (llevado adelante por frikis que hablaban de habilidades, características físicas y valores, y cuya mayor fuente recreativa es la imaginación) encuentre hoy su amarre definitivo en las turbulentas aguas de la cultura de consumo masivo.
Dando cuenta de aquel cambio rotundo, el cine de Hollywood y en especial la llamada Nueva Comedia Norteamericana pusieron al rol de cara a la aceptación global. Se sabe: históricamente, jugar rol era parte de un rictus marginal y vedado. Desde los preconceptos, tal vez, se trate del último escalafón de la nerdencia. El ejemplo más claro es aquel episodio de Los Simpson –que siempre funcionan para pintar aldeas– donde Homero va a la universidad y conoce a los estudiosos del campo. “Jugamos Calabozos & Dragones durante más de tres horas... y me aniquiló un duende”, dice el granudo de la pandilla. Lo mostró The Big Bang Theory, lo remarcó Community: ésa era la visión que se tenía –hasta hace nada, y los preconceptos todavía pesan– de este universo. Aunque la verdad, si bien golpea como espadazo en cota de malla, tan sesgada no estaba.
Según alguna enciclopedia online, un juego de rol es uno en el que, tal como indica su nombre, “uno o más jugadores desempeñan un determinado rol, papel o personalidad. Cuando una persona hace el papel de X, significa que está interpretando un papel que normalmente no hace”. En criollo: son unos juegos de mesa mucho más nerdosos, que implican jugar a ser un hechicero, un vampiro, un comandante, un elfo oscuro del bosque. Imaginen hacer de eso una tendencia. ¿Imposible? No, Hollywood pudo. Un axioma devela parte del misterio: el nerd consume y la sociedad de consumo necesita de ellos. Punto. Entretanto se los pone en un lugar de importancia, y ellos dignifican, cumplen y gastan.
Por eso, en Role Models, Paul Rudd, Sean William Scott (¡Stifler!) y Christopher Mintz-Plasse (¡¡¡McLovin!!!) protagonizan una historia donde dos vendedores son penados con trabajo social tras estrellar una camioneta de su empresa. Ante tal circunstancia deberán cuidar de un adolescente asocial –fanático acérrimo del rol– y de un chico de diez años muy maleducado. Más color: trabaja Ken Jeong, el chino-americano de la trilogía de ¿Qué pasó ayer? En este film de 2008 se entroniza la sentencia del “nerd antisocial”. Se enarbola, asimismo, una figura caricaturesca de los otrora rústicos –¿dejaron de serlo?, ¿desde cuándo?, ¿por qué?– jugadores de rol. Sin embargo, su aparición pone luz donde antes sólo había sombras.
Otra: ¿Natalie Portman y Zooey Deschanel en una película de rol? Ni la mente más insana podría haber imaginado, tiempo atrás, esta situación. La cosa cambió y el visto bueno de la industria del entretenimiento posicionó a los márgenes en el centro de la escena. Y en 2011, Your Highness, con Danny McBride y James Franco a la cabeza –héroes legitimados de la nueva, nueva, nueva nerdencia, junto con Jonah Hill, Seth Rogen, Katherine Heigl, Michael Cera, Zach Galifianakis, Andy Samberg, Jesse Eisenberg, Jason Segel, Kristen Wiig, Ed Helms y otros tantos ñoños pop–, terminó por darle forma a esa argamasa imposible que fue poner rol en el mainstream.
Así las cosas, con un saludable ritmo cardiovascular de estrenos medievales –un bombazo de sangre, fluidos y conjuros cada tres años–, 2014 regalará al mundo otra de nerdos en situación de batalla: Knights of Badassdom. Y si bien hace tiempo que los primeros esbozos (El corazón del guerrero, de 2000, largometraje protagonizado por Santiago Segura, y The Gamers, de 2002, con su perfil paródico) quedaron relegados como intentos entusiastas, en esta flamante comedia protagonizada por Peter Dinklage, el Tyrion Lannister de Game of Thrones, se encuentra, por fin, el certificado del “rol para las masas”. Una buena: rol vivo con el enano de Game of Thrones. Una mala: probablemente no llegue a los cines locales.
De esta manera, los personajes que pululaban las historias de tableros, dados y maldiciones, ahora tomaron la pantalla grande. También la chica, convirtiendo el flacucho músculo de los videojuegos de rol en un Leviatán peludo y baboso. Y, por qué no, invitando a repensar el difuso límite entre fantasía y realidad: a la sazón, siempre resulta un ejercicio interesante recordar el nefasto incidente donde supuestamente –y aquí los medios se encargaron de inflar la cuestión, rociándolo con nafta amarillista– un muchacho español asesinó a su familia creyéndose Squall Leonhart, el protagonista del Final Fantasy VIII. Entonces, el rol se tiñó de policial y el chusmerío se encargó de enchastrar algo que, en rigor, estaba impoluto: “Los roleros son asesinos”, y otros cuentos cortos.
Entrándole por otra vía, dos son los games que abollan el costado pop del rol moderno: por un lado, The Witcher 3; por otro, The Elder Scrolls Online. El nuevo The Witcher, que está cada vez más cerca del cancherismo gráfico de The Last of Us o Max Payne 3 que del vuelo old school de Elder Scrolls, representa una experiencia distinta a la mayoría de los RPG (role playing games). Basado en la saga homónima de libros del autor polaco Andrzej Sapkowski, The Witcher cuenta la historia de Geralt de Rivia, un brujo a sueldo nórdico cuyo objetivo es cazar monstruos y demás. Asimismo, la granada de estruendo que significa el advenimiento del The Elder Scrolls Online –que ya tiene fecha de lanzamiento prevista para abril del corriente– deviene en la posibilidad de jugar en red –oh, gloria y loor–- con la misma libertad de planeamiento y extensión territorial que tienen sus cinco versiones offline.
Sujeto a un carácter transitivo que contiene juegos de rol, películas, historietas y videojuegos, hay una novedosa forma de ver las cosas. Entonces, ante el intento genuino de quienes forman parte del riñón más profundo de la nerdencia, de las empresas que ven allí un nicho provechoso y de las ínfulas posers por consumirlo todo antes de que sea viejo, una verdad aflora entre todos los misterios posibles: el triunfo, por suerte, y ahora más que nunca, es de los nerds.
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