Jueves, 25 de junio de 2015 | Hoy
ES EL VEGETARIANISMO EN MI FORMA DE SER
El pop y el rock independientes locales acreditan cantidad de exponentes con orientaciones a una alimentación saludable y responsable que pasa de la carne. A 30 años de Meat Is Murder, icónico disco de The Smiths al respecto, los músicos locales cuentan cómo, cuándo y por qué se volcaron al vegetarianismo y comparten sus mejores tips.
Por Yumber Vera Rojas
El pasado 11 de febrero se cumplieron 30 años del lanzamiento de Meat Is Murder. Además de ser considerado el trabajo más ecléctico de The Smiths, de convertirse en el único disco de los mancunianos en alcanzar el puesto número uno en las carteleras del Reino Unido, de significar el debut como productores de Morrissey y Johnny Marr y de incluir un temazo del calibre de How Soon Is Now?, el segundo álbum del cuarteto será recordado por haber sido el primer larga duración del indie en apologizar el vegetarianismo. “No es ni suculento ni sabroso, sino una muerte sin razón y una muerte así es un asesinato”, reza la canción que denomina a una producción que, según una encuesta de 1999 de la revista inglesa Populars, influyó a ocho de cada diez vegetarianos a dejar la carne, al tiempo que la web italiana Tattoo Design lo eligió como el eslogan más tatuado de la nación europea. Mientras que PETA (organización defensora de los derechos de los animales) celebró sus 55 años, en 2014, llenando de stencils las calles de Manchester con ese título.
Ni siquiera la Argentina, donde la tradición carnívora es un orgullo patrio, así como el fútbol y más recientemente el catolicismo (a partir de que Bergoglio se transformó en Francisco), pudo escapar de la contundencia de ese lema. Al punto de que un buen tajo de la actual generación de artistas del pop independiente local no sólo transformó al Meat Is Murder (“Carne es asesinato”) en su consigna, sino que, a contramano de los estereotipos del rock, decidió llevar un estilo de vida sano a partir de su conversión al vegetarianismo. “Somos lo que comemos”, asegura Cecilia Czornogas, integrante de Los Hermanos McKenzie, durante su visita al almacén Casa China, ubicado en el Barrio Chino, donde suele hacer sus compras. La cantante de la banda que acaba de poner a la venta su segundo álbum, Marea, es vegetariana desde hace cuatro años. “Desde que dejé la carne, me empecé a sentir muy bien físicamente. Aunque lo hice porque me caía mal, mi relación con los animales comenzó a cambiar. Es como si lo supieran.”
Luxx Noise, teclista y sampleadora de los shoegaze y dreampop criollos Asalto al Parque Zoológico, también se lleva mejor con su salud, con el entorno y con los animales tras dar el paso hacia el vegetarianismo. “Probé una semana cómo se sentía no comer carne, y desde entonces no volví a hacerlo”, explica la artista que decidió divorciarse de los asados luego de que Morrissey, en su último show en Buenos Aires, proyectara parte de Meat Your Meat, documental de PETA, mientras cantaba Meat Is Murder.
No obstante, a pesar de que creció la tolerancia hacia los vegetarianos en el país, la desinformación y el debate aún están crudos. “Hace unos días tuve un cumple en mi lugar de trabajo. Llevaron picada y pizza, y a mí me trajeron buñuelos de verdura. Les dije que no me gustaba, y me respondieron que pensaban que lo mío era lo light. Cuando comencé, no sabía muy bien cómo hacer, y consumía muchos hidratos de carbono. Así que me tomé el tiempo para leer y charlar con gente que sabía de alimentación, y aprendí a combinarla para que rinda la energía que tiene”, dice Luxx.
A pesar de su origen ancestral, en la última década en la Argentina al vegetarianismo y al veganismo se sumó una tendencia que cada vez más se encuentra en alza: el crudiveganismo o raw food, basada en alimentos frescos y en estado original. “Es comida cruda sin cocción”, apunta DJ Nim. “Si bien lo hago de forma itinerante, trato de alimentarme así todo el año. Comer de esa manera produce la misma sensación que estar empepado. Potenció mi optimismo.” El también cofundador del colectivo ZZK se embarcó en este viaje sin boleto de regreso, o al menos está convencido de eso, tras iniciarse en el vegetarianismo hace dos décadas, para luego evolucionar hacia el veganismo. “Dejar los lácteos fue para mí más fuerte que alejarme de la carne. Y hoy la sensación es maravillosa, es muy disfrutable. Mi metabolismo ya no tiene obstrucciones. Cuando comés carne, ingerís un cadáver que expide toxinas entre las que destacan la cadaverina y la putrecina. Si permanece mucho tiempo en el intestino, después pasan al torrente sanguíneo”, instruye.
Guillermo Canale, el nombre detrás de DJ Nim, así como hermano de Pedro, dínamo de Chancha Vía Circuito, es un militante confeso del veganismo. A tal instancia que, tras su pasantía por esa cocina-escuela que fue Verde Llama, restaurante fundado por Diego Castro, pionero de la alimentación viva en el país, ahora imparte el Taller de Alimentación Crudivegana. “Sólo me encantaría disponer de un deshidratador”, se lamenta el curador y deejay que prepara un set crudo y verde el 11 de julio en Konu Bar. Y es que el deshidratador es la reina del raw food, pues, más allá de que extrae el agua de los alimentos para conservarlos mucho más tiempo, al igual que sucedería con el sol, acorta los tiempos. Incluso hay uno de manufactura argentina: Raw Club.
“La tribu de los esenios, de la que dicen que provenía Jesús, vivía en el desierto y no comía nada que fuera cocinado”, ilustra el chef Máximo Cabrera. “Una semilla es un archivo zipeado hasta que lo descomprimo con el agua. Sin activar es indigesta, la otra es vida. Por lo que manipular la semilla es un acto de terrorismo.”
Aunque existe el imaginario de que la comida orgánica es una boga, y más por su relación con el hipsterismo en esta época, era la forma en la que el planeta se alimentaba antes de la Revolución Verde (denominación dada al incremento de la producción agrícola), que en la Argentina detonó en los años ‘60. “La misma gente que hizo el gas naranja fabricó los agroquímicos. Eso es moda”, expedita Cabrera, creador del restaurante Kensho, que esta temporada ofrece degustaciones a puerta cerrada en Casa Caníbal. “Cuando uno cambia las prácticas alimentarias, todo se transforma. Esto lo interpretó el rock. Le hacías una nota a un músico hace ocho años, y nadie te hablaba de eso. Lo dietético es malo, al igual que los agrotóxicos. Si ves cómo se producen los huevos y la carne, ni en pedo los comerías. Y no tienes que ser vegano para que te dé impresión. Si cambiamos nuestra alimentación, tendríamos una sociedad mejor, con buenas ideas. Elegir lo que comés es un acto más grosso que votar. Lo último lo hacés cada cuatro años, mientras que tu comida la elegís cuatro veces al día.”
Junto con Diego Castro, Cabrera fue el precursor de la inclusión de la oferta gastronómica vegetariana en los grandes festivales musicales locales. “Vine a ver a Erykah Badu a un festival, y me sentí excluido porque no había nada para mí. Ni pizza”, evoca el igualmente líder de la banda Enzimática Soul Orquesta (inspirada en su cocina enzimática). “Así que pasamos de que no hubiese nada a que incluso hoy haya conferencias sobre el tema en esos eventos.”
Si bien no tiene una trayectoria similar a la del fundador de Kensho, ni logró encallar en un festival aún, salvo como baterista de Maxi Trusso en el Lollapalooza chileno, Martín Richards es chef y abrió hace un mes su propio restaurante, Spa Raw, en el Hotel Intercontinental de Nordelta. Lo que coincidió con la aparición en Bandcamp del primer EP de su proyecto musical: Francis Badman. “Con la comida cruda intento combatir ese lema caduco de ‘sexo, drogas y rock and roll’”, advierte Richards. “Cuando llegan a los 50, lo hacen gordos y faloperos.”
Aunque la propuesta de Francis Badman tiene una notable carga psicodélica, su promotor se refiere a ella como “música vegana”. “Mi influencia en la música y la comida vino a través de Paul McCartney y George Harrison”, justifica Richards, quien, cuando vivió en Nueva York, fue chef de Donna Karan y Calvin Klein. “Gracias a ellos llegué al hinduismo: la génesis está allá.”
Sin embargo, no es el único artista del indie argentino que le rindió culto al vegetarianismo a través de su obra sonora. Las Kellies, en 2013, para su álbum Total Exposure, grabaron el tema Go V, en el que dicen: “¡Hacete vegetariano!”. “El vegetarianismo me influyó en lo artístico”, reconoce Cecilia Kelly, vocalista y guitarrista del grupo. “Siempre fui muy fan de la carne, pero también lo soy de los animales. Y cuando me di cuenta de que había un montón de gente que podía ser vegetariana tranquilamente, me di la chance de probarlo. Y desde que lo hice, no lo dejé. Al principio extrañaba bastante, pero ya no. Ya no encuentro agradables los olores. Nadie cocina carne en casa, y está medio prohibido.”
Kelly vive con su novio y flamante coequiper de su nuevo proyecto musical, Yama Sun. Se trata de Ivy Lee, quien a su vez es frontman y productor del grupo Nairobi, así como un feligrés del vegetarianismo desde hace 12 años. “Lo siento aún hoy como un regalo. No me genera ningún tipo de esfuerzo. Llegó como parte de una búsqueda. Al igual que comencé a practicar yoga, a dejar el alcohol y a conocer el tao. Son virtudes que uno trata de trabajar”, reflexiona Lee, cuya banda estrenó su documental, Jungle Boyz, en la pasada edición del Bafici. “Me trae amor, y felicidad. Eso está plasmado en nuestras canciones. Siento que Nairobi, más allá de que comemos todo tipos de comidas, está atravesado por la vitalidad y la espiritualidad ¿Afecta mi música? Puede que sí, porque mi visión del mundo pasa por otro lado. Es raro que siempre se trate de promover el vegetarianismo desde un punto u otro. Si bien es bueno para la salud, es diferente. No va a haber una muerte ocasionada para que vos comas. Salir de ese círculo vicioso de la cultura, fue muy importante.”
El tándem asegura que la convivencia de una pareja vegetariana es como la de cualquier otra. “Es simbiótico. Cada uno tiene sus gustos”, describe el integrante de Nairobi. “De día, nos encanta cocinar. Cuando me convertí en vegetariano, era como estar en la puerta de una juguetería: tenía un montón de posibilidades.” Pero Kelly admite que en su conversión se vio obligada a investigar más. “A la comida vegetariana le tenés que poner mucha onda. Ahora hago mermelada, hamburguesas, todo casero ya”. Lee agrega: “De última, es una moda buena. Qué bueno que el mainstream se puso psicodélico. Recién nos pasó que estábamos un domingo en casa tirados, y vimos en un noticiero en la tele que en el Hipódromo estaban haciendo una feria vegetariana. Fuimos, y nos clavamos un choripán vegetariano, con cerveza artesanal. Era alucinante”. Y su pareja rescata: “Mientras comprábamos el chori, una señora nos dijo que también se enteró por la tele, y que por eso fue. Y el puestito decía: ‘Se puede ser argentino, y vegetariano’”.
Al igual que Kelly y Lee, Luxx Noise está de novia con uno de los integrantes de su banda, Fernando G, vocalista, guitarrista e ideólogo de Asalto al Parque Zoológico. Aunque, a diferencia de la otra pareja, él es carnívoro. “No tengo problema en que coma carne”, asegura Noise, quien no cocina porque asevera que no tiene “ese don”, así que resuelve con alimentos comprados en locales de comida por peso dedicados al vegetarianismo, como Noble y Natural. “Si bien me provoca rechazo, trato de pensar que es el derecho del otro. Soy respetuosa de las elecciones ajenas. Cuando vamos a comer a parrillas, porque a él le gusta mucho, pido ensalada y papitas.” A pesar de que asiste a varias ferias vegetarianas en Capital y el Gran Buenos Aires, la componente de la banda que promociona su álbum debut, Hexadecimal, destaca A Contra Flecha. “Se hace en La Tribu, una vez al mes. Hay charlas, autogestión y es vegetariana por convicción. Es gente que viene del palo del hardcore, pero es muy sencilla.”
Si bien el vegetariano que cocina es que el más se divierte, ¿cuánto cuesta comer comida orgánica? “Difiero con el que cree que la dieta vegetariana es cara”, apunta Máximo Cabrera. “Para los que se olvidaron que las frutas tienen estaciones, si voy a un proveedor orgánico como el Mercado de Economía Solidaria de Bonpland, el kilo de durazno me cuesta 28 pesos. Y si vas al chino, tené por seguro que estará en 35 pesos, que además es una fruta fumigada. Si no te movés es porque sos un pancho, por tu juego mental que no te deja buscar.”
Al mismo tiempo que la Chacarita se convirtió en la gran zona orgánica de Buenos Aires, surgieron un conjunto de iniciativas, entre las que destacan la radio online vegana Ensalada Verde, que, aparte de bancar el movimiento vegetariano local, apoya al pop independiente argentino. “Carlos Petrini, que es el presidente de Slowfood, dijo el otro día que la palabra gastronomía incluye astronomía. Estudia el universo, y todo está vinculado a la comida”, comparte Cabrera. “Estamos viviendo un momento bastante bueno con respecto a eso.”
Alejandro Alvarez, voz y guitarra de la banda Barco, Chancha Vía Circuito, Nicolás Melmann, Señorita Carolina o Martín Mercado, del sello Estamos Felices, son también algunos de los nombres de una escena que supo corresponder lo que antes era patrimonio hardcore. “Hoy el vegetarianismo está mucho más expandido, y hay opciones en todos lados. No creo que sea snob. Hay más conciencia, y en cuanto a la naturaleza también. Cada vez más, te enganchás en eso”, celebra Cecilia Czornogas. “Me interesa ser vegana, pero lo creo imposible porque estoy llena de contradicciones como, por ejemplo, que uso zapatos de cuero. Si uno se pone las pilas, puede hacer un cambio radical. También sucedió, hace cuatro o cinco años, en un momento de apertura mía, con mi sexualidad, con moverme de ciertas estructuras. Vino acompañado de muchos cambios profesionales también. Eso me ayudo a ser menos estructurada, a sacarme las etiquetas. Cuando me pasó fue por una necesidad personal, no tanto ideológica. Aunque se transformó en una revolución.”
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